Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

El apocalipsis pop según Odd Future

Por: | 29 de mayo de 2011

Odd Future 03

Y se hizo el caos. Fue en un festival de Londres hace meses, cuando Tyler, portavoz de la formación hip hop del momento, Odd Future, miró desafiante a la horda de jóvenes congregados y les incitó a demoler las barricadas. El resto ya es historia en los anales de Youtube. Primero fue uno -hostia-, luego otro -mandoble- y después la masa. Entre los puñetazos propinados por los seguratas, el tsunami derruyó los diques y se abalanzó sobre el escenario.

Anoche, a la 1:45, cuando apenas faltaban unos minutos para su salida a escena en Primavera Sound, entre el animalario congregado encontramos a chicos con bigote irónico y a chicas con gafas de pasta sin graduar. En su mayoría extranjeros. ¿Se repetirá la movida del youtube? Preguntaba una "it girl" a su amiga un poco menos "it". "Al menos, espero que nos de tiempo para el concierto de Animal Collective, ¿Pero quién se han creído que son éstos?"   

El expediente Odd Future comenzó propagándose por los arrabales de Internet a comienzos de año a base de mixtapes gratuitas y un directo con olor a orina y a napalm. El must de la temporada en el ipod de todo hipster, psicótico y delincuente pre-adolescente que se precie. Criados en Los Ángeles, entre las filas de estos gamberros encontramos a una retahíla de artistas con una media de edad de 20 años. Nada nuevo en un mundo gobernado por niñatos desde Silicon Valley. Hip Hop para frenopáticos, lo suyo es diametralmente opuesto al bling bling, las dentaduras de oro, el booty shake y los sonidos azucarados de las pistas de baile norteamericanas. Sus referentes estéticos basculan entre el  nihilismo punk de Sex Pistols y las atmósferas y las rimas turbias de Wu Tang Clan." ¡Son la viva imagen del apocalipsis!" Proclaman en los incendiados foros a su culto. Hasta los diarios New York Times, New Yorker y The Guardian se han arrodillado ante sus Vans .¿Cuál es su secreto? “Siempre hemos sido unos descarriados, y esto mola, porque es lo que nos va a hacer grandes en un futuro”. Son palabras de Tyler, The Creator, culpable del primer disco oficial en solitario del conjunto, Goblin, desde hace unas semanas a la venta y alabado unanimamente por la prensa especializada.

Tras la espera, finalmente salieron ayer al escenario Pitchfork como una violenta bofetada. La troupe no ha podido venir en su totalidad, como era de esperar, Earl, el miembro "desaparecido" no ha asistido al evento. Hace poco The New Yorker desminitó los rumores sobre su posible muerte o el secuestro por parte de una secta evangélica. Earl, la leyenda de apenas 18 años, autor de una de las mixtapes de hip hop de culto de los últimos tiempos, se había internado por su propia voluntad hace meses en un centro apartado del caos y de la fama. Como colofón, el semanario terminó por revelar algo extraordinario: Earl, no es ni más ni menos, que el hijo único de Keorapetse Kgositsile, el poeta surafricano que fue uno de los precursores del hip hop en los años 70 en la ciudad de nueva york. El fin de ciclo perfecto para una escena de la que muchos críticos agoreros llevan tiempo contando los días para su defunción. Violaciones, padres ausentes, monstruos, droga, porno duro, son tan sólo el primer aperitivo del imaginario lírico que se dispara ante la indiferencia de un mar en quietud y calma en el horizonte. A pesar de ser en su mayoría niños-bien con algún que otro divorcio paterno a sus espaldas, el público asiente con furor como si estuviesen hablando de sus vidas. El clan Odd Future se contonea poseído, endemoniado por los ritmos y los sonidos densos que escupe el dj, mientras grita una y otra vez consignas que la masa repite en temas como Transylvania o el hit macabro que los puso en el mapa, Yonkers y la letra de apertura "soy una jodida paradoja, no, no lo soy". Sus camisetas de estética baseball, llevan el número del diablo en su reverso y marchan de un lado al otro haciendo el saludo nazi. "¡Wolf Gang!" ¡Wolf Gang!"   

