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Mujeres

¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?

Por: | 30 de junio de 2016

Quién le hacía la cena a Adam Smith
Después de soportar una soporífera campaña electoral casi monopolizada por sujetos del sexo masculino, volví con más interés si cabe a las páginas de ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?, el estupendo libro que Katrine Marçal ha escrito mirando la economía con las “gafas violetas” del feminismo.  Un libro que, me temo, mis colegas varones, monopolizadores del debate público, no han leído, de la misma manera que parecen ignorar las brillantes aportaciones que en las últimas décadas se han hecho desde la teoría económica feminista. De ahí que no nos debiera extrañar a estas alturas que, tal y como hemos comprobado en la campaña electoral eterna que acaba de finalizar, no solo las mujeres hayan estado ausentes en cuanto sujetas con poderío, que diría Marcela Lagarde, sino que también lo ha estado el “género”, entendido como marco de las relaciones de poder que continúan condicionando las relaciones entre nosotros y ellas. A lo que habría que sumar la práctica ignorancia de dramas como la violencia de género o, en general, de las múltiples violencias –sexuales, económicas, laborales, personales, simbólicas– que continúa sufriendo la mitad de la ciudadanía.

Katrine Marçal, que es la jefa de opinión de Aftonbladet, el principal periódico de Suecia, hace justo lo contrario de lo que han hecho nuestros candidatos en estos tediosos días de campaña: poner en valor la singular contribución de las mujeres a la economía de los países y criticar el “hombre económico” en cuanto paradigma del sujeto individual y con derechos en los modernos Estados constitucionales. Su libro es pues una crítica en toda regla a una alianza, la que se refuerza día a día entre patriarcado y neoliberalismo, que genera una brutal desigualdad y que muy especialmente continúa situando a la mitad femenina en condiciones de mayor vulnerabilidad.

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Sí, quiero ser gay cuando juego

Por: | 27 de junio de 2016

Thelastofus

Ellie y Riley, personajes del videojuego The last of us.

Por ÁNGEL LUIS SUCASAS

Me llamo Arthur y soy director y productor de cine en los años 50. Estoy a punto de terminar mi primera película, El tercer sol, una fábula fantástica con el amor entre una hechicera y una campesina como centro de mi película. Amo la libertad, la mía y la de cualquiera. Cuando vinieron a preguntarme por mis amigos, por cuáles eran rojos y cuáles buenos americanos, los mandé a paseo. Y ahora, tras sentirme atraído por mi protagonista femenina, Vera, una ella, descubro que en realidad quiero a Zeke, operario. Y un él.

Me llamo Ángel y, al otro lado de la pantalla —smartphone, en este caso, el juego se llama Hollywood Visionary y te deja crear tu propia película en la época de la blacklist—, soy periodista. Heterosexual, si es que queremos aplicarle las etiquetas por las que nos regimos, algo que no quiere decir nada más que (hasta ahora) nunca me ha atraído ni sexual ni románticamente un hombre. Casado y con un hijo en camino. Pero cuando juego, es decir, cuando me convierto en otro alguien, no me importa enamorarme de un operario de Hollywood si siento que esa es la elección adecuada para mi personaje. No me crea ningún complejo tampoco. Es más, me ayuda a entender una perspectiva distinta a la mía. Y no puedo agradecerlo más.

La suerte es que el videojuego ahora me lo permite. Y me lo permite porque vive una revolución cultural que nada tiene que envidiar a lo que fue la Nouvelle Vague o, más aún, la contracultura de los sesenta. Ha estado dominado por un arquetipo humano —el héroe caucásico, musculoso, ligón y heterosexual— durante varias décadas y está eclosionando ahora, tanto para el gran como para el pequeño público, en una diversidad de opciones tan grande como las que ofrece la vida. Cualquier calle en cualquier ciudad con todos sus miles de rostros.

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Matar mujeres es un pecado imperdonable

Por: | 23 de junio de 2016

Postangeles

El marido de Muqaddas Bibi enseña una fotografía de ellos dos. / Khurram Butt (AFP)

Matar mujeres es un pecado. ¿No es obvio? Parece que en Pakistán no tanto. Al menos en algunas familias que las ven como una propiedad con la que pueden negociar un buen matrimonio y el correspondiente beneficio de la dote. Pero tras los últimos casos de jóvenes quemadas vivas por querer elegir marido hay algunos signos de esperanza. Medio centenar de ulemas han respaldado una fetua que declara “contrario al islam” y “pecado imperdonable” el asesinato de mujeres y niñas bajo el pretexto de un malentendido honor. E incluso el atávico Consejo de Ideología Islámica (CII) se ha mostrado de acuerdo y señala que nadie puede tomarse la justicia por su mano.

