La extraña guerra galante durante la dinastía Zhou
20 mayo, 2008 - 14:57 - EL PAÍS
El li fue un código
de comportamiento extremadamente galante que se implantó progresivamente en
China en torno al siglo VII a.C., en tiempos de la dinastía
Zhou. “El li exigía una actitud externa
de “complacencia” (rang) ante el
enemigo (…) En aquel juego caballeresco, la competición consistía en intimidar
al enemigo con actos de amabilidad. Antes de que llegara el momento de la
batalla, los guerreros alardeaban a voz en grito de sus proezas, y enviaban
jarras de vino al enemigo (…) un auténtico junzi siempre dejaba escapar a un
carro enemigo. Durante la batalla entre Chu y Jin, un arquero de Chu usó su última
flecha para dispararle a un ciervo que estaba bloqueando el camino de su carro,
y su lancero inmediatamente se lo regaló al equipo del carro de Jin, tirándolo a.C.
ellos. Los Jin, al unísono, reconocieron su derrota, gritando llenos de
admiración: “¡Aquí tenéis a un valioso arquero y a un guerrero bien hablado!¡Éstos
sí que son caballeros”.”, según relata Karen Armstrong
en “La gran
transformación”.
Pero, claro, esto sucedía exclusivamente en los enfrentamientos entre clanes o familias del mismo rango o linajes comunes. Si el enemigo era una tribu bárbara o un príncipe que había abandonado el Camino, “sería un combate a muerte: el ministro de la Guerra marchaba hacia las líneas enemigas a la cabeza de los criminales indultados, un batallón suicida que, con un grito epluznante, se cortaban las gargantas al unísono al primer encontronazo, y así se iniciaba la batalla”, tal y como cuenta Zuozhuan en “The Ch’in Ts’ew y el Tso Chuen”. ¿Te suena?
Volviendo a la modalidad cortés (dentro de un orden) de la guerra, “los rituales limitaban estrictamente la violencia permitida en batalla, y prohibían a los guerreros aprovecharse de las debilidades enemigas (…) Un noble perdía el estatus si mataba a demasiada gente. Un príncipe una vez rechazó a un guerrero que alardeaba de que había matado a seis soldados enemigos: “Traerás gran deshonor a tu país. Mañana morirás…¡víctima de tu eficiencia!” (…) Un guerrero verdaderamente noble nunca debía matar a más de tres fugitivos, y lo ideal era dispararles con los ojos cerrados”.
Armstrong brinda otro ejemplo de la aplicación práctica del li: “En una ocasión, cuando dos carros estaban enzarzados en combate, uno de ellos se volvió a un lado y pareció querer retirarse. El arquero del carro ganador disparó, falló y tuvo que apuntar de nuevo, cuando el arquero enemigo gritó: “¡Debes dejar que ahora dispare mi flecha por la tuya, o si no será una mala acción!”. De modo que, sin más, el primer arquero quitó la flecha de su arco y tranquilamente esperó la muerte. La batalla era un choque de honores en conflicto, y el choque entre los ejércitos era secundario”.
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