Bastardos de pura cepa, el clan Odd Future fue criado en su mayoría en entornos desestructutados con la sola compañía de la Playstation y su talento. Ellos mismos han declarado en múltiples entrevistas que, fue la ausencia de la figura paterna durante su infancia, lo que inicialmente unió a la manada de lobos tal y como les gusta auto-denominarse. Una condición que Tyler explota neuróticamente en unas letras que han desatado la ira los bien pensantes de su país. Material creativo que tiene más de demiurgia del Zeitgeist y su crisis que de realidad autobiográfica. Pues Tyler ni fuma, ni bebe alcohol ni café. Straight edge hasta el final. Incluso se polarizó hace poco en sentimientos antagónicos en Twitter cuando declaró lo asqueroso y triste de haberse acostado con una groupie en la minivan de la gira. "De todas formas", matizó finalmente en la red social  "me la he follado, ¿no?". Un diálogo, o una guerra, más bien, entre Dr Jeckill y Mr Hyde a ritmo de hip hop en la cabeza de un niño al que le recetaron Ritalin y fue a clase para súper dotados.

Ni la industria discográfica ha podido con los bastardos. "Si no les puedes ganar, únete a ellos". Debió de pensar la todopoderosa Sony antes de ficharlos por Red. Una división dedicada a desarrollar a nuevos artistas para el catálogo de la major que, en un giro inesperado e histórico para un grupo novel, aprobó la creación de su propio sello discográfico: Odd Future Records. El contrato incluyó a todos los artistas asociados a la posse Odd Future y les garantizó absoluta libertad en el terreno creativo como la propiedad de todos sus masters. Así lo explicó hace poco su manager Chris Clancy: “Tendrán el 100% del control creativo en todos los aspectos de su música, arte, y planes de lanzamiento sin que ninguna tercera parte intervenga en el negocio. Aquí la cuestión es puramente la de divertirse”.

En la última canción del repertorio de anoche pasa lo inevitable. Uno a uno, los jóvenes de las primeras filas, repiten la famosa escena del festival de Londres subiéndose al escenario para pasmo de los de seguridad. En cuestión de minutos se pueden contar cientos de ellos, quizás unos 400. Sólo se oyen gritos y la visión de una masa informe que abraza al unísono el torso sudado y desnudo de Tyler. "¿Aguantarán el hype?". El tiempo dirá. De momento Odd Future es uno de los pocos alimentos sin azucares en la maraña del pop de la actualidad. Un futuro diferente para una generación conectada las 24 horas la banda ancha y sus vídeos de gatos. Hambrienta, esta vez, de algo "real". Aunque todo, incluso lo que más nos temíamos, haya sido posiblemente una gran obra de ficción. Diez minutos antes de su concierto en Primavera Sound, Tyler postea en su twitter "Quiero volver a casa" "Me siento fatal" "A la mierda con este tour". Momentos después, ataviado con una máscara verde con una cruz invertida en su frente, se lanzaba a bocajarro desde el escenario para fundirse con el público que lo recibía con los brazos abiertos y el rostro desencajado.   

Isaac Marcet Alzamora es director de PlayGround

 

El síndrome del Peñón

Por: | 29 de mayo de 2011

Peñón

 

El Primavera Sound 2011 ya forma parte de la historia, y los renglones de la misma cuentan que el festival ha crecido. Este edición se ha cerrado con más público que nunca (120.000 visitas), un aumento del número de escenarios y un incremento de oferta musical. Tres días que en realidad han sido cinco, no olvidemos las dos sesiones del Pueblo Espanyol. Hasta aquí los datos.

Pero ¿qué ha crecido de verdad en esta edición del festival?. Pues lo que más ha crecido, lo que ha permitido al Primavera dar un importante salto cuantitativo ha sido la masiva presencia de público extranjero, dentro del cual ha destacado principalmente el inglés. En este edición es cuando más se ha notado este incremento,  dándose la circunstancia de que por vez primera en la historia del Primavera la sensación al pasear por la inmensidad de su recinto era similar a la que se produce en el FIB, donde la impresión de ser minoría en tu propio país resulta inevitable. Y no, que nadie entienda mal el comentario, ni dictado por el espíritu de Martínez Soria ni por esa xenofobia que campa libre colándose entre las grietas del miedo. No, no se trata de apelar al ideario de Intereconomía y reivindicar un festival español para los españoles.