El gesto constituye una sorpresa viniendo del mismo órgano que el mes pasado condonó ciertas circunstancias en las que un marido está autorizado a pegar a su mujer. Da la impresión de que intentara lavar su imagen tras la andanada de críticas que recibió a raíz de aquel informe. El CII, que se financia con dinero público y tiene por objeto aconsejar al Gobierno desde la perspectiva religiosa, recuerda no obstante que ya condenó esos crímenes en 1999.

Sin embargo, los edictos religiosos y las advertencias de los altos consejos de clérigos han llegado demasiado tarde para Muqaddas Bibi. La joven de 22 años es la última víctima de esos mal llamados crímenes de honor que las autoridades paquistaníes parecen incapaces de erradicar. Ni su embarazo de siete meses ni que fuera a dejar huérfana a una niña de 10, disuadió a sus padres y hermano de degollarla, según ha contado la policía a la agencia France Presse. ¿El motivo? Que desafiara hace tres años a su familia casándose con Taufiq Ahmed, el hombre de quien se había enamorado, en lugar de aceptar un matrimonio arreglado.

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¿Y si hacemos un pedido masivo de tampones a Canadá?

Por: | 21 de junio de 2016

Prensa04

Una de las imágenes de la campaña Tampons from Canada de La Despensa.

Vamos a suponer que eres mujer y tienes la regla, algo para nada descabellado teniendo en cuenta que aproximadamente la mitad de la población ha estado en esa situación en algún momento (bastante prolongado) de su vida. Ahora hagamos un cálculo, también aproximado. Eres mujer, tienes la regla desde los 15 hasta los 55, durante una media de cinco días al mes y cada uno de esos días, si hay suerte, solo usas cuatro tampones. A lo largo de tu vida usarás 9.600 tampones, con el precio medio actual de una caja de 20 unidades, habrás invertido en esos pequeños cilindros de algodón 2.400 euros. Demasiado, sobre todo teniendo en cuenta que no se elige el sexo antes de nacer, por lo tanto, no se elige tener o no la regla. Y, en cualquier caso, los productos que cubren una necesidad fisiológica deberían contar como artículo de primera necesidad y tener el impuesto que corresponde. No es un lujo.

"En España pagamos un 10% de impuestos por estos productos. En Canadá, 0%", explica Auxi Barea, una de las mujeres detrás de la campaña Tampons from Canada, de La Despensa. En la agencia de publicidad casi el 50% de la plantilla son mujeres, muchas de ellas feministas. “Todas las cuestiones de género tienen siempre un debate interno y empujamos mucho”. Hace tiempo una de ellas vio la noticia sobre la desaparición del impuesto en Canadá, que lo redujo al 0% desde el 1 de julio del pasado año tras 74,612 firmas en Change.org.

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Ellos también quieren igualdad

Por: | 20 de junio de 2016

MaroTamaGetty

Recife alimenta a su hijo de cinco meses, David Henrique, nacido con microcefalia, en Recife (Brasil), el 29 de enero de 2016. / Mario Tama (Getty)

Por VALERIA PACHECO

Todo comenzó el día en que Santiago, mi esposo, me llamó "machista". Así, sin matices. Regresábamos de recoger a las niñas de la escuela y yo le había dicho que era muy buen marido porque me ayudaba con nuestras hijas. A su enojo evidente, se sumó la respuesta: "Yo no ayudo con las niñas, las crío igual que tú, y lo que me estás diciendo es sumamente machista, como si la crianza solo fuera cosa de las mamás".

En ese momento, supe que él pertenecía al grupo cada vez más numeroso  de hombres que luchan por desechar ideas añejas sobre el significado de ser padre y exigen el derecho a tener mayor participación en la crianza de los hijos. De hecho, cuál sería mi sorpresa cuando, hablando sobre este texto, un compañero de trabajo me compartió el blog de Alberto Soler, un psicólogo valenciano que vivió exactamente lo mismo, y también escribió sobre ello.

Padres y madres queremos y necesitamos lo mismo: un horario flexible de trabajo durante los años más críticos de la crianza, licencia por paternidad (no solo por maternidad) pagada, y políticas laborales que nos permitan una mejor calidad de vida y el derecho a que no se nos encajone en los estereotipos tradicionales de género, ni en la casa ni en la oficina.

