Verano 01, de la serie Sinapsis. / Mapi Rivera
Por CONCHA MAYORDOMO
La aparición (o la ausencia) de luz en una obra artística es el detonante que permite el acercamiento del espectador al objeto, la visión del espacio dentro y fuera de la obra determina su presencia, pero cuando la luz es precisamente el motivo principal, la perspectiva de la representación cambia totalmente. La luz en la pintura, en la escultura, en las performances, en las instalaciones artísticas… es fundamental, pero es precisamente en el vídeo y en la fotografía la forma determinante de su ser.
Según profesionales del mundo fotográfico el momento mágico de la percepción visual es captar el rayo de luz, bien por una rendija, a través de algún artilugio en extraño ángulo o ingeniosamente proyectada como lo hace Soledad Sevilla en varias de sus obras, o un reflejo inesperado que multiplica elementos hasta el infinito en obras de Paloma Navares, también la luz artificial es un recurso de permanente investigación en la obra de Eugènia Balcells, pero la aparición inesperada de un relámpago en el objetivo es un instante realmente fascinante ya que, como es sabido, la luz es el elemento existente más veloz, naturalmente la óptica ha dado pasos de gigantes en este sentido, como también lo han hecho las técnicas de digitalización, pero la imagen congelada de un rayo nunca está exenta de emoción. Con ese momento trabajó el artista norteamericano recientemente fallecido Walter de María en su obra gigantesca The Lightning Field (Campo de relámpagos) de 1977, pero hay una artista visual española que en esta materia tiene una obra realmente peculiar y sorprendente.