30 octubre, 2008 - 12:53 - EL PAÍS
El señor Heineken, además de un hombre con gusto era un hombre con vista. Ya hace casi medio siglo que presentó al mundo su botella-ladrillo, que podía utilizarse como elemento constructivo en países del tercer mundo. Nadie le hizo caso, salvo los habitantes del tercer mundo. Hoy en día se cuentan por miles las casas que utilizan botellas como funcionales paveses low-cost.
Pero ninguno como el templo budista Wat Pa Maha Chedi Kaew, que utiliza más de un millón de botellas de cerveza para erigirse altivo en la selva tailandesa. Incluso los servicios y el crematorio están construidos con botellas, en un hipnótico caleidoscopio que debe ser pura fiesta cuando sale el sol.
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