Lo que sí podemos preguntarnos es cual es el sentido de nuestros festivales y a quien dirigen su llamada, a qué escena resultan útiles, quien se beneficia artísticamente de su trabajo. Dábamos por sentado que el Sónar, primer festival local en nutrirse masivamente de público internacional, parecía abocado a ello dado el raquitismo de la escena electrónica española. Pero resulta que poco a poco, los otros dos grandes festivales de pop rock de España, el FIB y el Primavera, han acabado teniendo la misma base foránea de público, y en su caso sin que las escenas locales sean tan débiles como la electrónica.

Todo parece indicar que ya nos podemos ir acostumbrando a la idea de que estos festivales seguirán acaparando público internacional que viene a España a ver a sus grupos favoritos en un entorno civilizado más barato y sin inclemencias meteorológicas. Mirando los carteles de estos festivales, uno no tiene muy claro si está en Barcelona o en Londres, de suerte que la utilidad que obtiene la música independiente española de sus festivales estrella se antoja bastante limitada.

En el fondo todo ello no es sino reflejo del papel que parece reservado a España en el concierto Europeo: ser un país de servicios. Pese a que nuestra clase política lo esquive, todo indica que nuestro futuro pasa por hacer bien las camas de los hoteles, atraer turismo (de calidad y del de garrafa) y brindarle desde sangría y sol a actividades culturales y entorno histórico. En este sentido los festivales musicales españoles han marcado un camino y su oferta atrae a los extranjeros. Nos queda, eso sí, una leve sensación de vivir bajo el Síndrome del Peñón: nuestros festivales parecen pequeñas embajadas o consulados extranjeros con sede en nuestro territorio. 

 

Consejos para sobrevivir en primavera

Por: | 28 de mayo de 2011

Lateros

Si sobrevivir, así en general, se está poniendo cada día más difícil, sobrevivir en Primavera es casi un milagro. Deambular sin destino fijo, víctima del hambre y de la sed, evitando que te metan un Smint en la boca –nutridos grupos de señoritas y caballeros que gesticulan como modelos de Anton Corbijn lo intentan con denuedo- es una tarea que no se sobrelleva por sólo adoptar el vestuario del Coronel Tapioca. Es por ello que sugiero el siguiente decálogo de autoayuda.

 

