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Mujeres

El aborto y las contorsiones de Ruiz-Gallardón

Por: | 30 de abril de 2013

Aborto
Por mucha convicción que quiera ponerle, está claro que al ministro Alberto Ruiz-Gallardón le están obligando a tragarse un sapo enorme, verde y viscoso como no se han visto en mucho tiempo. El que durante años se ha preocupado de cuidar con esmero la  imagen de moderado y dialogante, incluso de progresista dentro de lo que cabe en el amplio espectro ideológico de la derecha que aglutina el PP, aparece ahora como artífice de la que puede ser la más retrógrada de las contrarreformas, la de la ley del aborto.

Este es un debate que la sociedad española había dado por superado y que ahora pretende reabrir una minoría radicalizada de la Iglesia católica, que tiene secuestrada desde hace tiempo a su cúpula eclesial y que ahora pretende que el Gobierno imponga a toda la sociedad sus muy particulares dogmas de fe. En este envite no solo se dirime un cambio en la legislación sobre el aborto. También se juega hasta dónde está dispuesto el partido que gobierna a dejarse secuestrar a su vez por esa cúpula intransigente. A nadie se le oculta que La Iglesia, con el cardenal Rouco Varela al frente, pretende convertir este pulso legislativo en una demostración de poderío. Si consigue imponer la reforma, demostrará haber recuperado una parte del poder que tuvo durante el franquismo, y que nunca ha dejado de añorar.

Este es el verdadero significado de una reforma que Gallardón trata de disfrazar bajo el manto del convencimiento. Un convencimiento sobrevenido, en todo caso, que hace inevitable pensar en cuántas renuncias y cuántas concesiones tendrá aún que hacer el ministro para poder seguir vivo en la carrera del poder. Solo eso explica la contorsión ideológica que le ha llevado a decir que es su actitud progresista la que le impulsa y a presentar la reforma como una mejora para las mujeres. Quiere cambiar la ley, ha dicho, para defender a la libertad de las mujeres frente a una violencia estructural que las obliga a abortar. Pero, ¿qué libertad? ¿qué violencia?

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Vestidos de mujer contra los ayatolas

Por: | 26 de abril de 2013

Three-Kurd-men
 A la vista de cómo las autoridades de la República Islámica tratan a las iraníes, no me sorprende que haya quien piense que ser mujer es un castigo. Al menos en Irán (aunque lo mismo podría decirse de algunos de sus vecinos). Tal debe de ser el caso de un juez de Marivan, en el Kurdistán iraní, quien el pasado 15 de abril decidió castigar a un supuesto delincuente con un paseíllo por el centro de la ciudad… vestido de mujer. Semejante despropósito ha desatado una campaña en Facebook en la que hombres kurdos se están fotografiando vestidos de mujer, además de protestas de feministas, e incluso una carta de varios diputados a los ministros de Interior y de Justicia.

“Ser una mujer no es algo para castigar o humillar a nadie”, asegura la página creada bajo el título Hombres Kurdos por la Igualdad. Allí puede verse a jóvenes, y menos jóvenes, vestidos casi todos con trajes tradicionales kurdos de mujer, en expresión de solidaridad.

Majid-Tavakoli-001Es una reacción muy parecida a la que se produjo en diciembre de 2009 cuando tras la detención del líder estudiantil Majid Tavakoli. Entonces las autoridades iraníes difundieron una imagen suya con pañuelo y batón (como la ley iraní obliga a que vistan las mujeres en público) y dijeron que había intentado escapar de la universidad vestido de mujer. En realidad, intentaban humillarle (más tarde se supo de que le obligaron a cubrirse para la foto), pero les salió el tiro por la culata. Cientos de hombres se fotografiaron con la cabeza cubierta, a menudo con pañuelos verdes (el color de los reformistas), como respaldo a Tavakoli.

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Muere la última beguina

Por: | 24 de abril de 2013

Beguinas

Murió mientras dormía sin saber que cerraba la última puerta de la existencia de las beguinas. La hermana Marcella Pattyn, fallecida el 14 de abril a los 92 años, era la última representante de la una de las experiencias de vida femeninas más libres de la historia, según los expertos. En la Edad Media, entre la rigidez de los estamentos religiosos, empezaron a aparecer comunas de estas mujeres que iban por libre, eran democráticas y trabajaban para obtener su propio alimento y hacer labores caritativas. Eran comunidades de mujeres espirituales y laicas, entregadas a Dios, pero independientes de la jerarquía eclesiástica y de los hombres.

