Imad pinta explosiones. Comenzó a plasmarlas en lienzos cuando llegó hace un año a Beirut directamente desde Damasco. De la capital siria, azuzada por una guerra que se eterniza, con más de 100.000 muertos en dos años y medio y dos millones de refugiados, se trajo los sonidos, los fragmentos de edificios, coches y escaparates volando por los aires. "Trabajo sobre el concepto de explosión", dice, pero sus cuadros no separecen en nada a la devastación a la que nos tienen acostumbrados las fotografías de portada. "No se trata solo de la explosión material, sino de los sueños, las ideas, la personalidad, los recuerdos, todo salta con cada explosión". Y cada pedazo es un color, por eso sus cuadros de guerra no conocen la dicotomía: la vida no es blanco o negro, tampoco es gris.
Es lo mismo que piensa Raghad Mardini, damascena como el joven Imad Habbab. Hace poco más de dos años, coincidiendo con el estallido del conflicto en su país, decició ponerse manos a la obra y rehabilitar un antiguo edificio otomano en Aley, un pueblo cercano a Beirut. El proyecto acabó convirtiéndose en una residencia para artistas exiliados que llegan a Líbano como refugiados. Y todo empezó con un árbol. Mardini se obsesionó con un olivo que ahora luce rodeado de césped en el fabuloso jardín del Art Residence Aley. "El propietario (del edificio) iba a cortarlo porque estaba enfermo. Estaba completamente seco", subraya, "no sé cómo explicarlo, tenía la sensación de que no estaba muerto, solo sufría por dentro y necesitaba cuidados y amor". Mardini explica así el nacimiento de su propio albergue cultural. En mayo de 2012, por el tiempo en que la crisis sirio tornaba hacia la completa militarización del conflicto, la rehabilitación estaba acabada y su olivo lucía como nuevo.
"Por entonces tenía muchos amigos artistas sirios de Damasco que habían huído a Líbano. Les visité, ví cómo vivían en habitaciones compartidas, con muy poco espacio para vivir, alquilando casas entre cuatro o cinco", recuerda, "tampoco podían hacer arte a causa de los obstáculos emocionales y psicológicos, así que decidí abrir este lugar a los artistas como estudio". Desde entonces han pasado 16 meses, 25 artistas plásticos, cada uno de un lugar y con un estilo propio. Jóvenes y consagrados, algunos inexpertos o simplemente desconectados en un país y una sociedad que no son la suya.
"Solemos decir que esto es como una pequeña Siria", se jacta, "intentamos mostrar que esto es Siria, la Siria real". Mardini, que llegó a Líbano en 2008, asegura que dejar el país propio, aunque sea un país que ya no se parece a lo que recuerda, no es sencillo: "Después de todo, todos somos considerados refugiados aquí, así que si puedes sobrevivir, es mejor quedarse, pero si no es posible, mejor mantenerse entero y no perder la cabeza por lo que ves".
El Art Residence Aley funciona como un punto de partida. Cada acogido puede quedarse hasta un mes en el que recibe alojamiento, material para trabajar, algo de dinero en efectivo y, casi lo más importante, el acceso a la agenda de contactos con galerías, centros culturales y compradores que atesora la mecenas. El único pago de vuelta es dejar una obra antes de marcharse. El éxito ha sido tal que Mardini tiene pendientes 51 solicitudes de asilo por revisar y solo puede acoger a dos personas al mes.
"Algunos vienen directamente de Siria, como Waleed, después de ocho horas viajando, llegó exhausto y pasó dos días solo descansando". Mardini se refiere a Waleed Nezamy, que apenas cargó su coche con unas cuantas pinturas y algunos enseres para coger la autovía que une Damasco y Beirut. En un español que lleva años sin practicar (vivió en Granada y Madrid) se define como un pintor "ocasional". Solo dibuja cuando le llega la inspiración, entre medias puede pasar meses y meses trabajando como interiorista, hasta que la guerra le robó la calma. "No podía seguir allí", reflexiona mirando los pequeños óleos de mujeres desnudas o masturbadas. Mientras, discute sobre las épocas de Picasso y trata de recordar dónde visitó la casa natal de Dalí, al que admira.
"El tipo de arte en el que trabajan aquí (los artistas) es completa libertad y sentimiento de seguridad", insiste la mecenas, "algunos artistas están directamente influenciados por los que está ocurriendo (en Siria), se puede ver en su trabajo. Hay algunas obras que hablan del conflicto directamente y otras que lo hacen de forma indirecta. Pero también hay naturaleza, belleza, esperanza y color. La gente está luchando con más energía y más colores".
Esas son sus armas, lo pinceles empuñados desde afuera. "Hay mucha gente que se ha ido porque no quiere verse metido en algo en lo que no cree, allí están como en una caja, aislados", protesta Mardini, "son gente pacífica que rechaza la islamización y la militarización del conflicto. Y queremos mostrar esa parte".
Hay 2 Comentarios
que preciosidad de estudio con esas columnas y arcos
Publicado por: marc | 11/11/2013 19:34:59
que maravilla que estos artistas tengan un rincon donde ejercer su arte!
Publicado por: Maria Decoracion Jimenez | 16/10/2013 10:15:41