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26 segundos no es nada

Por: | 16 de junio de 2016

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No hablar sobre algo puede resultar un ejercicio de pretender que eso no existe. El pasado 13 de junio, los cuatro candidatos a la presidencia del Gobierno emplearon 20 segundos escasos en abordar la violencia machista, la epidemia evitable más grave que sufre la mitad de la población española. Una lacra que se ha llevado la vida de más de 900 mujeres en los últimos 15 años, según los datos recogidos por EL PAÍS.

La pregunta de la periodista Ana Blanco, flanqueada por dos hombres, a otros cuatro hombres, fue directa, pero tuvo que repetirse. Como si solo a ella, por ser mujer, le importase. Y así pareció en la noche del lunes, cuando solamente el líder del PSOE. Pedro Sánchez, y el de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, contestaron. El primero para colar junto a su breve alusión a la violencia machista, en forma de pacto de Estado, los logros socialistas en igualdad, y el segundo para proponer “soluciones habitacionales sin necesidad de denuncia”.

La indignación, tres días más tarde, ha cuajado en la etiqueta de Twitter #26segNobastan, que se ha convertido en trending topic en la mañana de este jueves con más de 8.000 tuits, según Hastags.org. Lo han lanzado 700 organizaciones de mujeres agrupadas en la Plataforma Feminista 7N y Cedaw Sombra España. “El debate fue sangrante”, explica la portavoz de 7N, Noelia Alandete, “que Ana Blanco tuviera que insistir y que obtuviera esa respuesta nos parece bastante grave”.

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Mentiras y verdades sobre las cuotas de género

Por: | 14 de junio de 2016


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Europarlamentarios durante una votación. / Vincent Kessler (Reuters).

La mujer progresa más rápido al frente de las empresas y administraciones en los países que implantan cuotas de género por ley. Cuando el poder, masculino por antonomasia, se le escapa, la discriminación positiva hace que en los escalafones de las compañías la desigualdad resulte más igualitaria. Así lo demostró Noruega en 2003. Y así se está refrendando en Francia, Italia y Alemania, cuyas normativas son mucho más recientes.

Existe mucha doctrina sobre las cuotas. A menudo instigada por sus detractores. Pero no siempre esconde experiencias demostradas. Para acabar con algunas de las falsas creencias que se repiten una y otra vez, sirvan las conclusiones del estudio La creación de valor en las empresas cotizadas y la diversidad de género, realizado por la consultora Comerciando Global, junto con el catedrático de Administración y Buen Gobierno de la Universidad Witten/Herdecke, Morten Huse, tras encuestar a cerca de un millar de profesionales en posiciones de responsabilidad. Estas son algunas de las verdades y mentiras que se esconden detrás del balance de género:

  1. Las cuotas deben ser voluntarias. Como muestra el bagaje de  España, que en 2007 aprobó la Ley de Igualdad, donde se recomendaba alcanzar un 40% de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas en 2015, la voluntariedad no allana el camino: el año pasado las administradoras apenas si alcanzaban el 16% del total en los órganos de decisión de las empresas cotizadas en Bolsa (teóricamente las más modernas y “cumplidoras”). Se avanza, pero a paso de tortuga. Igual que ocurrió durante casi una década en Noruega hasta que se aprobó la ley, y entonces las compañías sí contrataron al 40% de mujeres. “El mercado, las empresas, regulan muchas cosas, pero no regulan la igualdad”, según Huse.

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Pagando la carne a terceros (a propósito del caso Torbe)

Por: | 12 de junio de 2016

Torbe

Muniain y De Gea, tras un partido con la sub-21. / CORDON

Por ANALÍA IGLESIAS

“La desnudez pornográfica está cerca de aquella obscenidad de la carne que, tal como advierte Giorgio Agamben, es el resultado de la violencia”. Byung-Chul Han.

Es cierto, el hilo de voz de las esclavas sexuales ha aguado el show del fútbol animado por otros seres humanos que también ofician de mercancías, pero con consentimiento; en este caso, son chicos muy jóvenes que ganan mucho dinero (dígase ‘deportistas de élite’) que podrían haber encargado la organización de algunas de sus fiestas desaforadas a un comisionista del sexo, que ahora está en la cárcel, imputado de trata de seres humanos y abuso de menores, entre otros delitos.

“El capitalismo agudiza el proceso pornográfico de la sociedad en cuanto lo expone todo como mercancía y lo entrega a la hipervisibilidad. Se aspira a maximizar el valor de la exposición. El capitalismo no conoce ningún otro uso de la sexualidad”. El que habla es el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que dedica un capítulo de su libro La sociedad de la transparencia a La sociedad porno.