Surgieron en un momento de sobrepoblación femenina, cuando dos siglos de guerras habían acabado con una gran proporción de los hombres y los conventos estaban colmados como la alternativa al matrimonio o a la clausura. Corría el siglo XII y las comunidades de beguinas, mujeres de todas las clases sociales, empezaron a extenderse en Flandes, Brabante y Renania. Gracias a las labores que hacían para la comunidad, eran enfermeras para los enfermos y desvalidos y maestras para niñas sin recursos, e incluso fueron responsables de numerosas ceremonias litúrgicas, muchas familias adineradas les dejaban herencia y mujeres ricas se instalaban en beguinajes.

La mayoría de hermanas practicaban algún arte, especialmente la música –Pattyn tocaba el banjo, el órgano y el acordeón-, pero también la pintura y la literatura. Los expertos consideran a poetas como Beatriz de Nazaret, Matilde de Madgeburgo y Margarita Porete precursoras de la poesía mística del siglo X VI, además de las primeras en utilizar las lenguas vulgares para sus versos en lugar del latín.

Vivían en celdas, casas o grupos de viviendas, declaradas patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, y podían abandonarlas en cualquier momento para casarse y formar una familia, pero a nivel espiritual no se casaban con nadie más que con Dios y los más desfavorecidos. También formaban partes de estos grupos mujeres casadas que se identificaban con el deseo de llevar una vida de espiritualidad intensa en los beguinajes de sus ciudades.

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El sujetador malvado

Por: | 22 de abril de 2013

 

Algunas de nuestras madres tiraron sus sujetadores a un bidón. Era su forma de protestar contra la elección de Miss América en Atlantic City en 1968. La leyenda dice que los quemaron, junto a pestañas postizas, botes de laca, cazuelas y otros símbolos de la opresión hacia las mujeres. Pero no ocurrió así.

Nosotras, bastante más liberadas, no lo estamos respecto a los artefactos en los que encarcelamos a diario nuestros pechos. Llevarlos o no tiene muchas lecturas.

SujetadorPero yendo al grano corsetero, algunos sostenes son bastante monos y quedan realmente bien. Los hay sexies, elegantes, creadores, a ciertas edades, de canalillo antigravitatorio y garantes de escotazo. Pero su comodidad es inversamente proporcional a su belleza. Al menos en mi experiencia, porque los únicos que llevo como si fueran camisetas son los deportivos. Pueden resultar suaves, pero distan de ser estéticos y encima, a la menor me encuentro con el contenido fuera del recipiente. Para mí, lo del sujetador es un tema de susto o muerte.

Porque uno de los mejores momentos del día, aparte de ponerse el pijama, ducharse u otros placeres que no vamos a discutir aquí, es sentir cómo se alivian los hombros y la piel se esponja bajo la huella del tirante, los aros y el broche. Lanzo el sujetador a la silla y respiro hondo. Nada tiene que ver lo primero con lo segundo, pero es la misma sensación, creo, que tiene mi perra cuando le quito el arnés y se sacude. Hablando de desabrocharse, un compañero me recuerda que el fastidio que supone, en medio de la faena, liberar del sostén a la señora sin cortar el rollo. 

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Los hombres también tenemos género

Por: | 18 de abril de 2013

La lección de esgrima
Todavía hoy a muchos, y también a muchas, les sigue sorprendiendo que me defina como hombre feminista, algo que además en estos tiempos de retrocesos democráticos proclamo con contundencia siempre que puedo. No obstante, a estas alturas debería ser incuestionable que la  igualdad de derechos de mujeres y hombres es un presupuesto ineludible de la democracia. En consecuencia, cualquier demócrata, hombre o mujer, debiera ser feminista, en cuanto que individuo comprometido con el objetivo de que el sexo no sea un obstáculo para el acceso a los bienes y el disfrute de los derechos.  Desde el convencimiento de que el feminismo no es lo contrario al machismo y de que la lucha de aquel no es contra los hombres sino contra el orden social y cultural que representa el patriarcado.  