  1. Nunca seguir a la multitud. Imaginemos una puerta con cuatro hojas. Imaginemos ahora una fila de personas que caminan hacia ella. Si el primero entre por una hoja, los demás le seguirán ignorando las otras tres. Escenario Pitchfork. Actuación de James Blake. Todo el público se apelotona en la entrada, ignorando que en la parte izquierda sobra el espacio. Conclusión, siempre hay que moverse por la periferia de las aglomeraciones. Y sí, Blake, pese a que el concierto era al aire libre, bordó una actuación de club nocturno, ambiente sofisticado y canciones delicadas para vocoder. Lo llaman postdubstep, pero también podría llamarse Marta.
  2. Estudiar logística. ¿Es posible desear una cerveza viendo a Big Boi o Pulp y disponer de ella antes de que el concierto haya concluido?. Claro que no. Ergo la cerveza se compra en el escenario más alejado y con grupo más matado en liza. Hay que caminar antes para beber durante.
  3. Procurar tener gustos públicamente indefendibles. Es difícil, pero en ocasiones hay que atreverse. Grinderman en el escenario principal vociferando rock maldito para camioneros con estudios. Mal asunto, me digo. Voy, me lo marco de exquisito y me acerco a ver a Smoke Fairies. A los cinco minutos estoy cansado de Caperucita abonada a la cursilería medieval, pero al menos nadie me empuja. Entre dos cosas que  te dejen indiferente, mejor la despoblada.
  4. Huir de los ingleses. Esto es difícil, se ha de reconocer. Bien, precisando más habría que decir que ellos no necesariamente son tan distinguibles como ellas. El Primavera no es el FIB y el perfil del espectador es mucho menos Rooney que en Castellón. Ellas sí que van de uniforme. El pantalón corto es inevitable, así como las combinaciones de colores que tu madre no vistió ni en sus peores delirios. La piel enrojecida es aconsejable para el perfecto paradigma. Les gusta la fantasía hortera-chic, y todos, ellos y ellas, empuñan cerveza. Si no te andas con ojo acabas mojado. Estaba yo en un rincón viendo The National y pensado en Tindersticks con músculo, cuando una inglesa derramó, sin segundas, su cerveza en mi músculo. Dijo sorry.
  5. Poner cara de estar trabajando. Así casi nadie te dará la chapa. Puedes intentar parecer un delegado de la SGAE, -en este caso viste aburrido y añade cara desconfiada y de disconformidad-, un policía antinarcóticos en huelga –sólo mira al escenario con rostro serio y de reojo a las tías-, o un miembro de la organización –aquí va bien expresión propia de Tío Gilito-. Con ello evitarás situaciones como la que me tocó vivir en el excelente concierto de Twin Shadow, una batidora de los ochenta que en momentos me hizo pensar en Bryan Ferry y The Blue Nile, sí. Estaba yo encantado escuchando “Tyrant destroyer” y un inglés se interesó por los tapones con los que me protejo de conversaciones como la que me proponía. Tal y como miraba pensé que la actitud antinarcóticos hubiese sido la más disuasoria.
  6. Tener respuestas categóricas preparadas para las preguntas de rigor. A ¿qué has visto? responder “mucha gente”. A ¿qué te ha gustado más? responder “el bocadillo de jamón canario que he traído de casa”. A ¿has visto en Half Japanese que Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, vuelven a salir juntos? responder “como Víctor Manuel y Ana Belén”. A ¿no crees que este festival está desbordado? responder “más se perdió en Woodstock”. A ¿te han gustado Belle & Sebastian” responder “en el BAM de 1.997, mucho”. A “¿viste a Pulp? responder “me reservo para la reunificación del 2025”. Tras la respuesta, gesto de despido y media vuelta. Si el prójimo no se sabe divertir solo que se vaya a una guardería.
  7. No parecer un periodista. Los antes envidiados cronistas musicales son hoy infantería ligera desdeñada por un festival que apenas les necesita. Los ves sudorosos, tomando notas como alumnos aplicados de internado pijo, quejosos ante la inmensidad del recinto y con la permanente sensación de carecer de espacio para contar lo que ven. Lo peor es que el personal aún les envidia.
  8. Cuando a la salida del recinto un ejército de pakis te asalten blandiendo latas, preguntarles sin son sunníes (77%) o chiíes (20%). El momento de duda y asombro te permitirá hacerles un quiebro.
  9. Ni te acerques a los árboles. Tras el Primavera ni los perros encontrarán rastros olfativos de sus congéneres.
  10. No mirar las tarjetas de identificación que cuelgan de los cuellos de aquellos panolis que las llevan sin necesidad alguna –muchos de ellos acreditados en el Primavera Pro-. Esta conducta está tipificada en psiquiatría como el Síndrome del Congreso de Dentistas. Intentando leer sus tarjetas no ayudarás a que sus portadores se curen.

 

Regreso a Pulp

Por: | 27 de mayo de 2011

Pulp 
La formación más emblemática de la historia de Pulp se reunirá esta noche, a la 1.45, en el escenario principal del San Miguel Primavera Sound. La banda británica es el plato fuerte, la gran primicia por la que decenas de festivales de música alternativa suspiran esta temporada. Habrá otros cabezas de cartel más caros, aparatosos o masivos, pero pocos son emocionalmente tan simbólicos para una generación específica. Una que hoy supera los treinta. 

Diez años después de su último disco, We love life. Nueve años después de su último directo oficial. Y dos días después de un concierto "de ensayo" celebrado en una pequeña sala de Toulouse (sin cámaras, para no fastidiar la primicia). Con este timing arranca la monumental gira que les llevará por todo el planeta durante el verano. El futuro de esta insignia de los noventa, la que superó el Britpop con más dignidad, sólo se resolverá después.

Los 32 años de historia de Pulp se podrían dividir en dos etapas. Una menos conocida, marcada por la obsesión de su líder, Jarvis Cocker, con triunfar (de casi dos décadas e interminables cambios en su formación). Y otra consagrada a la ingesta del éxito, acompañada de no pocas penurias y decepciones. Y la venta de 10 millones de discos. En medio de ambas, Common people, un himno generacional tan determinante que algunos periodistas han abogado por incluirla como material de estudio obligatorio en el bachillerato británico.

Este es un repaso a esa primera etapa a través de una breve selección de canciones.

La primera formación data de 1978, cuando un quinceañero de Sheffield bautiza su banda con el nombre de una película de Michael Caine. Las reseñas iniciales en fanzines describen un cruce entre ABBA, The Fall, el quinteto postpunk de Manchester, y los héroes de la new wave local, The Human League. Pero su primera referencia conocida, el ignorado miniálbum It, navega entre delicados arreglos folk, el pop y hasta el music-hall. Pese a lo luminoso del conjunto, ya se adivina el humor cáustico que será marca de fábrica. Entre sus ocho cortes se encuentra alguna estimable gema como esta.

