Julia se dio de alta en febrero de este año. Esta alemana, de tan solo 20 años que trabaja en Adobe y estudia en Barcelona, confiesa que cuando llegó a esta ciudad, era un claro ejemplo de los estereotipos por los que se conoce a los de su nacionalidad. Por ejemplo, su obsesión por la puntualidad que le hacía llegar a cualquier cita con cinco minutos de antelación. Se sorprendía al ver como las personas se saludaban con besos y comía patatas en la práctica totalidad de las comidas. Ahora reconoce que ha cambiado. No solo saluda con besos sino que disfruta con una buena comida. Confiesa que lo hace para disfrutar de la vida y que mejor que hacerlo comiendo o cocinando para otras personas. Por eso, no es extraño que forme parte de socialeater. Esta plataforma es una red social basada en la economía colaborativa que pone en contacto a cocineros (profesionales o no) con personas que quieren disfrutar de una buena comida y ampliar su círculo de conocidos.
Como sucede en otras redes sociales de economía colaborativa, los que desarrollan la oferta se denominan anfitriones. Entre ellos hay cocineros profesionales como Brad, nacido en Cincinnati, que antes de instalarse en Barcelona estuvo en San Sebastián e Ibiza y que compagina su pasión por la buena mesa con el póquer. O, cocineros aficionados como Raquel que confiesa que no solo le gusta “muchísimo cocinar, sino comer también, claro” antes de explicar que es una auténtica experta en postres y que también sabe "cocinar de todo como cocina mediterránea o internacional" pero, “siempre intento poner un punto de color y de sabor tropical en los platos que preparo”. Esta brasileña explica que lo hace como una manera de preservar sus orígenes.
A los que, como en el caso de Julia, se sientan a la mesa de estos cocineros se les denomina “foodies” (comensales) y suelen ser en su mayoría turistas que buscan no solo disfrutar de una nueva experiencia y conocer una faceta diferente de la ciudad que visitan, sino conocer nuevas personas que comparten su pasión por el buen comer. Es el caso de Mireia que acaba de regresar a Barcelona tras estar unos años viviendo en Londres. Ahora quiere explorar su ciudad y disfrutar de nuevos amigos a los que conocerá mientras disfruta de una buena comida.
Como bien indica el lema de socialeaters: “¡Meet online, Eat offline!" (queda a través de internet y come en el mundo real) el objetivo de esta red social es el de explorar las posibilidades que ofrece el consumo colaborativo que se basa en compartir y/o intercambiar propiedades y conocimientos, a través de una actividad tan social como es el compartir la comida con personas que no conoces. Este factor social es lo que garantizaría el éxito de esta experiencia. Lo cierto es que en esta plataforma encuentras propuestas realmente apetecibles. Algunas de ellas tan curiosas como las que se ofrecen en un taller de pintura escondido en un edifico de Poblenou donde exploran los vínculos entre la comida y la pintura. Salsas y acuarelas, pinceles y pinzas, finura y firmeza, energía y transformación... ya sea en un plato como en un cuadro. Una experiencia solo para los mas atrevidos a las que se le suma el misterio ya que el lugar exacto de esta comida tan solo se indica a los los “foodies” confirmados.
Otra de las curiosas propuestas que se ofrecen en esta red social es la de disfrutar de un desayuno catalán acompañado de unas vistas privilegiadas de la actuación de los castellers en la Diada Castellera de Sant Fèlix durante la Fiesta Mayor (Festa Major) en Villafranca del Penedés. Como indica Nuria, la anfitriona, es una propuesta pensada para los amantes de los brunchs que tendrán garantizado, no sólo un desayuno copioso, sino una atmósfera festiva cargada de la emoción propia de los grandes acontecimientos.
Lo que nos proponen desde esta red social recuerda a lo que pasó a principios de los años 90 cuando cualquier turista que viajara a Cuba incluía la experiencia de comer en un paladar entre las actividades a incluir en la agenda. Por aquel entonces, la cantidad y los productos que se podían ofertar estaba regulada y limitada por lo que la comida en si no era el único atractivo de estos locales. El formato básico de este negocio era el de sentarse en el comedor de una casa familiar donde se servía comida típica cubana. Allí, lo de menos era lo que te ponían en el plato. Lo más sabroso de la experiencia era conocer a la familia que organizaba la comida y compartir de primera mano con ellos sus historias, sus tradiciones y sus sueños. Son esas cosas que solo pasan al sentarse ante una buena mesa y en buena compañía.
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