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Mujeres

Valientes y putas

Por: | 24 de febrero de 2015

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Rubén Castro celebra, sin camiseta, un gol al Celta (Julio Muñoz, EFE).

Por EDUARDO RODRIGÁLVAREZ

Si hubiera un ranking de insultos escuchados en un campo de fútbol español, yo me jugaría una mano a que el primer lugar lo ocuparía "hijo de puta". Cierto que en ello influye que en el fútbol el árbitro es el punto de referencia de todas las maldades, el Lucifer frente al paraíso feliz de los aficionados, pero como es un hombre (las mujeres árbitro son aún estadísticamente anecdóticas), una parte del público, más numerosa de lo que se quiere hacer creer, se acuerda siempre de su madre, porque hijo de puta es un insulto muy español que se usa incluso en tono coloquial. El hecho de que a los árbitros se les conozca por sus dos apellidos -y no a los futbolistas ni a los entrenadores- explica suficientemente las cosas.

Los cánticos de un sector del Gol Sur del Benito Villamarín la pasada semana contra la ex novia del jugador Rubén Castro, acusado de cuatro delitos de malos tratos y uno de amenazas por los que el fiscal pide dos años y un día de cárcel, indican que el machismo violento es una herida más profunda de lo que parece y que difícilmente sana con agua oxigenada y mercromina. "Rubén alé, Rubén alé, no es culpa tuya, es una puta, lo hiciste bien" más que un cántico horroroso, es todo un manual del machito violento. "Alé, alé", es vuélvelo a hacer; "no es culpa tuya", es aquello de pega a tu mujer aunque no sepas por qué, ya lo sabrá ella; "es una puta", es el recurso habitual de la moral de los puteros; "lo hiciste bien", es pura y llanamente una incitación al maltrato, una legitimación de la violencia.

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Sga

Jennifer Garner y Cate Blanchett en la alfombra de los premios SGA. / Mario Anzuoni | REUTERS

¿Se imaginan a Benedict Cumberbatch hablando sobre lo perfecta que es su manicura y mostrando sus dedos a la cámara? ¿A Michael Keaton girando sobre sí mismo en una delicada y medida pirueta para enseñar su esmoquin?  ¿A Eddie Redmayne hablando del gel y la técnica para construir o deconstruir su peinado? No, ¿verdad? Sin embargo, eso es a lo que se enfrentan, cada alfombra roja, las celebridades femeninas de todo el mundo.

Sexista. Ridículo. Y tan habitual como la historia de esa industria. Nunca ha dejado de ocurrir. Ahora se acercan los Oscar, y la polémica creada en los Premios del Sindicato de Actores (SAG) el pasado 25 de enero ha avivado el debate sobre las preguntas que los periodistas hacen a las mujeres que tienen que encarar ese pequeño paseo bajo la lupa feroz de los medios de comunicación.

Desde lo saludable de las puntas del pelo y el color del tinte hasta los centímetros del tacón del zapato. Todo es examinado, escrutado y criticado. Y ese plano general empeora en el lugar en el que ellas se paran para las entrevistas. En los últimos premios Goya, Jesús María Montes-Fernández, el experto en moda que estaba en el plató de TVE, comentó sobre Juana Acosta: “Volvemos a ver a Juana Acosta, racial, colombiana pero guapísima, parece española, ¿no?, esta racialidad del sur...”. No era el primer comentario machista de la noche, ni fue el último, pero sí uno de los más controvertidos.

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Una vez la virilidad

Por: | 16 de febrero de 2015

 

Neuman
Andrés Neuman, fotografiado por Gorka Lejarcegi

A diferencia de las escritoras, no es muy habitual que los narradores masculinos se interroguen por su propia identidad de género. Crecidos en un orden cultural que históricamente ha identificado lo masculino con lo universal, y en el que los hombres hemos gozado de todos los privilegios, los escritores no han tenido la necesidad de mirarse en el espejo y de descubrir que, parafraseando a la Beauvoir, nosotros tampoco nacemos, sino que nos hacemos.

Los autores masculinos no han dejado de interrogarse sobre todos los rincones de la existencia, incluidas también las mujeres y sus relaciones con ellas, pero no se han preocupado de cuestionarse el porqué de una virilidad obligatoria. Por supuesto que encontramos magníficos retratos de los excesos de esa identidad -baste con recordar por ejemplo a Norman Mailer y Los tipos duros no bailan-, pero echamos en falta miradas que supongan una reflexión crítica sobre la carga que también ha supuesto y supone para muchos cumplir los cánones que marca el patriarcado.