Wishful thinking (1982) 

 

Tony Perrin, el dueño del pequeño sello Red Rhino Records en el que el grupo militó apenas unos meses, animó al cantante a componer hits radiables, convencido de su capacidad de escribir algo "que sonara a Wham!". El resultado es Everybody’s Problem, una grabación que Cocker ha confesado que cantó con total desgana (resulta bastante evidente) y que le avergüenza particularmente. Con todo, el estribillo de una de las piezas más extrañas de su repertorio tiene su encanto, aunque no llega al nivel de There was, la preciosa cara B del mismo single.

Everybody's Problem (1983)

 

En una entrevista concedida al semanario británcio NME, Cocker confesó que poco después de firmar con el sello Fire, se cayó de una ventana cuando trataba de impresionar a una chica con una imitación de Spider-Man. Al salir del hospital, dio varios conciertos sentado en una silla de ruedas. Las bases del personaje mediático empezaban a sentarse. También su estilo compositivo. De esta época es Little girl (with blue eyes), con uno de sus estribillos menos sutiles ("Hay un agujero en tu corazón y otro entre tus piernas. Nunca has tenido que preguntarte cuál de los dos es el que él va a llenar, a pesar de lo que te diga") y una melodía que podría pertenecer a cualquiera de sus últimos discos. 

Little girl (with blue eyes) (1983)

  

La públicación de Freaks, un álbum bastante deprimente grabado en menos de una semana y que no tuvo la menor repercusión, nunca satisfizo a Jarvis. A pesar de ello, las características guitarras de Russell Senior, tan sincronizadas con la voz de Cocker en los constantes cambios de intensidad, empiezan a manifestarse como otro sello distintivo. También los teclados atmosféricos de Candida Doyle. De toda la tracklist, solo esta I want you sobrevivió ocasionalmente en su posterior repertorio en concierto.

I want You (1987)

  

Tras el fracaso de Freaks, y animados por el nuevo bajista, Steve Mackey, aficionado a las raves, el sintetizador Roland TB-303 y los rompepistas acid house que arrasaban en el momento, Pulp sofisticó el elemento disco presente en algunos de sus primeros temas. Un recurso al que recurrirían con éxito en varias ocasiones a lo largo del resto de su carrera. Un ejemplo es la formidable Death goes to disco —un single que lanzarían justo antes de que Cocker pusiera en peligro la continuidad del grupo mudándose a Londres a estudiar cine— o la soberbia Countdown, que no publicarían hasta 1992 y que años después, con el éxito de Common People, se convertiría en inesperado hit en discotecas indies de Londres a Barcelona. Un bombazo en directo, podría ser una de las sorpresas de la set list en el Primavera Sound.

Countdown (1989)

 

NME escoge My legendary girlfiend, primer sencillo de Separations, como single de la semana. El locutor de la BBC 6 y crítico musical Stuart Maconie escribe: "Un vibrante fermento con alma de club nocturno y ópera adolescente". Por primera vez, la prensa presta cierta atención a las excentricidades del histriónico Jarvis, que como en una versión lo-fi de Barry White, da rienda a todos sus tics en cinco apabullantes minutos de susurros, estribillos épicos y una atmósfera disco siniestra y sexual. Trece años después, Pulp se convierte en promesa.

My legendary girlfriend (1991)

 

Melody Maker, el hoy extinto semanario rival de NME, escoge un nuevo tema de Pulp, O.U., como single de la semana junto con The drowners, de otra banda que marcará época, Suede. Una producción arisca, casi punk, y una lluvia esquizoide de minimoogs componen la que desde la perspectiva actual es la última gran rareza de la banda, que en 1992 está a punto de dar el primer salto. Podría figurar en la set list esta noche.

