Sobre el autor

es asesor de
comunicación y consultor político.
Profesor en los másters de comunicación
política de distintas universidades.
Autor, entre otros, de los libros: Políticas.
Mujeres protagonistas de un poder
diferenciado’ (2008), Filopolítica:
filosofía para la política (2011)
o La política vigilada (2011).
www.gutierrez-rubi.es

Sobre el blog

Hago mía esta cita: “Escribimos para cambiar el mundo (…). El mundo cambia en función de cómo lo ven las personas y si logramos alterar, aunque sólo sea un milímetro, la manera como miran la realidad, entonces podemos cambiarlo.” James Baldwin

Filósofos en el Congreso

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 31 may 2016

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«La filosofía es el único lugar real en el que podemos ser libres». Bruno Magret

El filósofo Nuccio Ordine, autor del manifiesto titulado La utilidad de lo inútil, defiende los saberes «inútiles» precisamente porque están alejados de cualquier obligación práctica y comercial y, en consecuencia, pueden jugar un papel fundamental en la ética pública y en la conciencia cívica. Son «inútiles», según Ordine, sólo en el sentido en que se oponen radicalmente a la lógica del beneficio y, entonces, a la utilidad dominante. «Si dejamos morir todo aquello que es gratuito, si escuchamos sólo el canto de sirenas de los beneficios económicos, no haremos más que crear una colectividad privada de memoria que, desamparada, acabará por perder también el sentido de la vida y de su propia realidad», señala.

En un momento en que la enseñanza de la filosofía, la ética y la música ha sido casi desterrada de los itinerarios formativos, ¿tiene sentido preguntarnos para qué sirve la filosofía? ¿Ha matado la ciencia a la filosofía? Es más, ¿tiene sentido que los filósofos entren en la política activa? ¿que nos representen?, ¿que quieran estar en el Congreso? Creo que sí, rotundamente.

Hace un año, dos candidatos filosóficos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo (catedrático de Metafísica, por el PSOE) y Luis García Montero (catedrático de Literatura y celebrado poeta, por Izquierda Unida), mostraron que hay un camino propio para otro modelo de liderazgo, de política y de rivalidad electoral. Con su paso adelante, se abría la oportunidad para que la ética de la convicción diera sentido a la ética de la responsabilidad. Seguían la senda iniciada por otros políticos ilustrados y tan amados —por necesarios— por la opinión pública. En las pasadas elecciones del 20D, Victoria Camps, catedrática de Filosofía Moral y Política, fue asesora de Pedro Sánchez. Y ahora, en las elecciones del próximo 26J, dos candidatos explícitamente filósofos enriquecen las listas del PSC en Barcelona y de Geroa Bai en Navarra. Respectivamente, Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, y Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática.

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Las matemáticas, las campañas y la política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 10 may 2016

En un país con un importante déficit de formación en matemáticas, en la sociedad y también en la cultura política, sorprende que uno de los argumentos para el acuerdo electoral Podemos-IU haya sido una hipótesis estadística y matemática. Pablo Echenique, doctor en física cuántica y molecular y científico titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, además de secretario de Organización de Podemos, publicó un muy interesante artículo sobre lo relativo de «los puestos de salida». Una didáctica argumentación con la que pretendía convencer a su homólogo negociador de IU, Adolfo Barrena. El artículo —publicado también en Facebook—, como parte de un ejercicio público y deliberativo de las claves negociadoras, fue una lección matemática muy sugerente sobre las variables continuas (frente a las dicotomías binarias).

En esta corta y frustrada legislatura pasada las matemáticas han estado muy presentes en la vida política, aunque no siempre conscientemente. Hay cuatro disciplinas muy pertinentes para la gestión de la contingencia política que tienen mucho que ver con lo que ha pasado y va a pasar. Cuatro disciplinas, cuatro fases, que resumen bien, estos cuatro meses: decisiones, juegos, negociaciones y cálculos.

  1. El análisis de decisiones, que desarrolla las hipótesis en la toma de decisiones de un individuo o un grupo en condiciones de incertidumbre y en presencia de objetivos múltiples, complejos y contradictorios.
  2. La teoría de juegos, que permite analizar situaciones de conflicto (y el balance de beneficios en un posible desenlace) entre dos o más participantes, esencialmente desde una perspectiva predictiva. Destacan el juego suma cero, el equilibrio de Nash, la teoría de la decisión o el famoso dilema del prisionero.
  3. El análisis de negociaciones, que intenta desarrollar una estrategia ganadora, teniendo en cuenta una descripción del comportamiento previsible de las otras partes.
  4. Y, finalmente, la matemática electoral: la repartición de escaños en función de variables como la participación o la asignación de los restos en métodos como el de la Ley d’Hondt.

