Un adolescente palestino es condenado a 15 años de cárcel en una prisión de máxima seguridad de Israel. En lugar de derrumbarse, aprende a dibujar como forma de sentirse vivo, de soñar con la libertad. Los lápices de colores que le facilitan sus familiares de forma clandestina se convierten en un grito desde la celda. Los dibujos, sacados a escondidas, salen al exterior y se convierten en un símbolo. Esta es la historia que cuenta Crayons of Askalan (Lápices de Askalan), una película de la directora Laila Hotait que puede verse este viernes en la Casa Árabe de Madrid.