O.U. (1992)

 

Babies, una oda al voyeurismo adolescente, es el himno épico, de puño en pecho, que les abrirá las puertas de Island Records. Jarvis relata con profusión la obsesión que siente por la hermana mayor de su amiga, que le lleva a espiarla desde un armario cuando esta se trae chicos a casa. Un día es descubierto y finalmente le confiesa a su amiga que acabó enrollándose con su hermana "porque se parece a ti". Pasadas dos décadas, las guitarras, absolutamente deliciosas, y la parrafada, extasiante, siguen levantando brazos y arrancando fraseos air guitar como el primer día. La canción se incluirá en el recopilatorio Intro y en el primer álbum que lanzan con Island, His 'n' hers, donde rivalizará en el corazón de los fans con otra de sus obras magnas, Do you remember the first time? Mención aparte merece la segunda versión del vídeo, puro bubblegum pop visual, que marcará para siempre el rumbo estético de la banda.

Babies (1992)

 

El club Razzmatazz de Barcelona, nombrado así en homenaje a la canción de Pulp, es el responsable de que la banda recuperara este poderoso medio tiempo en su repertorio de conciertos en 2001, tras empolvar durante años el baúl de los recuerdos. Fue en los fastos del décimo aniversario de la sala, y no hay noticias de que se vuelva a dar el caso, salvo que Cocker, que tiene una efección especial por la capital catalana, sorprenda lanzando un guiño.

Razzmatazz (1993)

    

El orgullo de la clase obrera. Con permiso de Girls and boys, de Blur, Common people es el gran himno del pop alternativo europeo de los noventa. Una compañera pija de la escuela de arte de Central Saint Martins inspiró a Cocker este tratado sobre el turismo de la pobreza y el glamour de los desclasados que supura mala leche por todos sus poros. Es probablemente la canción más política de la banda, y la que mejor dotó de discurso a un fenómeno, el Britpop, que tiene en el álbum al que pertenece, Different Class, su particular White Album. Otros de sus múltiples singlesMis-Shapes, Something changed o Sorted for e's & wizzcompletarán magistralmente el manual de instrucciones de toda una generación. Todas ellas se esperan en el set list esta noche.

Common People (1995)

  

Papi, que me hacen hacer colas

Por: | 27 de mayo de 2011

Colas_Festival_Cine 
Lo decía mi abuelo, “una guerra tendrías que haber pasado”. Tomo hoy la prensa y todo el mundo, público incluido, parece, se queja de las colas padecidas en el Primavera Sound. ¡Que falta de paciencia!, ¡que ansias tan poco contenidas!, ¡que ausencia de empatía!. Esta generación digital carece de sosiego, lo quiere todo ya mismo y aún no parece haber aprendido a encajar el “vuelva usted mañana” que durante tanto tiempo pautó el día a día de nuestro país. Ahora va a resultar que de repente hemos de ser eficientes, rápidos, pulcros e incluso amables. ¿Pero qué es esto?. Que Catalunya es Europa, pero no tanto, diantre.

Las colas son un lugar extraordinario para celebrar nuestra pertenencia a una especie que ha sobrevivido gracias al gregarismo. En las colas descorchamos conversaciones, emitimos juicios apresurados sin que nadie nos lleve la contraria, arreglamos los problemas sin que persona alguna nos exija una demostración empírica sobre la bondad de la solución pergeñada, tomamos el sol, evacuamos tensión y nervios criticando al prójimo y, de manera particular, a la organización, suma instancia demoníaca responsable de todos los desaguisados –me quedé sin batería del móvil y también les eché la culpa a ellos-. Y, ya en otros planos, permanecer en una cola refuerza el pensamiento Zen, el sentido del equilibrio, la musculatura de las piernas, de la zona lumbar y la del hombro del que pende el inevitable bolso-a (así, en masculino y femenino resulta más correcta la descripción) que nos designa como festivaleros. ¿Es o no la cola un lugar extraordinario?. Incluso se puede leer. Y sólo en una cola puedes colarte.

Que tampoco se puede beber. Eso no es culpa de los organizadores, quienes hacen un pastón vendiendo cerveza -por cierto, el vaso pequeño emborracharía a un vikingo, desde aquí exijo medidas acordes a los estándares hispanos de bebercio-. ¿Se imaginan a Bernie Ecclestone sustituyendo un Red Bull por un Seat Panda Makinero?. ¿Cómo se les ocurre pensar que la organización se sabotea a sí misma?. Además, la culpa la tiene el inventor de la informática, Bill Gates creo. Ese tipo sí es responsable de inventar algo tan inestable como los ordenadores, que se estropean cuando más se les necesita provocando que al operador se le quede cara de Bill Gates destripando un ábaco.