A diferencia de las mujeres, que llevan siglos cuestionando su lugar en la sociedad y el pacto social que las ha mantenido históricamente discriminadas, los hombres no hemos tenido la necesidad de mirarnos en el espejo y mucho menos de analizar críticamente una estructuras que nos beneficiaban. Como bien sentenció John Stuart Mill, hemos sido educados en la “pedagogía del privilegio” y, por tanto, nos hemos limitado a ejercer el poder en unas estructuras binarias basadas en la supremacía de lo masculino sobre lo femenino. Todo ello además con el respaldo garantista de los ordenamientos jurídicos y desde la identificación de lo universal con lo masculino.

Con ese desigual reparto de posiciones se configuraron los Estados contemporáneos, la teoría de los derechos humanos y hasta las mismas democracias que durante décadas excluyeron a las mujeres de  la plena ciudadanía. Como bien ha analizado el feminismo, el pacto social estuvo precedido de un “contrato sexual” mediante el que se consagró el privado como espacio de sometimiento de las mujeres mientras que en el público nosotros ejercíamos  plenamente los derechos como ciudadanos.

En paralelo se consolidaron dos mundos, el masculino y el femenino, articulados de manera jerárquica y a los que correspondieron valores, hábitos y actitudes concebidos desde la oposición. En este contexto los hombres hemos sido siempre socializados para desempeñar la función de proveedores y para monopolizar la esfera pública.

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Barbie, pesadilla en rosa

Por: | 16 de abril de 2013

Barbie

Tiene más de 50 años, el cabello largo y sedoso, una piel inmaculada, una anatomía imposible y sigue provocando filias y fobias allá por donde pasa. La penúltima polémica viene de México, donde se ha puesto a la venta la versión de la Barbie mexicana: una muñequita morena, vestida de rosa, acompañada de un perro chihuahua, un pasaporte y la controversia. 

"Con un diseño inspirado en mariachis y marimbas, ella está lista para cualquier fiesta. La muñeca lleva un vestido rosa. Incluye pasaporte, estampa del país, un Chihuahua y un cepillo", describe Mattel, la empresa creadora del juguete.

Las redes sociales echaban humo. Que si el vestido regional, que si el perrito chihuahua, que si representa un estereotipo de mujer totalmente alejado de la realidad… Pero lo peor ha sido el pasaporte: resulta que esta mexicana puede viajar por Estados Unidos sin ser arrestada en medio de la reforma de la polémica ley de inmigración que se discute en el país vecino del norte para legalizar a los indocumentados. Esto no ha sentado nada bien a los cibernautas mexicanos de un lado y otro de la frontera.

"¿Viene con un pasaporte para que sepamos que es legal? Totalmente ofensiva la Barbie mexicana @Mattel", escribió @AnniePerezchica. "Barbie mexicana con pasaporte, porque ser indocumentada sería demasiado estereotipado", escribió @RodrigoAcZer.

La mozuelita pertenece a la colección Muñecas del Mundo. La compañía ha tenido que dar explicaciones: se justifica diciendo que es un juguete educativo, que ayuda a las niñas a explorar el mundo, que la muñeca pretende ensalzar las diferencias culturales de cada país, que todas llevan pasaporte, que muchas van acompañadas de mascotas. La Barbie india va vestida con un sari y lleva un mono, la china lleva una panda, la española va vestida de flamenca (¡ole, ole las diferencias culturales: algo tendrán que decir las niñas manchegas o asturianas!). Pero los críticos afirman que aplaude estereotipos anticuados e incluso ofensivos. Periódicos, agencias y redes sociales de medio mundo se han hecho eco de la polémica y algunos hablan de prejuicios y racismo.

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La violación como arma de guerra

Por: | 12 de abril de 2013

Mujeres

La actriz Angelina Jolie ha vuelto a captar la atención mundial, esta vez flanqueada de líderes mundiales, reunidos en la cumbre del G-8 y junto a los que ha pedido el fin de la impunidad ante la violencia sexual en las zonas de guerra. A la costumbre de anunciar grandes iniciativas y promesas por parte de los países más poderosos del planeta, suele acompañarle la no menos tradicional costumbre de incumplirlas. Por eso tal vez, la primera tentación podría ser considerar las palabras de Jolie vacías. Por eso y porque la justicia contra los violadores se dirime en las salas de audiencias y no en lujosas salas de prensa frecuentadas por políticos en la capital británica. La violación como arma de guerra es, sin embargo, un asunto lo suficientemente importante y complejo como para trascender esas inercias diplomáticas.

