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Mujeres

Contra el neoliberalismo sexual

Por: | 04 de noviembre de 2015

 El último libro de la profesora Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual, nos interpela directamente a nosotros -“Agradeceríamos a nuestros hermanos, los hombres, que se sentaran a pensar quiénes son, qué hace la sociedad patriarcal con ellos y qué quieren llegar a ser, que plantaran cara a lo que el sistema espera de ellos”- , tras haberse preguntado “dónde está el hombre nuevo”. Esa es una de las conclusiones a las que llega la filósofa feminista tras haber reflexionado sobre la perversión de un momento histórico en el que vivimos “sociedades formalmente igualitarias” pero en las que asistimos a una permanente reproducción de las relaciones de poder propias del patriarcado.

Un orden cultural y simbólico que se ha convertido, siguiendo la brillante categorización de Alicia Puleo, en un “patriarcado por consentimiento”, es decir, en un orden que propicia la aceptación de la desigualdad mediante la socialización diferencial encubierta, las arraigadas prácticas discriminatorias en el mercado laboral y la difusión de mitos patriarcales a través de los medios de comunicación. Esta suma de factores ha visto potenciadas sus negativas consecuencias en un momento en el que, con el pretexto de la crisis económica y la "necesidad" de políticas de austeridad, se está abriendo la puerta a una cada vez más descarada discriminación, directa e indirecta, de la mitad de la Humanidad.

El subtítulo del libro, El mito de la libre elección, nos sitúa ante la clave a la que pretende dar respuesta la autora, que no es otra que la conversión de una aparente libertad “en igualdad de condiciones” en la justificación perversa de la prórroga de un sistema sexo/género que continúa situando a las mujeres en inferioridad de condiciones.

Por más que muchas de ellas se crean libres hasta para equivocarse y por más que algunos nos hagan creer interesadamente que hemos alcanzado la plena igualdad. La libertad que no atiende a los condicionantes estructurales, y que por tanto permanece ciega a la subordiscriminación que sufren las mujeres, se ha convertido en el lazo perfecto que suma las prepotencias del mercado con los poderes masculinos. Un contexto en el que asistimos a la vuelta del rosa y del azul, es decir, a una socialización diferenciada en razón del sexo y en el que el mercado continúa convirtiendo, ahora con más radicalidad que nunca, el cuerpo de las mujeres en cuerpos disponibles para ser usados, disfrutados o maltratados por la mitad masculina.

Ana de Miguel analiza tres ámbitos en los que en la actualidad no solo se prorrogan, sino que incluso se potencian, los esquemas patriarcales: el amor, el sexo y la prostitución. Este triángulo de la virilidad hegemónica continúa frenando la autonomía de las mujeres, cosificándolas y haciéndolas parte de relaciones en las que falta reciprocidad. Todo ello mientras aumentan los discursos que justifican ciertas prácticas en nombre de una pretendida liberación sexual -que responde a los intereses del varón como sujeto dominante– y que incluso justifican la prostitución identificándola como una mera prestación de servicios. De esta manera, y como dice Celia Amorós, el cuerpo de las mujeres continúa siendo el libro abierto donde se inscriben las reglas del patriarcado.

La autora analiza como las niñas siguen siendo marcadas por razón de su sexo desde que nacen – los agujeros en las orejas para los pendientes, el apellido paterno en el nombre– y como sus compañeros varones se socializan, sin que se produzca ruptura entre los valores que reciben en la adolescencia y los que se espera de ellos en la edad adulta, en los itinerarios clásicos de la masculinidad tradicional. De esta manera, continuamos alimentando el binomio masculino/femenino, la lógica de la complementariedad y las relaciones de poder que durante siglos han definido las subjetividades masculina y femenina. Precisamente por ello es necesario, como bien hace la autora, analizar de dónde venimos y cómo el feminismo se ha ido construyendo históricamente no solo como un movimiento reivindicativo sino también como una propuesta crítica del orden establecido.

