Que el patrón de un festival musical se vea en la imperiosa necesidad de subirse al escenario para aclarar al respetable público que puede aplaudir a un artista no es algo muy habitual que digamos. De la misma manera, no es lo corriente que la gente esté inmersa en una especie de temor reverencial ante un músico. Máxime si se han soltado más de 200 eurazos por una entrada. Pero esto y mucho más, señores, es lo que cabe si uno decide disfrutar de una noche con Keith Jarrett.
Las excentricidades del (genial…que todo hay que decirlo) pianista de Pensilvania son bien conocidas entre los melómanos del mundo. Pero una cosa es que a uno se lo cuenten y otra muy distinta es vivirlas en carne propia. Y es que Su Santidad Keith Jarrett ha puesto muy alto el listón en la noche del pasado domingo, aquí en Montreux. Casi tan alto como su igualmente exigente compatriota Prince hiciera en esta misma localidad de la lujosa Riviera suiza en los años 2007 y 2009.
Para empezar, prohibición estricta de cámaras fotográficas (ninguna agencia de noticias o medio de comunicación fue autorizado a tomar imágenes del evento) seguida de un veto a las gigantescas pantallas que retransmiten para el público presente en el Auditorio Stravinski el concierto en circuito cerrado.
Sólo diez periodistas (incluyendo a los de Suiza y resto del mundo, que ya tiene lo suyo) fueron acreditados para cubrir el muy secretista evento que comenzó una hora antes de lo que es normal en Montreux. O sea, en vez de a las 20 horas, la presentación del compositor y multi-instrumentista comenzó a las 19. ¿La razón? Que el pianista deseaba dormir esa noche en su propia cama, en Niza.
La producción advertía al público: “quien no esté en la sala a las 19 horas se quedará fuera”, antes de recordar la estricta prohibición de tener teléfonos móviles activos, o actividades muy propias de los humanos como toser. En suma: una serie de medidas que pusieron al respetable en un estado cercano a la histeria colectiva, antes aún de la llegada del pianista y sus eternos acompañantes; Gary Peacock al contrabajo y Jack DeJohnette en los parches, palos y platillos.
Pero lo cierto es que todo parece quedar perdonado cuando el compositor de “My Song” arranca la velada con el clásico “Have you met Miss Jones?” antes de enfilar un recital rico en “blues” y “swing” ante una audiencia entregada de antemano. Y es que muy entregado debe estar el público para digerir tantas excentricidades y reglas arbitrarias sin rebotarse. Pero, al parecer, nada es poco para el hombre que sedujo a medio planeta en 1975 con “The Köln Concert”, disco del que ha vendido hasta la fecha la friolera de 5 millones de copias. Y volviendo al reverencial temor del público ante el díscolo músico, baste recordar que, como decíamos al comienzo, Claude Nobs, director y fundador del Montreux Jazz Festival, debió subir a escena para recordar al respetable que…aplaudir a los músicos no sólo no estaba prohibido, sino que sería visto con buenos ojos por el huraño pianista y sus acólitos!!! Cosas vederes… A pesar de todo, un Keith Jarrett en plena forma sedujo y convenció antes de llegar a los dos esperados bises. El americano “regaló” a las 4000 personas que habían pagado entre 120 y 250 euros la entrada una demoledora versión de la balada “When I fall in love” antes de concluir con un “blues” musculoso. Poco después, el esquivo pianista volaba hacia su muy apetecible (por lo visto) cama en la Costa Azul. Pero hay algo que invita a la reflexión en la actitud de Keith Jarrett. ¿Son todas estas excentricidades meros caprichos de divo, o hay algo más? En una época en la que todos los músicos juran por la retransmisión en “streaming”, la imagen pública bombardeada hasta el hartazgo en You Tube, la Web 2.0 y la omnipresencia, ¿no es una forma de genialidad crear esta sensación de evento único y privado? ¿No es negando todo poder a los medios de comunicación y vetando entrevistas que Jarrett se asegura, paradójicamente, el interés de esos mismos medios? Como es bien sabido, lo raro tiene más valor. Lo escaso se codicia. Un evento del que no queda más constancia que la memoria de los asistentes, sin TV, sin fotos, sin documental, sin Internet, sin camisetas alusivas ni campaña de prensa genera, necesariamente, un gran atractivo. Posiblemente, en la época del “todo gratis” y la democratización forzosa, el mayor lujo que puedan darse algunos (grandes) artistas sea redescubrir el gusto por la exclusividad, prescindiendo de toda la parafernalia comunicacional. Apostar por la experiencia intransferible. Y, a juzgar por lo visto en Montreux, Prince o Keith Jarrett parecen tener un par de ideas al respecto.