En el año 2006 recorrí Bosnia buscando a víctimas de violaciones y a testigos. Para mí no fue un trabajo más. Tengo tatuadas en el cerebro las caras y las historias de aquellas mujeres a las que los soldados violaron de forma sistemática a principios de los noventa. Día y noche para que parieran hijos serbios; hijos de la limpieza étnica.

Hasija es una de esas mujeres. Nunca había hablado de lo que le hicieron los hombres con el calcetín en la cabeza en la escuela de Rogatica, pero un día, lejos de su infravivienda y de los atentos oídos de su madre se desplomó y empezó a hablar sentada en una cama de un hotel del centro de Sarajevo. La vergüenza, la culpa, la humillación y el ostracismo social que sufrían muchas de esas mujeres me impactó. Los hombres a los que habían herido o matado durante la guerra se habían convertido en héroes nacionales. Ellas no. Más bien al contrario. Muchas mujeres violadas, heridas en cuerpo y alma no se atrevían si quiera a desvelar su condición de víctimas. Temían que las culparan a ellas, que pensaran que en el fondo “algo habrían hecho” para acabar siendo violadas. A estas alturas.

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John Wayne se ha hecho viejo

Por: | 11 de abril de 2013

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Por LORENZO ESCOT MANGAS y JOSÉ ANDRÉS FERNÁNDEZ CORNEJO

Que en las puertas de los colegios españoles se vean varones ocupándose de sus hijos pequeños ha dejado de ser algo pintoresco. Una de las manifestaciones del avance en la igualdad de género en España es que los varones, o al menos una parte no insignificante de ellos, están accediendo gradualmente a desempeñar tareas de cuidados, que en el pasado eran desempeñadas casi en exclusiva por las mujeres. Así que ver hombres en la puerta del colegio o en la consulta del pediatra ya ha dejado de ser algo excepcional. Ya no llama la atención.

Algunos sociólogos hacen referencia a una “nueva masculinidad”, más flexible y más rica, que incorpora ámbitos de la personalidad, como el afectivo y el de los cuidados, que en el pasado se asociaban en mayor medida con las mujeres. El avance de la igualdad de género, en su misma base, lleva aparejado un proceso en el que los roles de género tradicionales se atenúan o desaparecen. Los roles de género tienen que ver con las creencias culturales hegemónicas acerca de lo que son condiciones y conductas femeninas y masculinas, asumidas (en gran medida de manera no consciente) por mujeres y hombres y que, de una manera acumulativa y sutil, pueden llegar a limitar de una manera sorprendente las pautas y las conductas de los seres humanos. Y esas limitaciones o rigideces se están atenuando para muchos hombres hoy día, con la correspondiente ganancia de matices y calidad de vida que conlleva dejar de ser todo el día John Wayne.

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Thatcher, mujer y política

Por: | 09 de abril de 2013


Margareth Thatcher
"En política, si quieren que se diga algo, pídanselo a un hombre. Si quieren que algo se haga, pídanselo a una mujer". (1982)

Adiós para siempre a la Dama de Hierro. Una mujer que nació con críticas y murió tal como nació, con críticas. Margaret Thatcher desafió a la política de pantalones y corbatas y por eso pasará a la historia. Por hacer precisamente eso, historia. Su medicina fue amarga, sí, demasiado quizás para el mundo al que se atrevía a desafiar. Y pagó con creces esa medicina amarga con el paso de los años... El enemigo estaba dentro, como ella decía, pero no eran los mineros que hicieron de una huelga el conflicto industrial más largo de la historia del sindicalismo en Gran Bretaña. Esa medicina, años después, se volvió contra ella misma.

