Mejor que No haya Ostias
Para el que no sepa, soy un bicho de metro ochenta y siete relleno de algo que pesa casi cien kilos, lo que para un portero de discoteca de moda de El Bronx es algo asi como ser una pelusa del ombligo. Tampoco es de extrañar la envergadura del portero si se tiene en cuenta que en el local estaba medio equipo de los Knicks, sus guardaespaldas y otra serie de elementos de aspecto extraterrestre que superaban lo tridimensional. Mejor que no haya ostias.
Entre gigantes, gorras y chandals, docenas de jamonas contorsionistas movian los solomillos entre cascadas de billetes de dolar y un hip hop atronador; el ron ayudaba a asimilar la escena (Sue´s Rendezvois, 96 Gramatan Avenue).
Al salir, el tremendo vigilante tuvo su punto de humor y se presto a zarandearme para que Charlie Lonegan sacara la foto y cerrar asi una noche del surrealismo mas puro y mas duro. La gracia casi acaba con el alga que desde hace tiempo sustituyo a mi flequillo y hoy ocupa mi cabeza. En El Bronx no se andan con chiquitas.
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