Hay 6 Comentarios
Para mí, Keith Jarrett es el Dios del Jazz (y no sólo del jazz...). Es la figura sobresaliente y fundamental de un Olimpo musical en el que conviven también Dave Holland, Charlie Haden, Pat Metheny, Jan Garbarek, el Chick Corea de los primeros años y unos cuantos músicos que han logrado no sólo destacar, sino trascender.
Ahora bien, la admiración que Jarrett me despierta no me impide reconocer que a veces lleva sus manías/celo/auto-respeto demasiado lejos. En el festival de Jazz de Umbria en 2007, se levantó y se fue del escenario (no sin antes insultar a los presentes) porque 1 persona (de 3000 asistentes, 1 persona) le hizo una foto cuando estaba saludando. Ahí no está la excusa de la concentración que requiere el proceso creativo ni nada.
Lo admito. Tiene fama de malhumorado, huraño, divo y excéntrico. El "amor" no nubla necesariamente el juicio. Nunca le he visto en directo, y estoy deseando poder acudir (aunque prefiero sus discos solo a los del trío, y mi situación de "estudiante en la miseria" me mantiene bien lejos de las entradas a 200€). De hecho, más de una vez he soñado que, en pleno concierto en directo, me daba por toser, estornudar o algo inevitable que provocaba que nos mandara a todos a la mierda. Con lo que el "temor reverencial" es más que fundado.
Quizás ser tan buen pianista no le da derecho a hacer lo que le de la gana... pero, mientras siga tocando como lo hace, yo estoy dispuesta a perdonárselo. O al menos a intentarlo. Basta con poner el Köln Concert, los Sunbear Concerts o el Arbour Zena para estar dispuesto.
Publicado por: María del Mar Illescas | 04/08/2010 16:39:26
A quién le parezca caro una ópera, teniendo en cuenta la cantidad de gente que interviene, no sabe lo que está diciendo. Como bien dice Pablo, es dificil disfrutar de un concierto sin que alguien moleste o haga ruido. Lo que entiendo es a que narices van alguno a los conciertos...Creo que a decir ¡Yo estuve!
Publicado por: Francisco | 04/08/2010 9:40:04
Mal vamos si un grande de la música tiene que clamar puntualidad,silencio y respeto y se ve como una excentricidad...yo he ido a unos cuantos conciertos en España y es absolutamente imposible disfrutar de un buen concierto en silencio ...me encantaría que se monten estos operativos aunque toque un pelagatos
Publicado por: pablo | 20/07/2010 13:34:54
La verdad es que no me parece que sea para tanto. En los conciertos de música clásica o en una ópera no te dejan hacer fotos, te piden que desconectes el móvil, que no hagas ruidos (como toser compulsivamente) y la gente no se siente intimidada, salvo por el precio de las entradas, como en este caso. Puede que Keith Jarrett sea un poco maniático pero quizás no más que muchos otros menos famosos.
Y si el concierto mereció la pena; ser puntual, desconectar el móvil e intentar toser lo menos posible no me parece tanto esfuerzo al lado de los 120 euracos.
Publicado por: Sr.Patata | 16/07/2010 1:52:56
Gracias por este texto, me ha hecho sentir como si estuviese allí y me he tenido que poner My Foolish Heart para acompañar la lectura.
Keith Jarrett es uno de los pocos verdaderos genios de música; no del jazz ni de ningún otro tipo de música, sino sencillamente, de Música.
Y claro, para poder permitirse hoy en día hacer este tipo de conciertos y pasar fríamente de usar este sinfín de posibilidades de los medios de comunicación y marketing, uno tiene que tener mucho para ofrecer, y el Sr. Jarrett, pues, parece haber nacido con cosas que los demás músicos pasan todas sus vidas intentando aprender. 200 euros muy bien gastados.
Publicado por: Beka | 15/07/2010 21:13:26
Yo fui de los "enteraos" que se compró el vinilo del Koln Concert porque en aquella época estaba de moda hacerlo. Luego vi algun video de algún concierto en algun festival, y más o menos, quedé como estaba. El vinilo pasó a la estantería, por donde creo dormirá el sueño de los justos, y más recientemente me bajé algo de Internet (lo confieso, soy pirata) y, lo siento, Mr. Jarret sigue sin convencerme.
Leo con sorpresa que el artista le pega ahora a los standards del jazz, e incluso se arranca por blues. Extraño. Tendré que reintentarlo.
Publicado por: Mr. Jazzero | 15/07/2010 10:12:47