Thatcher era mujer, y también política. Admirada, y criticada al mismo tiempo, por su valor y su liderazgo. Por una tenacidad impresa en la sangre de sus venas, la misma que la hacía moverse en un terreno de arenas movedizas que le plantaba cara con saña cada día. “Me encanta discutir. Me encanta debatir. No espero de nadie que simplemente se siente aquí y esté de acuerdo conmigo, ese no es su trabajo.” Eso dijo en 1980, palabras sin duda de una persona que sabía lo que quería. Palabras con vida propia. Hoy en día, 33 años después, quien discuta, quien debata y quien no esté de acuerdo con su líder, y se lo haga saber, dentro de los muros inamovibles que estructuran un partido político, probablemente va a la calle. Ese es el riesgo que se puede llegar a correr. Y 33 años antes, Thatcher sabía lo que quería, cuando lo quería y por eso lo hacía.

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La mujer que sangra

Por: | 08 de abril de 2013

Tumblr_m2fo2vUZqj1qlry6to1_250Sangrantes es una antología de poetas —poetisas— pero es, también, un catálogo. Sí, la edición de Luna Miguel publicada por la Editorial Origami es, perfectamente, un catálogo. La sangre, con la que la mujer está tan familiarizada, con la que convive y lucha de forma absolutamente natural, es objeto literario para las veintinueve mujeres que se atreven a darle forma de poema. De la misma manera que la maternidad también es algo que concierne sólo a la mujer y por más que se escriba de o desde ello, sólo viviendo la experiencia se puede saber a ciencia cierta qué se siente, la sangre es uno de los temas más universales dentro del mundo femenino y, también, un tabú: leyendas urbanas, prohibiciones, pudor, asco, morbo. Si digo que esta antología es un catálogo es precisamente porque la sangre parece que sólo está vinculada a la mujer una vez al mes, pero hay muchas más formas de convivir con ella sin necesidad de menstruar. En Sangrantes la sangre va desde la regla hasta el pacto sexual entre dos mujeres, pero también pasa por la maternidad, por el asesinato de las mujeres de Juárez, por el despertar, por la vida, por el cordón umbilical, por donantes, por el parto: un catálogo de sangrado.

Muchos de los poemas de la antología no han sido escritos para dicha publicación, sino rescatados, lo que nos demuestra que es uno de los temas que conviven también artísticamente con estas poetas, que van desde consagradas hasta poetas recién nacidas. ¿Qué encontramos en todas ellas? Probablemente la palabra común a la mayoría es una: herida. La mujer sangra por esa herida y esa herida es la que la mantiene unida a un cierto salvajismo, algo animal. Una vez al mes, la mujer, la poeta, se parte en dos y de esa herida nos muestra que hay vida y que la vida es natural de la misma manera que para ellas lo es la escritura. El dolor, que va asociado a esa herida, también forma parte de este catálogo, y ya en Cristina Peri Rossi, la primera en aparición, habla de que Ser mujer duele pero también que ese dolor te enaltece, te humaniza. Para muchas ese dolor, los ovarios, las punzadas en el vientre, está asociado a la confirmación de la vida, a un acto sagrado, como un ritual del cuerpo, y no renuncian a él, sino que les enseña, las moldea. Para Chantal Maillard, cada veintiocho días se siente cielo abajo, piernas adentro, tan habitada, tan ocupada por ese ser que siento tan otra y es, no obstante, la que más me frecuenta. Esa sangre primera, en la que todos pensamos en un primer momento, es otro ser. Es, incluso, memoria. Angélica Liddell habla de cómo todos pueden ver a los colegiales erectos / si pegan el ojo a la herida. Porque la herida, como ya he dicho líneas arriba, es una imagen frecuente entre las sangrantes.

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Sobre los autores

Tenemos diferentes puntos de vista, distintas edades, diversos perfiles. Somos un grupo de periodistas, especialistas y colaboradores coordinado por Isabel Valdés.

Libros

EL POSMACHO DESCONCERTADO

EL POSMACHO DESCONCERTADO

Ricardo de Querol

“Como quien dice, acabamos de salir de la cueva. No se borran de un plumazo milenios de reparto rígido de papeles, de trogloditas que salían de caza mientras ellas recolectaban y cuidaban de niños y ancianos, de bravos guerreros y abnegadas esposas, de amas de casa confinadas al hogar y hombres que acaparan toda la vida pública, de burkas de todo tipo, de dotes, de pruebas del pañuelo”. Las reflexiones del autor sobre la relación entre los sexos en el siglo XXI publicadas en el blog Mujeres, recopiladas en un libro electrónico. Puedes comprarlo en Amazon y en Google

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