
Los tunecinos son muy “de
sentimientos”. Aymen Jemni lo repite una y otra vez sin esforzarse
por esconder una amplia sonrisa cada vez que habla de sus
connacionales. Aunque esté afincado en Barcelona desde 2005, este doctorando de 33 años no constituye una excepción al patrón. “La caída del
presidente Zine el Abdine Ben Alí
en 2011 ha sido como un sueño”, relata, “estoy orgulloso de lo
que hemos logrado”. El profundo cambio que está experimentado el
país, según él, “va a generar muchas oportunidades” y le lleva
a preguntarse si ha llegado la hora de volver.
Jemni nació en Gabès, una de las más
grandes ciudades industriales de Túnez, y llegó a España casi por
casualidad hace ocho años para cursar un máster en ingeniería
electrónica. “Gané una beca para estudiar aquí, pero sobre todo
fue mi familia que me presionó para que saliera del país”,
recuerda. “Creo que tenían miedo de que me pasara algo", revela, "ya que en aquellos años militaba en el sindicato de estudiantes”. Su estancia en la
universidad fue salpicada por manifestaciones que a veces incluso concluyeron con breves detenciones. “Algo normal cuando vives en una
dictadura”, dice, aunque ahora desde el extranjero ponga en entredicho este concepto de normalidad.