Por SARA ESPAÑA
La calle de la Montera tenía ayer más prostitutas de lo habitual. Cerca de 200 personas se manifestaron junto a una treintena de meretrices para reclamar “respeto total a las trabajadoras del sexo”. No se consideran ni víctimas ni esclavas, pero denuncian las condiciones en las que tienen que ejercer la prostitución. Poca higiene y poca seguridad, a lo que añaden presión policial y de vecinos. “No a la persecución, negociación de espacios”, rezaba una gran pancarta en la cabecera de la marcha. Las prostitutas dicen estar "hartas de las multas" que reciben ellas y sus clientes, no por ejercer la prostitución (cuya actividad no está sancionada), sino por otras infracciones.
“Estamos hartas de que se diga que todas somos víctimas de trata y se nos niegue nuestra capacidad de decisión para ejercer esta actividad que, aunque la desarrollamos en condiciones cada vez más penosas, es la actividad que hemos decidido escoger para trabajar”, resumieron en un manifiesto leído al llegar a la Puerta del Sol pasada la una de la tarde. la marcha estaba convocada por el colectivo Hetaira, defensor de los derechos de las prostitutas.
La marcha transcurrió en un ambiente festivo. Música tecno, gritos y lemas que atraían la atención de los curiosos. “Estamos hasta las tetas de políticos chuletas” o “primero pagáis, luego nos insultáis”. Muchos hombres acompañaban la protesta que empezó a medio día en Montera y terminó en la Puerta del Sol frente a la escultura de La Mariblanca. Colectivos homosexuales, como FELGTB y Cogam, y la asamblea Transmaricabollo del 15-M también se unieron.
Muchas de las manifestantes llevaban el rostro cubierto con máscaras de carnaval. Alejandra, subida a unas botas altas negras con elevado tacón y embutida en unas mallas de leopardo, esconde su rostro tras una careta muy colorida con plumas para que no la reconozcan la familia ni los amigos. Tampoco quiere desvelar su apellido. Ejerce la prostitución en Villaverde desde hace siete años y gana al mes entre 2.000 y 3.000 euros. Antes cubría “10 servicios de sexo al día y ahora dos”, se lamenta la mujer.
Alejandra cuenta que últimamente tiene que hacer turno doble por el “acoso que se hace a los clientes con las multas”. “La policía debería investigar a los proxenetas”, responde cuando se le pregunta por las mafias que explotan a mujeres. “No estamos de acuerdo con eso, pero nosotras no estamos explotadas”. Alejandra fue a manifestarse junto a dos compatriotas ecuatorianas que conocía de antes de llegar a España. Durante dos años trabajó sin papeles, limpiando portales. Finalmente, acabó en la prostitución. Pero cambiaría de trabajo si encontrara otro que le proporcionase unos ingresos parecidos. Le preocupa que “el negocio ha decaído” lo que, según su amiga, las obligará a “cambiar de sitio”.