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Depresión política

Por: Antoni Gutiérrez-Rubí | 04 may 2016

La depresión es una enfermedad muy seria. Y grave. Entre el 8 % y el 15 % de los españoles sufrirán depresión en algún momento de su vida. Los casos han aumentado, en los últimos cuatro años, debido al incremento de la esperanza de vida, el mayor consumo de fármacos y a causa de la crisis económica. Además, se confirma —según un análisis de la prestigiosa revista médica BMJ, firmado por expertos en salud pública españoles y de Reino Unido— el impacto que los recortes en Sanidad pueden estar teniendo en la salud.  

Existe un subtipo de depresión, definido como depresión melancólica, que se caracteriza fundamentalmente por la anhedonía, que es la incapacidad para experimentar placer, la pérdida de interés o satisfacción en la mayoría de las actividades. Su diagnóstico es complicado por la facilidad de confundirlo con un estado de ánimo. Respecto al tratamiento, más allá de fármacos, es necesario un esfuerzo extra (cambio de actitud o de perspectiva) para indagar, reflexionar, alejar sentimientos de culpa y mejorar la autoestima. Es decir, parte de la solución está dentro, en uno mismo, en su fuero interno.

En los últimos días, la melancolía está atrapando a buena parte de los dirigentes socialistas, a sus militantes y activistas y, también, a los propios electores. La melancolía te paraliza tanto como te reconforta, artificialmente. El tiempo pasado (o perdido) —en su esplendor o en su oportunidad—  se ofrece como refugio emocional. El presente no tiene sentido. El futuro no se imagina, no se espera, no se anhela. Pedro Sánchez intuye la profundidad del desánimo y en el último Comité Federal de su partido arengó: «Ni melancolía, ni frustración», en un intento de insuflar energía movilizadora a los suyos. Y a sí mismo, seguramente.

En política, el estado de ánimo es clave. En una campaña electoral, decisivo. Quien gestione mejor el capital intangible de las emociones compartidas, de las percepciones públicas, de la energía del ánimo, obtendrá un mejor resultado. Pensamos lo que sentimos. Nuestro cerebro es emocional. Los electores están perplejos, cansados, cabreados, decepcionados e irritados. Va por barrios. Pero de lo que estoy seguro es que, además, los tristes no pueden cautivarles. Ni darles esperanza. Y mucho menos combatir tanto sentimiento negativo —incluso hostil— hacia la política.  Los tristes no ganan elecciones (ni lideran, ni seducen, ni convencen).

Los socialistas se enfrentan a unas elecciones que pueden definir el futuro del Gobierno de España, pero también el de un partido con tanto pasado histórico. Y el ánimo no parece desbordante. Hay que cambiar, rápidamente, de atmósfera o los electores no rescatarán a quien no crea en la victoria, en la esperanza. El voto no es un tratamiento médico. El voto es un contrato público sobre el bien común. Sin capacidad de ilusionar, la capacidad de liderar se marchita y la de representar se reduce. Nadie confía en quien no inspira seguridad.

Las encuestas recientes parecen consolidar el mapa que emergió el pasado 20D. Pero las aparentes pequeñas diferencias pueden dar grandes y nuevas combinaciones, en función de cuáles sean los duelos directos, la tasa de abstención, las transferencias de votos entre competidores en las izquierdas y el resultado del último escaño en casi una docena de provincias. En todas estas ecuaciones, la movilización de los electores, hasta el último segundo y voto, es decisiva para el resultado electoral. En las pasadas elecciones, casi un 40 % de los votantes decidió en plena campaña. Nadie moviliza sin ánimo, sin ilusión, sin ganas.

Explorar el enorme potencial de energía política de la música, el ARTivismo, el humor o la videopolítica, por ejemplo, puede (y debe) ser una alternativa e instrumento para una campaña más emocional, inspiracional y movilizadora. Sin energía activista no hay dinero que una campaña pueda substituir. No hablo de sonrisas publicitarias. Hablo de entusiasmo colectivo. Y el pesimismo es tan contagioso como el optimismo. Lo sabe nuestro cerebro.

El País

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