Hay que ser imaginativos y quejarse menos. ¿Que no hay cerveza?, pues en los bares de al lado del Fórum venden cerveza más barata y bien tirada. Y huele a bar cutre de barrio, que es algo que los guiris no pueden comprender. ¿Que no puedes beber alcohol en condiciones?, pues la petaca se inventó justo después de la rueda, y situada en la zona noble del cuerpo sólo se detecta con dispositivos antiterroristas. ¿Que no has podido entrar en Sufjans Stevens?, pues te pierdes entre el público diciendo o bien que se ha suspendido el concierto porque la organziación le ha perdido las alas de ángel o bien que la actuación ha sido un fiasco porque hacía versiones de Mocedades.  

Pero como dicen que no puede haber crítica sólo destructiva,  propongo una serie de medidas que se me
ocurrieron haciendo cola para acreditarme (entre las 16:45 y 17:45 horas del miércoles, sí allí también se cayó Bill Gates-. Y digo que debemos volver al clasicismo, las entradas de papel con fotos de los músicos, el dinero contante y sonante, nada de esas tarjetas monedero que te hacen sentir Robocop comprando aceite para el motor, sustitución de las pulseras por sombreros de papel que de paso protegerían del sol y muchos más lavabos para ellas que para ellos, que usan los árboles con una alegría simiesca digna de mención. La implementación de estas sencillas medidas nos haría más felices. Y en caso contrario, siempre podemos poner a parir a quien las ha propuesto.

De dinosaurios, mamuts y otras especies antiguas

Por: | 26 de mayo de 2011

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  La banda Suicide en una foto promocional

TEXTO: ÍÑIGO LÓPEZ PALACIOS

Sería injusto atribuir al rock la creación del culto a la juventud, pero es innegable que lo abrazó con pasión. Sí, el primer rockero fue un treintañero llamado Bill Halley, pero el primer ídolo, Elvís no alcanzaba la veintena cuando grabó su debut.

Pronto, ser joven se convierte en una obligación profesional. En 1970, Nik Cohn, un periodista británico de 22 años, publica Awopbopaloobop Alopbamboom, la que se considera primera historia escrita del rock. En el capítulo dedicado a los Rolling Stones, para más inri su banda favorita, escribe: “Si  les quedara un ápice de dignidad se matarían en un accidente de un día antes de cumplir los 30 años”. Obviamente no le hicieron caso, pero meses después de publicarse el libro fallecen Jimi Hendrix y Janis Joplin. Tenían 27 años, a partir de entonces la edad exacta para entrar en el panteón.

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La cuestión local

Por: | 26 de mayo de 2011

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     El Guincho en una foto de promoción.

Algo pasa con el pop y el rock independiente español. Quiero pensar que los organizadores de un festival estarían encantados con tener como cabezas de cartel a grupos locales, todo y que en ocasiones eso implica que los asistentes foráneos decidan aprovechar esa actuación para cenar. Quiero pensar, entre otras cosas porque me consta, que los organizadores del Primavera Sound no están cargados ni de recelos ni de prejuicios con respecto a la contratación de bandas nacionales, cuya cantera ha de ir creciendo al socaire de acontecimientos como este festival, que debe facilitarles su exposición tanto ante nuevos como ante viejos públicos.

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Distancias que matan

Por: | 26 de mayo de 2011

Dígase de entrada que los festivales veraniegos son una forma excelente de pasarlo bien, disfrutar con los amigos y celebrar la música al aire libre. Nada se puede o debe objetar. Sí, presentan problemas y ciertas incomodidades, entre ellos que la oferta resulta tan desmesurada que aturde, que la capacidad de ingesta de música tiene un límite, como la de número de películas que se pueden ver sin perder el oremus etc. Pero un festival es algo más que música, y ahí radica parte importante de su atractivo. Porque si hablamos de escuchar música en condiciones, habremos de convenir que nada como las salas, especialmente cuando la propuesta tiene carácter intimista y/o requiere concentración. El Primavera Sound es en este sentido un festival distinto a todos, ya que ofrece dos posibilidades: la oferta típica festivalera, es decir aquella que se desarrolla para multitudes al aire libre, y la del Auditori, centrada en músicas donde el detalle cuenta y suma. Si el año pasado allí se disfrutó de uno de los conciertos que en otro lugar hubiese resultado imposible paladear, el de Van Dyke Parks, este año se presentan otros que pueden ir en la misma línea, como por ejemplo los de Sufjans Stevens. Es por ello de agradecer este gesto de contar con un recinto de conciertos como el Auditori, todo y que ello implique que la propia organización del Primavera entiende que la mayor parte de sus escenarios no son útiles para las músicas que no impliquen algarabía. El creciente éxito del festival ya plantea problemas para acceder al Auditori, lo que convierte un activo del festival, su excelente escenario cubierto, en un hipotético Talón de Aquiles. Pero quejarse por ello es abonarse a la queja, un deporte gratuito y con muchos federados. 