El argentino-granadino Andrés Neuman es sin duda una excepción. En su reeditada y reescrita novela Una vez Argentina el narrador, que por supuesto tiene mucho de él mismo, se interroga insistentemente sobre unas estructuras culturales que le hacen ser hombre de una determinada manera. En este libro, que es una especie de memoria paralela de su familia y de su país, y en el que se entremezclan personajes e historias y en el que se hilvanan cuentos y hasta poemas, detectamos una voz masculina inquieta ante el modelo que se espera que satisfaga, incómoda en muchas ocasiones ante los imperativos de género, rompedora incluso con las expectativas que difícilmente cumple.

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Unos Goya muy machos

Por: | 12 de febrero de 2015

El actor Antonio Banderas y su Goya de Honor. EFE

La misma semana que Isabel Coixet, muy bien acompañada por la siempre luminosa Juliette Binoche, actriz principal de su último filme, Nadie quiere la noche, inauguraba la Berlinale siendo ni más ni menos que el primer cineasta español en hacerlo, se celebraba aquí la 29ª edición de los Premios Goya, que consagra lo mejor que ha dado nuestro cine en el año que dejamos atrás y que, por lo visto, abunda en testosterona, aunque Torrente 5 no estuviera entre las candidatas. Que nuestra Coixet diera en Berlín el pistoletazo de salida no es moco de pavo, ni tampoco que en esta 65ª edición, tal como dijo su director, Dieter Kosslick, las películas a concurso mostraran “mujeres fuertes en situaciones extremas”.

Chicas aguerridas que van desde la protagonista del drama histórico Queen of the Desert, donde Nicole Kidman interpreta a la viajera británica Gertrude Bell, hasta la exploradora Josephine Peary, que encarna una Binoche envuelta en pieles, como manda el gélido Polo Norte. Ejemplos de mujeres valientes que se someterán al dictamen de un jurado paritario cuyos nombres femeninos son la directora Claudia Llosa (ganadora en 2009 del Oso de Oro), la actriz Audrey Tatou y la productora Marta de Laurentiis. Una paridad que es cierto que de poco servirá si de entre 23 sólo compiten en la sección oficial tres películas de mujer, pero que se agradece y es una clara apuesta de futuro.

¿Y qué sucede con nuestro cine patrio? ¿Qué ha sucedido en el que se dice que ha sido, en cifras, su mejor año? Todos y todas celebramos una cuota de mercado del 25,5%, una recaudación de 123 millones (la mayor hasta la fecha) y 21 millones de espectadores; pero ¿a qué precio? Ya sabemos que a la industria del cine español le importa bien poco fomentar el cine hecho por mujeres en sus tres modalidades clave (dirección, producción y guión), como ya demostró el Informe 2014 del Observatorio Cultural de Género en el ámbito catalán, extrapolable al estatal. Y ahora sabemos que además celebra un cine hecho exclusivamente de persecuciones, peleas y mucho pelo en pecho, y donde la representación de las mujeres es casi accidental, contrapunto necesario para el argumento y poco más, o bien tóxica y nada ejemplar.

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 Elena FortúnLas dos 'cartas a la mujer tinerfeña' que se reproducen en este post se publicaron en el diario canario 'La Prensa' en 1926 y forman parte de 'El camino es nuestro', de Elena Fortún (Madrid,1886–1952) y Matilde Ras (Tarragona, 1881-1969). El libro reúne textos de estas dos escritoras de vanguardia y pioneras del feminismo en España, seleccionados por Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, y se publica en la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander, que dirige Javier Expósito Lorenzo.

La obra de Elena Fortún, seudónimo de Encarnación Aragoneses Urquijo, inspiró a autores como Jaime Gil de Biedma y Carmen Martín Gaite. Su personaje más popular fue Celia, nacida en la revista 'Blanco y Negro', que protagonizó una serie de novelas infantiles y que el cineasta José Luis Borau llevó a televisión en los años noventa.

 

Cartas a la mujer tinerfeña I

Elena Fortún (3 de abril de 1926)

Lectora amiga:

Deseaba encontrarme frente a ti hace mucho tiempo, casi tanto como el que he dejado de verte. He vivido dos años a tu lado, y tú, tan dulce, tan humilde, tan maternal, me has enseñado a amar todas las cosas de un modo más suave y apacible. Estoy, pues, en deuda contigo y quiero pagarte del único modo con que las deudas de amor se pagan: con amor.

