Por: Antoni Gutiérrez-Rubí

Leer entre líneas es una tarea apasionante. Permite la interpretación y la ambigüedad, tan útiles y —a la vez— tan denostadas en la vida política. Vivimos tiempos difíciles, que se vuelven inhóspitos cuando pretendemos definirlos, precisarlos, fijarlos con la pretensión de convertir el lenguaje en una propiedad, en una frontera que delimita, excluye y determina. Nuestra obsesión por la definición nos aleja del fértil espacio democrático que tiene la polisemia, el matiz o la sutileza. Los discursos del Rey hay que leerlos en sus líneas, entre líneas y en los márgenes. Es parte de la liturgia de una monarquía constitucional.
Felipe VI ha vuelto a hacer un discurso sereno, con renovada pretensión de equidistancia, para fortalecer su autoridad moral e institucional. Un discurso suave en las formas, más seguro que nunca, pero con mensajes más o menos cifrados, más o menos explícitos. Quizá ha sido su discurso más personal. Su apelación constante al futuro y la esperanza ha sido una viga maestra de su alocución. El monarca tiene prisa por pasar página del pasado reciente, sea la crisis o «el pesimismo, la desilusión, y el desencanto».
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Por: Antoni Gutiérrez-Rubí

El junco es una planta cuya principal característica es que su tallo es muy flexible, se inclina, pero no se parte y recupera su forma inicial. Es decir, tiene capacidad de adaptación ante condiciones climáticas adversas, como un vendaval. Se dobla, pero no se rompe, y recupera la verticalidad. Cede para volver a ser.
La virtud de la flexibilidad del junco se suele utilizar como metáfora para explicar lo importante que es la adaptación a diferentes situaciones en la vida cotidiana. Esta capacidad se denomina flexibilidad cognitiva e inspira muchas prácticas emprendedoras y/o empresariales. El libro de Josep Centelles, El buen gobierno de la ciudad, es un buen ejemplo: «Las empresas que, por flexibilidad, saben adaptarse al cambio de producto o de mercado o de estructura de costes permanecen y mejoran en beneficio; las demás, las de recursos humanos menos formados o de estructuras rígidas, perecen al primer síntoma de recesión o frente a la primera andanada monetaria que obviamente queda totalmente fuera de control. Vence la estrategia de la flexibilidad del junco, frente a la rigidez del roble».
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