La risa es un arma de doble filo. Por un lado, las carcajadas no sólo son muestras de felicidad, también provocan efectos positivos en la salud. Por algo se han puesto tan de moda las risoterapias, donde gente que no se ha visto en la vida se junta para echarse unas risas. Pero por otro lado, el carcajeo puede ser causa de muerte: el corazón se acelera y para quién no esté muy en forma, una alegría muy entusiasta puede ser fatal. Cannongate ha hecho un listado de personas que dejaron este mundo de la mejor manera posible: en medio de un sano ataque de risa.

"Tú, esa desconocida", escrito por Patricia Snow en 1971, fue publicado en España en 1976, pues es probable que cinco años antes muchas de las ideas aquí expuestas (y que ahora leemos con profunda condescendencia) no hubieran sido de recibo. En efecto, este manual, dirigido a todas las mujeres sin excepción, tiene como objetivo lograr la felicidad a través de una progresiva autonomía intelectual. Y, si hiciera falta, por la independencia material.

La tesis, que derrocha complicidad, se podría resumir en la siguiente frase: “Es normal que tú, mujer,  no tengas ni la más remota idea de quién eres pues te has pasado la vida dedicada a los demás, como todas.”. Cónchale.

No sólo en España hay malnacidos que reclaman la reparación de su flamante Audi después de matar a un ciclista. Como si fuera la imagen reflejada en un espejo deformante o bien una moraleja para conductores sin escrúpulos, una mujer ha sido condenada a diez años de prisión en Arizona por reírse del ciclista al que mató cuando conducía borracha. “Has librado al mundo de un abraza-árboles, de un francés y de un marica. Deberían darte una medalla”, le dijo un amigo a la conductora dipsómana, a lo que ella respondió con una risotada.

No, no se llama Uri Geller Jr. pero bien podría ser el vástago secreto del famoso mentalista. El chaval de la foto atiende por Joe Allison, tiene 9 años y desde hace un par de ellos el chico practica varias horas al día para lograr colgarse de la cara el mayor número de cucharillas. Su objetivo, el Récord Guinness de la especialidad, en poder del joven Tim Johnston, un adolescente californiano que logró en 2004 sujetar entre sus rasgos faciales 15 cucharillas de café. Por ahora el joven Joe va por 14 unidades y amenaza con plasmar su cara en la próxima edición del libro.

La madre de Joe, Fenella, ha intentado hacerlo con más de una cucharilla y no lo ha logrado: “Debe de ser su tipo de piel. Parece que ayuda tener una piel grasa como los adolescentes para que se sujeten mejor”. Incluso puede dar una pista de donde adquirir el mejor material. “Después de dos años comprando cientos de ellas, he concluido que las cucharas de Ikea son las que mejor se pegan a la cara. Seremos, seguramente, los mejores clientes de cucharas de Ikea”.

Suena a pesadilla de ricachón, a relato rebuscado de peli de Chabrol pero es tan real como las olas de Hawai. Frank y Debbie Manuma acudieron con su perro a jugar al golf al Club Moanalua, en Hawai. Caddy, que así se llamaba el descichado can, quedó en recepción mientras la pareja recorró los preceptivos 18 hoyos del campo. Cuando retornaron el perro y el encargado habían desaparecido. Gracias al testimonio de varios testigos averiguaron que los empleados Saturnino Palting y Nelson Domingo se llevaron al cachorro y se lo comieron, como confesaron en el interrogatorio posterior.

Bueno, más que cantos rodantes son cantos que se arrastran solos, a tenor por las huellas que dejan en el suelo. Y es que el fenómeno de las “sliding rocks” tiene desconcertados a los visitantes de Racetrack Playa, un lago seco situado en el Death Valley National Park de California. De momento, se descarta la acción del hombre graciosete, pues no se han encontrado huellas al respecto. Además, algunas de las rocas llegan a los 300 kg. Y es que, tras años de incertidumbre, nadie ha podido todavía grabar o registrar el movimiento de estas piedras.

Los desconsolados familiares lloraban frente al ataúd de  Feliberto Carrasco Velásquez de 81 años, cuando el supuesto fallecido abrió los ojos y comenzó a mover los labios. El insólito suceso que provocó conmoción entre los incrédulos asistentes del funeral ocurrió en la ciudad de Angol, al sur de Santiago de Chile.

Pedro, el sobrino del resucitado, aún no lo puede creer: “Cerré los ojos, los volví a abrir y, claro, el tío me estaba mirando”. Al confirmar que en efecto Feliberto estaba vivo, Pedro salió corriendo en busca de un destornillador con el que abrió el ataúd dentro del cual el anciano había estado descansando durante cinco largas horas. Lejos de alterarse, el pobre Feliberto sólo pidió un vaso de agua.

Un maniquí no es una muñeca hinchable. Esta verdad no es tan evidente como pareciera para todo el mundo. Por ejemplo para un ciudadano inglés que compró un maniquí por Internet y cuyo miembro viril quedó atrapado en un agujero del muñeco mientras intentaba darse placer egoístamente. El infeliz cliente llamó indignado a Displaysense y pidió la devolución del importe, después de que “una parte de sí mismo”, en sus propias palabras, quedara atrapara en un agujero de 24 mm. de diámetro, lo que nos da una pista del calibre de esa “parte de sí mismo” del desdichado.

No, este no es un artículo sobre Nápoles, como el título podría sugerir, sino sobre un delirante proyecto ¿arquitectónico? para construir una ciudad de rascacielos para la cría y posterior sacrificio de cerdos. La muy apropiadamente llamada Pig City es un proyecto del estudio de arquitectura holandés MVRDV y ha llegado a mi conocimiento gracias a la bella y cuasidifunta Revista Oeste, que publica -o publicaba- el Colegio Oficial de Arquitectos de Extremadura. Más nos vale preparar el terreno para la llegada de ganado clonado, ahora que es comestible.

Ya lo decía un alcalde: “No hay nada más peligroso para el mobiliario de la ciudad que un artista aburrido”. No es para menos: una de las ramas más floridas del arte urbano es la sutil modificación de publicidades o señales indicadoras. Muchos se acordarán del colectivo Red Retro, alteradores habituales de la nomenglatura de las paradas del metro madrileño (Tieso de Molina, Lios Rosas...). También campa a sus anchas por el asfalto SpY, que la toma con las señales de tráfico de una manera ciertamente original.

Estos artistas (para otros, gamberros sin más) imitan la identidad formal del cartel para que pueda pasar desapercibido el mayor tiempo posible. Aunque, contra el vicio de añadir, la virtud de quitar, como hace “El decapitador” de Londres, un asiduo al modding ads (modificación de carteles publicitarios) que ha hecho de la separación de la cabeza del torso su seña de identidad.