Mano de mujer anciana. Imagen cedida por Amics de la Gent Gran. / Roger Navarro
Por CRISTINA SIERRA
Barcelona. Son las cinco de la tarde de un día con calor infernal, pero en mi cita con Dolors encuentro un oasis: un helado de tres sabores me espera en casa de esta mujer de vida intensa. Me recibe vestida de coral, está un poco resfriada a pesar de ese calor abrasador, y me desvela su edad a los pocos minutos de comenzar nuestra charla: "Ya tengo noventa años, pero, ¿a que no los aparento?", me dice soltando una sonora carcajada. No le falta razón. A sus noventa primaveras está radiante.
Dolors Olivart es republicana por tradición y por vocación. Sus retinas han registrado escenas de la Guerra Civil inenarrables que le empujaron a dedicar toda una vida a la política, primero en la clandestinidad, y años más tarde convirtiéndose en una de las primeras militantes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). "He tenido una vida muy feliz y guardo recuerdos preciosos. En esta mesa no faltaba nunca el cava para celebrar, y en este mismo suelo he bailado mucho junto a Francesc, el amor de mi vida", me confiesa mirando a la amplitud de su salón tratando de revivir toda aquella felicidad pasada. "Ahora la vida se me hace bastante monótona y las épocas como el verano o las fiestas navideñas son muy duras. La soledad está muy presente. Lo que más me gustaría es que esta casa estuviera de nuevo llena de gente".
Dolors Olivart en su casa de Barcelona. / Cristina Sierra
Con una memoria privilegiada, esta mujer valiente que se casó en minifalda imitando a Raquel Welch y fue de las primeras en atreverse con el bikini en la España más carca, dedica su tiempo a un sinfín de aficiones como el dibujo o la poesía, pero tras nueve décadas de vida, me explica cómo su día a día actual se parece más a las páginas de un libro mil veces releído: "Es verdad que la experiencia permite anticipar las cosas, intuir lo que va a pasar, pero esa misma experiencia tiene una doble cara; ya no vivo con la misma ilusión que lo hacía antes". Gracias a la asociación Amics de la Gent Gran (Amigos de la Gente Mayor) que intenta paliar la soledad de estas personas mayores, Dolors se siente ahora mucho más acompañada.
Las cifras de la soledad
En España más de un millón ochocientas mil personas mayores de 65 años viven solas. Según datos recogidos por la ONG Amigos de la Gente Mayor, una de cada cuatro de estas personas pasa el día en soledad. Cierto es que la soledad puede ser buscada, pero el problema lo encontramos en la soledad no deseada, en la sensación constante de abandono que viven muchas de estas personas, en su mayoría mujeres.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a través del estudio Un perfil de las personas mayores en España, 2016, alerta de que nuestro país persiste en su proceso de envejecimiento y la proporción de octogenarios continúa subiendo. En 2050 los mayores triplicarán la cifra de niños y en 2061 habrá más de 16 millones de personas mayores en España.
No es ninguna novedad que existe una mayor tasa de mortalidad masculina lo que provoca que el sexo predominante en la vejez sea el femenino. Hay un 33% más de mujeres que de hombres en estas edades avanzadas y tres de cada cuatro mayores que viven solos son mujeres.
Mujer anciana mirando álbum de fotos. Imagen cedida por Amics de la Gent Gran. / Roger Navarro
Una puerta abierta a la depresión
Carme Triadó, profesora emérita de Psicología Evolutiva de la Universidad de Barcelona y experta en Psicogerontología, afirma que una de las principales problemáticas en las personas de edad avanzada es la depresión, que en no pocos casos puede estar relacionada con la sensación de soledad no deseada. "El hecho de no tener apoyos sociales satisfactorios o padecer una serie de déficits físicos incapacitantes puede provocarla, aunque todo depende de la trayectoria vital de la persona y de su capacidad de adaptación".
Tal y como me explica Triadó, cuando la mujer se queda viuda, normalmente permanece el resto de su vida sin pareja, al contrario que en el caso de los hombres que, en su mayoría, suelen tratar de buscar "otra pareja que les cuide".
El nivel social y económico suele ser determinante. "La clase social influye mucho. La persona mayor con menos recursos sufre más esta soledad". La falta de soporte vecinal es otro de los factores que acrecienta esta sensación.
"Pueden pasar meses sin que venga nadie"
Como en la soledad tan concurrida del poema de Benedetti, la vida de Odette Aragonés, nacida en Lion hace 96 años, transcurre sin cambios en su humilde apartamento situado a escasos metros del Mercado de La Boquería. "Ya hace diez años que murió mi marido, pero no me adapto a la soledad". Siempre presumida, ahora Odette vive en una quietud constante a la que no estaba acostumbrada tras toda una vida dedicada a su negocio de peluquería. "Pueden pasar meses sin que venga nadie", me dice, "ahora has venido tú y hasta que venga alguien más, puede pasar bastante tiempo". Su hijo y sus nietos la visitan y se preocupan por ella, "pero ellos tienen su vida".
"Estoy llena de recuerdos que de tanto recordarlos me acaban entristeciendo. Las personas no deberíamos vivir tantos años, aunque suene mal, hay que pasar por esto para comprenderlo. Ésta es una vida a cámara lenta".
Odette Aragonés mirando a través del balcón de su casa en Barcelona. / Cristina Sierra
"La soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización", decía el sociólogo Zygmunt Bauman en una entrevista concedida hace unos meses y puede incluso afectar a la salud. Según los investigadores de la Universidad de Chicago, John T. Cacioppo, Louise C. Hawkley y Stephanie Cacioppo, expertos en neurociencia social, el sentimiento de soledad nos indica la necesidad de proteger o reparar nuestro cuerpo social, al igual que ocurre con el dolor físico que nos alerta de un daño en nuestro organismo. Aseguran que, aunque la soledad esté estigmatizada y siga siendo complicado hablar con franqueza sobre ella, en nuestros días representa un problema de salud pública que debería abordarse en los sistemas de salud, en las escuelas y también en las residencias de ancianos y ancianas.
Reino Unido y Dinamarca ya han creado programas nacionales con el objetivo de concienciar sobre las consecuencias que la soledad crónica tiene en la salud de las personas. Una epidemia silenciosa que afecta a hombres y mujeres de todas las edades pero que presenta una mayor incidencia en mujeres como Odette y Dolors. Mujeres de vida intensa que viven solas pero que están ahí al lado, con las que te cruzas en el ascensor o en el mercado del barrio cada día.