Por JUAN JOSÉ TAMAYO y OCTAVIO SALAZAR
No corren tiempos favorables a la igualdad. Las desigualdades de todo tipo se ciernen por doquier: políticas, sociales, económicas, culturales, étnicas, de género, etc. Pero también existen movimientos cada vez más numerosos que luchan por la igualdad de género, la justicia económica y ecológico y el reconocimiento de las diferencias en un clima de diálogo intercultural, interreligioso e interétnico. Precisamente por eso es más necesario que nunca recuperar propuestas utópicas, ensayar nuevas políticas y reflexionar críticamente sobre el orden político, económico, moral y cultural sobre el que se construye la convivencia.
En un contexto en el que, gracias a las indudables conquistas jurídicas alcanzadas en países como el nuestro, vivimos en una especie de “espejismo de igualdad”, es urgente que desde el feminismo nos sigamos planteando todo lo que nos queda por hacer. Después de un siglo XX de múltiples construcciones teóricas en torno a las diferentes identidades y subjetividades, urge una reflexión serena, pero activa, sobre los principales retos que el feminismo tiene planteados en un mundo donde la alianza capitalismo/patriarcado/colonialismo/depredación de la naturaleza se torna especialmente férrea.
En esta reflexión hay que incorporar la mirada múltiple del feminismo que hemos de conjugar en plural. Son muchos los feminismos que, compartiendo un tronco común, se proyectan en diferentes caminos de emancipación, lo que requiere, sin imponer la uniformidad, establecer alianzas y crear redes entre ellos. Es necesario avanzar en la construcción de un feminismo transnacional, no etnocéntrico, poscolonial, en el que quepan todas las diversidades del planeta, sin que desemboquen en desigualdades.