Una línea melódica y otra, y dos más. Un instrumento que se suma otro y juntos hacen treinta y siete. Una locura. Van Dyke Parks, el alquimista de la melodía, el mago del arreglo, el chamán de la composición.
Oscuro músico de leyenda, don nadie en un pais como el nuestro donde sin embargo resulta siempre reivindicado por Sisa, quien le considera un artista genuinamente galáctico –para Sisa esta categoría está al alcance de muy pocos y es la máxima a la que puede aspirar un creador-, Van Dyke Parks es un canto a la imaginación, un virrey de la música popular, un músico libre porque su única frontera es el mal gusto y la vulgaridad. Eso lleva a pensar que no hace música, sino músicas, y aunque todas ellas se fundamenten en un pop riquísimo construído mediante un collage de detalles, su apertura de miras resulta asombrosa.
Ha estado tras discos de Beach Boys, Rufus Wainwright o Tim Buckley siempre aportando luminosidad, clase, detallismo, recursos....mucha música. Y aunque no tengan una relación directa bandas como Animal Collective, Yeasayear, Broken Social Scene, Polyphonic Spree, The Flaming Lips, Apples In Stereo o The Arcade Fire, todas ellas parecen bajo el manto de ese músico sin pinta de estrella y aire de oficinista de la partitura que demuestra que el arreglo sirve para ensanchar las canciones y las melodías las hacen volar.
El Primavera Sound le hace debutar en España en la misma temporada en la que lo ha hecho Randy Newman. La podemos palmar. Sólo falta Joni Mitchell.