Quiero hablarte de mis paisanas, y que sepas de sus inquietudes. Hay ahora una efervescencia en el mundo femenino de la que no puedes estar tú alejada; la mujer empieza a ser consciente de su misión y sale de su hogar con el ánimo de redimir a los débiles, de auxiliar a los niños y a los ancianos, de remediar lo que los hombres han abandonado ya como irremediable.

Con estas mujeres, que tratan de serlo cumpliendo su alta misión de amor, hay otras más inconscientes o más infantiles, y así, en este revuelo femenino están el fox junto al mitin feminista, el mah-jong mezclado con la conferencia y el Club de Mujeres con el cigarrillo, el voto y el abolicionismo. No hay que desanimarse por ello; esta inquietud vibrante y nerviosa es siempre la que precede a las grandes determinaciones. Es la mitad del género humano, hasta ahora recluido en su hogar, el que quiere resolver los problemas para los que el hombre no ha encontrado solución.

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De esos Hamlet este Tenorio

Por: | 04 de febrero de 2015

Sarah Bernhardt caracterizada como Hamlet en una fotografía de 1899.

A día de hoy, condenado el cine a adelgazar sus presupuestos hasta la anorexia y a medirse cara a cara con la taquilla, el teatro (a pesar de la espada de Damocles del IVA devastador) emerge como el gran lenguaje de la contestación, el arma más afilada para el desacato. Un instrumento de empoderamiento al que no es ajeno el sesgo feminista, que cual mancha de aceite se traduce –¡y que dure!- en un amplio espectro de manifestaciones (de las luchas contra la brecha salarial a la batalla por la paridad, incluidas por supuesto las nuevas masculinidades).

Dramaturgos/as, directores/as, actores y actrices se ponen al servicio de causas y empeños varios con tanto afán como en los agitados años de La torna. Unos optan por revistar desde la falta de complacencia figuras intocables (como la María Magdalena que Blanca Portillo encarna en El testamento de María, dirigida por Agustí Villaronga), otros por pisarle los pies a la actualidad desde la indignación (como en Ruz-Bárcenas, Alberto San Juan mediante, desde el Teatro del Barrio). A su vez, insistiendo en el sesgo feminista, recientemente apuestas teatrales de altura han optado por escoger a actrices para representar papeles masculinos. Y no hablamos de azarosos secundarios, sino de protagonistas la elección de cuyo sexo se revela crucial. ¿Ganas de epatar a la crítica, voluntad de retorcerle el pescuezo a los textos clásicos o de dar un impulso a una nueva manera de estar en el mundo desde el espíritu crítico?

Vimos en su día precisamente a esa gran actriz que es Portillo enfundada en la personalidad de un musculado Hamlet, en ese caso bajo la batuta de Tomaz Pandur; aunque antes ya había interpretado al inquisidor Bocanegra en Alatriste, película dirigida por Agustín Díaz Yanes. Después disfrutamos de su desgarrada interpretación como príncipe Segismundo en la adaptación de Juan Mayorga de La vida es sueño, que dirigió Helena Pimenta. Y ahora va y se atreve a dirigir Don Juan Tenorio en la adaptación del texto de Zorilla del mencionado Mayorga, quizás nuestro dramaturgo más valioso. Pero no para enfundarse en su piel, sino para darle la vuelta a la historia del Tenorio como a un calcetín, que no es cosa baladí en lo que a los arquetipos y a la guerra de sexos se refiere.

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Sobre los autores

Tenemos diferentes puntos de vista, distintas edades, diversos perfiles. Somos un grupo de periodistas, especialistas y colaboradores coordinado por Isabel Valdés.

Libros

EL POSMACHO DESCONCERTADO

EL POSMACHO DESCONCERTADO

Ricardo de Querol

“Como quien dice, acabamos de salir de la cueva. No se borran de un plumazo milenios de reparto rígido de papeles, de trogloditas que salían de caza mientras ellas recolectaban y cuidaban de niños y ancianos, de bravos guerreros y abnegadas esposas, de amas de casa confinadas al hogar y hombres que acaparan toda la vida pública, de burkas de todo tipo, de dotes, de pruebas del pañuelo”. Las reflexiones del autor sobre la relación entre los sexos en el siglo XXI publicadas en el blog Mujeres, recopiladas en un libro electrónico. Puedes comprarlo en Amazon y en Google

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