Después de soportar una soporífera campaña electoral casi monopolizada por sujetos del sexo masculino, volví con más interés si cabe a las páginas de ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, el estupendo libro que Katrine Marçal ha escrito mirando la economía con las “gafas violetas” del feminismo. Un libro que, me temo, mis colegas varones, monopolizadores del debate público, no han leído, de la misma manera que parecen ignorar las brillantes aportaciones que en las últimas décadas se han hecho desde la teoría económica feminista. De ahí que no nos debiera extrañar a estas alturas que, tal y como hemos comprobado en la campaña electoral eterna que acaba de finalizar, no solo las mujeres hayan estado ausentes en cuanto sujetas con poderío, que diría Marcela Lagarde, sino que también lo ha estado el “género”, entendido como marco de las relaciones de poder que continúan condicionando las relaciones entre nosotros y ellas. A lo que habría que sumar la práctica ignorancia de dramas como la violencia de género o, en general, de las múltiples violencias –sexuales, económicas, laborales, personales, simbólicas– que continúa sufriendo la mitad de la ciudadanía.
Katrine Marçal, que es la jefa de opinión de Aftonbladet, el principal periódico de Suecia, hace justo lo contrario de lo que han hecho nuestros candidatos en estos tediosos días de campaña: poner en valor la singular contribución de las mujeres a la economía de los países y criticar el “hombre económico” en cuanto paradigma del sujeto individual y con derechos en los modernos Estados constitucionales. Su libro es pues una crítica en toda regla a una alianza, la que se refuerza día a día entre patriarcado y neoliberalismo, que genera una brutal desigualdad y que muy especialmente continúa situando a la mitad femenina en condiciones de mayor vulnerabilidad.