Imagen: Counselling en Pixabay (CCO)
AUTOR INVITADO: BENJAMÍN DE ASIS SÁNCHEZ PÉREZ
"Yo soy cubano y punto. ¿En algún lado se lee nombrar a los blancos ariocubanos o cosa por el estilo? Pues entonces no acepto que me apliquen la coletilla acomplejada y discriminatoria de "afro". Los racistas cubanos se tendrán que aguantar, porque cubanos somos todos los que nacimos en Cuba o fueron adoptados por ella, así que yo soy cubano, orgulloso del aporte africano a mis raíces, pero cubano, que las clasificaciones son cosas de racistas y de sus víctimas acomplejadas".
Hace dos años, a principios del mes de agosto, posteé la reflexión anterior en mi muro de Facebook. Evidentemente, se desató un debate sobre el término afro y sus interpretaciones, por lo que retomo el tema ahora e intentaré desarrollarlo aquí dentro de lo posible.
La razón fundamental de estas reflexiones es que estoy cansado de ver el uso en los medios de comunicación del término afro manipulado y, en muchos casos, semánticamente pervertido. También de su uso para intentar encubrir el evidente complejo de inferioridad que sufren muchos negros y negras, sobre todo cuando se trata de contextualizaciones sobre cuestiones culturales y de su propia identidad.
El racismo no es una simple tejedura de prejuicios aberrantes, ni una confabulación ideológica desechable. Tampoco es una realidad oportunista surgida hace poco, y mucho menos una enfermedad. Se trata de una estructura de origen histórico que desempeña funciones beneficiosas para un grupo, que por medio él construye y mantiene el poder hegemónico sobre el resto de la sociedad. Ese grupo usa el racismo como instrumento a través de las instituciones y organiza, por medio del imaginario social, una tela de prácticas de exclusión. De ese modo, preserva y amplía los privilegios sociales, el poder político y la supremacía total adquiridos históricamente y transmitidos de generación en generación.
En una sociedad ya multirracial y mestiza, serviría para preservar el monopolio de los recursos para el segmento racial dominante. Sería un sistema total que se articula desde el principio mediante tres instancias operativas entrelazadas, pero distintas: 1) las estructuras políticas, económicas y jurídicas de mando de la sociedad; 2) el imaginario social total, que controla el orden simbólico; y 3) los códigos de comportamiento que rigen la vida interpersonal de los individuos que forman parte de esta comunidad.
Comparto plenamente esta definición del racismo del cubano intelectual y estudioso de la negritud Carlos Moore. Son bien conocidas y estudiadas las razones del racismo contra los negros, también los intentos de combatirlo utilizando distintos métodos, desde pacifistas y religiosos, hasta militantes y revolucionarios. También hay mucha teoría sobre el tema y suficientes estudios y disertaciones. Los grandes dirigentes de las luchas de las naciones africanas contra la opresión colonial europea apostaron casi sin excepción por el concepto de Panafricanidad, o sea, la unión táctica y estratégica de sus fuerzas en las luchas por la independencia. Pero como dijo Amílcar Cabral: "un pueblo que se libera del dominio extranjero no será culturalmente libre a no ser que sin complejos y sin subestimar la importancia de las contribuciones positivas de la cultura del opresor y de otras culturas, retome la suya propia". Esto implicaba el cultivo de cada cultura africana con sus particularidades incluidas, independientemente de la unión estratégica.
El término afro se comenzó a utilizar en los Estados Unidos durante las luchas por los derechos civiles a mediados del siglo XX. Diferentes agrupaciones y partidos políticos que se vieron reflejados políticamente en las luchas de liberación del continente africano, en su propia causa contra el racismo y el apartheid existente en gran parte del territorio de la potencia hegemónica, buscaron puntos de comparación y apoyo en las raíces africanas de los discriminados para reafirmar la identidad que el sistema sociopolítico les negaba. En el Caribe, sobre todo en sus islas inglesas, ya se había establecido el movimiento mesiánico y panafricanista de los rastafaris, con su particular interpretación religiosa del libro sagrado del Cristianismo, su misticismo y su propia interpretación de la historia del hombre negro. África era un referente para todos estos movimientos políticos y religiosos, pero desde una visión bastante ideal e irreal de su verdadera realidad, porque África no es un país, sino un continente con 55 Estados (actualmente) y miles de etnias, por lo que simplificar su identidad de la manera en la que muchos hicieron y hacen no aporta nada real a la lucha contra el racismo contra los negros. Los miembros del movimiento intelectual de las islas caribeñas de habla inglesa a mediados del siglo pasado se autodenominaban como NEGROS, a contrapelo de la corriente afro defendida y promocionada por las élites intelectuales y académicas negras de Estados Unidos.
No me gusta el termino afro porque presupone que todos los negros del mundo somos africanos (ignorando nuestras propias culturas), porque me parece un encajonamiento mental que hace que muchos negros que ni nacieron ni viven en África simplemente lo acepten para evitar cuestionarse su verdadera identidad (afrocomplejo) en el país donde viven o nacieron. Porque en estos tiempos de lenguaje políticamente correcto se ha manipulado el término y se usa en lugar del real: NEGRO, que es el que deberíamos enarbolar con orgullo. La andadura de la Humanidad comenzó en África, que tiene una rica historia manipulada y oculta para la mayoría de la gente en Europa, desconocida incluso para muchísimos de los mismos africanos. La infamia de la esclavitud creó una diáspora de negros, sobre todo en las Américas. Ellos tenían lazos culturales con África, pero fueron creando su propia cultura en los diferentes países donde se asentaron, en casi todos los casos sin el menor contacto real con África. Culturas mezcladas, transculturizadas, a pesar del mantenimiento de aspectos de las culturas originales africanas, por lo que alguien como yo, nacido en Cuba, soy el producto de esa mezcla que incluye también aspectos de la cultura del antiguo colonizador tan importantes como el lenguaje.
En el tema del racismo contra los negros hay bastante victimismo en parte de quienes lo sufren acá en Europa. El racismo es una estructura de dominación política-económica, por lo tanto hay que ir a la raíz del problema y acabar de aceptar que no se trata de una cuestión de individuos sino de sistemas sociopolíticos. Nadie nace racista si no es educado en ello, así que encerrarse en guetos mentales y pseudoculturales afros no resolverá el problema. La propia África postcolonial actual está gobernada en casi todos sus países por élites corruptas y políticamente represoras, alentadoras de conflictos étnicos y tribales para mantener su dominación, por lo que la solidaridad panafricanista real es solo un cascarón vacío que desmiente toda la base teórica del concepto afro, tan de moda. Soy de la opinión de que cada negro tiene que luchar por la igualdad y el reconocimiento de sus derechos en el lugar del mundo donde nació, sea el país que sea; que tiene que estar orgulloso de su propia cultura, que tiene que salir del gueto mental y no buscar las respuestas a su propia identidad en África. El color de la piel no significa nada, hay millones de blancos que son tan africanos como los negros. La victoria es cierta, todo el poder para el pueblo.
Benjamín de Asís Sánchez Pérez es informático cubano residente en Suiza, amante de los viajes y desde hace ocho años escribe el blog Ben, un cubano en Europa.
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