Justo en unos momentos en los que sometemos a crítica unos sistemas democráticos tan imperfectos, en los que aparecen nuevos movimientos sociales (que sin embargo en cuestiones de género se parecen tanto a los viejos) y en los que muchos sentimos la necesidad de transformar radicalmente nuestra manera de construirnos y relacionarnos, tanto en lo privado como en lo público, es más necesario que nunca analizar con perspectiva de género lo que está pasando y lo que nos está pasando. Ello supone reaccionar frente a las posiciones neomachistas y por supuesto frente a los privilegios masculinos. Porque, como bien concluye Ana de Miguel en el último capítulo, “sin conocer y debatir la visión feminista del ser humano, no puede haber una transformación social profunda, capaz de cambiar el rumbo desbocado de esta crisis social”

Lo que hemos de evitar en todo caso es que, como ha pasado en tantos momentos de la historia, las mujeres vuelvan a ser las grandes traicionadas en los procesos que se abren en búsqueda de mayor justicia y de mejores garantías de los derechos fundamentales del individuo. De ahí que, el feminismo, que mucho más que una teoría, o que un movimiento de lucha, o que una llave para sumar energías y crear redes, es un auténtico “estilo de vida”, deba convertirse en la herramienta esencial para mejorar no solo la vida de las mujeres, sino de toda la comunidad.

Algo de lo que deberíamos tomar buena nota los varones que hace tiempo que tendríamos que habernos posicionado como cómplices y compañeros de las que, por ejemplo, por el simple hecho de ser mujeres comparten el riesgo de sufrir todo tipo de violencias. Debería ser pues una exigencia ética consustancial a nuestro corazón de demócratas. De ahí que la respuesta  a la invitación final de Ana admita solo una respuesta posible. El “¡Ven con nosotras!” con el que se cierra este necesario libro ha de llevarnos a asumir, no solo como pancarta, sino también como vivencia personal y ciudadana, que solo desde la igualdad sustancial de mujeres y hombres será posible una “democracia avanzada”. Lo contrario supondrá hacerle el juego cómplice a la despiadada alianza de neoliberalismo y  patriarcado, la cual insiste en hacernos creer que las mujeres son libres incluso para continuar sometidas a los dictados del patriarca.

Neoliberalismo sexual, El mito de la libre elección. Ana de Miguel, Madrid, Cátedra, 2015. 352 páginas. 17,99 euros.

Hay 2 Comentarios

No, Ramón la dualidad natural consiste en la convivencia de ambas facetas. Lo que es grande para una hormiga es pequeño para un elefante, lo rápido para una tortuga es lento para un halcón. La fortaleza de unos es la debilidad de otros. Lo feo y lo bello, lo bueno y lo malo, eso son invenciones humanas con el fin de describir lo que nos gusta o no, lo aceptable o inaceptable. Y son subjetivas. No está nada claro aquello de que lo femenino es afectivo y lo masculino racional. Es imposible saber hasta qué punto llegan las diferencias biológicas (que varían más entre individuos que entre sexos) y hasta dónde llegan las sociales, los mitos, los tópicos.
Mi sexo no define mi persona más allá de lo puramente físico, el género es mucho más que una identificación de ciertas cualidades con un sexo concreto y muestra un abanico de posibilidades mucho más amplio de lo que expone tu supuesta dualidad natural.
Ojalá entendieses que tampoco ni tu sexo te define como ser racional por encima de lo que lo es cualquier otro ser humano, hombre o mujer. Ni te impide ser igual de afectivo.
No somos las únicas encerradas en un roll. Ojalá más hombres lograsen ver como esa visión arcaica de masculinidad los oprime y moldea y tomasen conciencia de que la igualdad nos beneficia a todos.

La dualidad es una ley natural... bien y mal, alto y bajo, grande y pequeño, bello y feo, fuerte y débil, rápido y lento, etc., etc. Luego, masculino y femenino, es una dualidad natural que nada tiene que ver con ser mejor o peor. El problema está en la visión que se tiene de la existencia. Está claro que en lo femenino impera lo afectivo y en lo masculino impera lo racional, lo cual no significa que la otra parte carezca de afectividad o de racionalidad.

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“Como quien dice, acabamos de salir de la cueva. No se borran de un plumazo milenios de reparto rígido de papeles, de trogloditas que salían de caza mientras ellas recolectaban y cuidaban de niños y ancianos, de bravos guerreros y abnegadas esposas, de amas de casa confinadas al hogar y hombres que acaparan toda la vida pública, de burkas de todo tipo, de dotes, de pruebas del pañuelo”. Las reflexiones del autor sobre la relación entre los sexos en el siglo XXI publicadas en el blog Mujeres, recopiladas en un libro electrónico. Puedes comprarlo en Amazon y en Google

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