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Campo con personas refugiadas en el Pireo, Grecia. / Olga Stefatou (Amnistía Internacionall).

Por GIORGOS KOSMOPOULOS

La periodista afgana Shirin (nombre ficticio) dice que una vez le dispararon los talibanes. Pero, pese a que huyó de su país buscando seguridad, ahora vive constantemente atemorizada en un mísero campo de personas refugiadas en Grecia. “Nos tratan como a animales. Prefiero que vuelvan a dispararme a soportar estas condiciones”, contó a Amnistía Internacional en el campo de Kara Tepe, en la isla de Lesbos.

Shirin es una de las muchas mujeres que huyeron del peligro y la persecución para acabar viviendo con miedo a sufrir acoso y violencia sexual en los campos de las islas griegas. Hace ya 18 meses que los talibanes dispararon contra su coche. En un primer momento huyó a Kabul, donde encontró otro trabajo de periodista, en esa ocasión detrás de la cámara. “En Afganistán es muy peligroso ser periodista y mujer”. Continuó recibiendo amenazas telefónicas, hasta que la situación se le hizo insoportable y se fue de Afganistán en dirección a Europa. “Pero aquí tampoco me siento segura. Tengo tanto miedo que por la noche nunca salgo de mi habitación”, dijo, añadiendo que muchas de sus amigas habían hablado de casos de acoso verbal y sexual en Lesbos.

Su “habitación” es un contenedor en el que, con frecuencia, decenas de mujeres duermen sobre el duro suelo. Kara Tepe está considerado el campo “bueno” de Lesbos: las personas refugiadas tienen permiso para entrar y salir a su antojo, y hay retretes segregados por género y duchas con puertas. Estas sencillas medidas aumentan la sensación de seguridad de las mujeres refugiadas y ayudan a evitar la violencia sexual.

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Las mujeres, las más afectadas por los problemas del medioambiente

Por: | 07 de junio de 2016

MujeresKeniaCordonPress

Mujeres rodando bidones de agua en una zona desértica de Kenia. / Cordon Press

“Cada mañana antes de ir a la escuela debo traer agua del pozo para que mi mamá pueda cocinar y limpiar la casa. Por las tardes, vamos juntas a traer leña para la estufa, para poder cocinar y para calentarnos”. Así explica sus rutinas Shanel Naitetoi Kashu, una niña de 16 años que vive con su familia en una pequeña aldea masai de Narok, en el suroeste de Kenia. Como ella, “las mujeres tienden a ser las proveedoras principales de recursos de energía, de agua y de limpieza en la mayoría de los países en desarrollo. Junto con los niños, llevan una carga desproporcionada en la tarea de encontrar y proveer agua y combustibles a las casas, dice el informe Perspectiva Global de Género y Medio Ambiente (GGEO por sus siglas en inglés), del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Como el caso de Shanel, la ONU apunta que el 73% de las mujeres en las zonas rurales del África subsahariana y el 84% de las mujeres en las zonas rurales de Asia son las responsables de recolectar el agua. "Este trabajo no es remunerado y muchas veces quita bastante tiempo para poder hacer sus tareas escolares. Esto muestra la injusticia dentro de las familias, pues se les pide más a las chicas que a los chicos", explica Margaret Sakian Reiyia, una activista por los derechos de las mujeres en Masai Mara. La posibilidad de tener tierra es un gran indicador de bienestar y, según la OECD, sólo en 37 de 160 países en el mundo las mujeres y los hombres tienen iguales derechos para ser propietarios, usar y controlar la tierra.

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Sobre los autores

Tenemos diferentes puntos de vista, distintas edades, diversos perfiles. Somos un grupo de periodistas, especialistas y colaboradores coordinado por Isabel Valdés.

Libros

EL POSMACHO DESCONCERTADO

EL POSMACHO DESCONCERTADO

Ricardo de Querol

“Como quien dice, acabamos de salir de la cueva. No se borran de un plumazo milenios de reparto rígido de papeles, de trogloditas que salían de caza mientras ellas recolectaban y cuidaban de niños y ancianos, de bravos guerreros y abnegadas esposas, de amas de casa confinadas al hogar y hombres que acaparan toda la vida pública, de burkas de todo tipo, de dotes, de pruebas del pañuelo”. Las reflexiones del autor sobre la relación entre los sexos en el siglo XXI publicadas en el blog Mujeres, recopiladas en un libro electrónico. Puedes comprarlo en Amazon y en Google

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