Imad pinta explosiones. Comenzó a plasmarlas en lienzos cuando llegó hace un año a Beirut directamente desde Damasco. De la capital siria, azuzada por una guerra que se eterniza, con más de 100.000 muertos en dos años y medio y dos millones de refugiados, se trajo los sonidos, los fragmentos de edificios, coches y escaparates volando por los aires. "Trabajo sobre el concepto de explosión", dice, pero sus cuadros no separecen en nada a la devastación a la que nos tienen acostumbrados las fotografías de portada. "No se trata solo de la explosión material, sino de los sueños, las ideas, la personalidad, los recuerdos, todo salta con cada explosión". Y cada pedazo es un color, por eso sus cuadros de guerra no conocen la dicotomía: la vida no es blanco o negro, tampoco es gris.