Por ALMUDENA GRANDES
La autora escribe este prólogo al libro Manual sobre el aborto, de Carmen Martínez Ten, Isabel Serrano y Concha Cifrián, editado por Catarata.
Mari Carmen Talavera y Savita Halappanar. Estos dos nombres han acompañado a las autoras de este libro en el proceso de su escritura. Identifican a dos mujeres muy diferentes, de nacionalidades, oficios y experiencias dispares, igualadas sin embargo por la misma tragedia. Ambas están muertas porque no pudieron interrumpir su embarazo en las condiciones de dignidad, seguridad y asistencia sanitaria que habrían asegurado, sin ninguna dificultad, su supervivencia.
Mari Carmen Talavera era española y murió en Madrid en 1985 —el mismo año en el que salió adelante la primera ley de supuestos, que legalizó la interrupción voluntaria del embarazo en nuestro país— a causa de un aborto clandestino, como tantas otras, durante tantos siglos. Savita Halappanar, ciudadana irlandesa de origen hindú, murió en el Hospital Universitario de Galway, en la República de Irlanda, en octubre de 2012. Los mismos médicos que la informaron de que estaba sufriendo un aborto espontáneo, se negaron a intervenir, alegando que el corazón del feto aún latía y que estaban en un país católico. Su pasividad provocó una septicemia que acabó con la vida de una joven sana de 31 años.
Si estas dos víctimas no hubieran sido mujeres a las que se negó el derecho a interrumpir libremente su embarazo, sus muertes habrían sido consideradas como homicidios. El primero, involuntario y por acción. El segundo, voluntario y por omisión. Como son mujeres que abortaron, mucha gente despiadada, por más que se considere a sí misma buena y compasiva, les concedería a duras penas el calificativo de víctimas de sí mismas.