De tuertos y ciegos

Por: | 26 de mayo de 2011

Hace unos años nacieron unos festivales cuyo referente de público eran precisamente aquellos consumidores a los que nadie hacía caso. Grupos apenas visibles en los medios de comunicación habían conseguido una sólida base de público que acudía bien a Benicàssim, bien al Primavera Sound, bien al Sonar para verlos en directo. La mayor parte de los medios, ajenos a esta evolución, miraban con cierto desdén condescendiente los gustos de aquella minoría que apenas generaba ingresos a una industria que entonces podía ignorar a Pulp y decir de Los Planetas que vendían poco.

Con el paso de los años, la gran industria ha marchitado, las grandes estrellas han decrecido en número, los estadios ya sólo los llenan los miembros de una generación menguante que supera los 50 años y aquellos a los que se miraba con desdén, los “listillos”, son los únicos que se mantienen fieles a sus artistas favoritos, cuya lista se ha ampliado tanto en número como en estilos a los que atender. Hoy en día son sólo estas personas quienes compran discos de manera continuada, acuden con regularidad a conciertos y mantienen el pulso de una industria cercana al colapso. Es justo ahora cuando todo el mundo gira sus ojos hacia estos artistas, que agrupados en el cartel de un festival como el Primavera Sound, generan miles de espectadores. ¿Ha mejorado por ello la situación?, ¿se pueden lanzar las campanas al vuelo?, ¿se escucha más y mejor música hoy que hace 20 años?....Sí y no, porque no es tanto que el indie haya crecido de tal manera que se haya sobrepuesto a la escena de los grandes artistas comerciales, como que éstos, acosados en España por una crisis doble –económica y discográfica- que hace descender sus ventas, limita la asistencia a sus conciertos y hace descender su notoriedad, han perdido protagonismo. Sí, la música independiente ha crecido, pero no tanto como el descenso que ha sufrido la escena digamos comercial. Hay derecho para la satisfacción, la música que antes se miraba con distancia siendo menospreciada como fuente de negocio, hoy tiene un lugar bajo el sol. En cierto modo se ha quedado sola.

Hay muchos M. Ward, pero están en éste

Por: | 23 de mayo de 2011

M. WARD

Hace poco, esperando entre la gente el principio de algún concierto, escuché hablar sobre M. Ward. Un amigo se lo recomendaba apasionadamente a otro cuando un tercero irrumpió diciendo algo así como “¿M. Ward? No está mal, pero no deja de ser otro cantautor folk, como tantos otros que han salido con la moda del americana”. El que escribe esto se quedó atónito ante semejante afirmación, puesto que, independientemente del gusto de cada uno, si hay algo que M. Ward no puede ser considerado, es “uno más”.

Ward es un cantautor folk, sí, pero dejarlo ahí sería como decir que los Beatles son otra banda de pop, o que The Wire es otra serie de policias y ladrones. Antes de que nadie se me eche al cuello por invocar a los sacrosantos liverpoolianos o a la odisea de Omar Little, aclaro que no estoy haciendo una comparación. Me refiero a que el universo de M. Ward es terriblemente rico y variado, algo que queda patente ante la escucha de sus siete álbumes en solitario, los dos volúmenes de She & Him o su participación en los Monsters Of Folk, entre otras muchas colaboraciones. Es versátil y original –algo que no pueden decir muchos– en una era de clones, de plagios disfrazados de homenajes y de bandas de moda que lo único que hacen es fusilar a unos y a otros.

Esa versatilidad se puede ver en directo en la gira que Ward está haciendo por España junto a su amigo Howe Gelb. Una gira que llega esta noche a Madrid con un rotundo sold out y que concluye mañana en Bilbao en un concierto que abrirá el ciclo BBK Live Bereziak, antesala del macro festival veraniego de mismo nombre.

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