Boris, el terremoto nipon

Por: | 24 de junio de 2011

Davemaatmusic4

Esta noche el trío de rock japonés Boris actuará en la madrilena sala Caracol dentro de la gira europea de presentación de su doble lanzamiento discográfico, “Attention Please” y “Heavy Rocks” (Sargent House, 2011). El próximo martes 28 repetirán en La [2] de la sala Apolo (Barcelona), compartiendo escenario en ambas fechas con los norteamericanos Russian Circles y los checos Saade. Todo un lujo que no se deberían perder los amantes del rock expansivo de alto octanaje.


Boris irrumpieron con fuerza en la escena internacional a mediados de los años noventa, obteniendo el reconocimiento popular definitivo tras la publicación de “Pink” (Southern Lord, 2006), revalidado por crítica y público como el trabajo más completo y emblemático de la banda. Y eso es decir mucho, habida cuenta del fecundo ritmo creativo de Atsuo, Wata y Takeshi (el primer batería, Nagata, abandonó el barco en 1996 y actualmente les acompaña a la guitarra en directo Michio Kurihara de Ghost) quienes han superado la veintena de grabaciones en apenas tres lustros, colaborando con artistas de la talla de Merzbow, Sunn O))) y Keiji Hano en una búsqueda constante por redefinir los parámetros de lo que habitualmente entendemos por heavy rock

 

Ambiciosos en su propuesta y conceptuales en la forma, Boris han desarrollado un discurso propio a partir de un catálogo de influencias de lo más ecléctico. Partiendo de unos preceptos iniciales escorados hacia el metal y lo progresivo, con el paso del tiempo han sabido cribar en su particular capazo sonoro los ritmos pesados del stoner, los patrones drónicos del doom, la velocidad del hardcore y las texturas sonoras del noise electrónico. Tal vez por ello, el reciente díptico formado por “Attention Please” y “Heavy Rocks” adolezca de una cierta descompensación entre intenciones y resultados, ofreciendo sendas instantáneas de dos facetas opuestas (pero complementarias) de la banda, aunque sin terminar de definirse con la rotundidad de antaño. 

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En especial, “Attention Please” hará enarcar las cejas a más de uno, debido a un repertorio inapropiadamente descafeinado para lo que nos tienen acostumbrados. La culpa de todo la tiene el repentino cambio de registro, que bascula entre el electropop de nuevo cuño y el shoegaze estratosférico y que termina por lastrar un álbum que, eso sí, al menos conserva intacto el saludable empeño de la banda por reinventarse cada disco. En primer lugar, sorprenden las prestaciones vocales de Wata, hasta estas alturas inéditas en la discografía del grupo… Por eso es una lástima que en la titular, “Attention Please” o en “Party Boy” suene como una corista de Goldfrapp abducida por el J-Pop.

  

En canciones como “Hope” o “See You Next Week”, las atmósferas nos retrotraen al indie en estado gaseoso de finales de los noventa y acusan una sintomática tendencia a arrimarse al ascua de Blonde Redhead y Mazzy Star. Para cuando llega “Tokyo Wonder Land”, el oyente desconcertado consigue detectar ciertos atisbos de minimalismo rítmico y unas cuerdas oxidadas que apuntan a los Earth del “Special Low-Frequency” (Sub Pop, 1993) sin llegar a mayores. Unas guitarras que consiguen algo más de presencia entre las cajas de ritmo de “Les Paul Custom ‘86” y que sirven de antesala a “Spoon”, un ejercicio desengrasante a medio camino entre Sonic Youth y Stereolab que se sitúa sin problemas entre lo mejor del disco.

 

Habrá quien achaque el relativo paso en falso a la propia naturaleza heterodoxa de la banda, tan amigos como son del cruce genérico y de los experimentos con gaseosa. Otros percibirán un fallido -aunque bienintencionado- esfuerzo por ampliar horizontes expresivos y de mercado. Y al final todos llevan su parte de razón, porque nos encontramos ante el disco “menos Boris” de Boris.

Para todos aquellos que añoren la faceta, digamos, “más clásica” de los nipones, mejor será que recurran a “Heavy Rocks”: un auténtico compendio de blues-rock galvanizado al más puro estilo stoner, con crescendos de psicodelia drónica y ecos trash-metal que amplifican los efectos revisionistas del álbum de idéntico título, publicado por la banda en su propio sello, Fangs Anal Satan, en 2002. Un disco tan efectivo y potente como carente de verdadera personalidad, pero que nos devuelve a la banda encabritada al ritmo de puro y duro head banging, trazando una línea sucesoria que se remonta a Blue Cheer, Black Sabbath y Venom, pero también a Hawkwind, Melvins, Kyuss, Earth e Isis.

 

Invocando semejantes referentes, es de cajón que Boris saquen partido a sus bazas más contundentes, dejándose llevar por los derroteros épicos como “Missing Pieces” y “Aileron” y entregando piezas de efectividad inmediata, como “Window Shopping”“Galaxians” o “Jackson Head”. Mucho más concreto (que no conciso, al menos en lo que se refiere al minutaje) que “Attention Please”, reincide en aciertos del pasado sin evitar caer en antiguos errores: Ian Astbury graznea en “Riot Sugar”, un tema, por lo demás, bastante resultón; mientras que en “Tu, la la” se enredan demasiado en el emo-rock circa Sunny Day Real State. El problema es que cuando echan el cierre con “Czechoslovakia”, esa salvajada de metal de estadio (¿un posible crossover entre System of a Down y Metallica?) uno no puede evitar echar la vista atrás y preguntarse dónde se han quedado la chispa y el riesgo. 

 

Quien prefiera adoptar una postura intermedia puede recurrir a "New Album", una recopilación para el mercado japonés de ambos trabajos, a la venta en los conciertos de la banda... que, por otra parte, es donde Boris adquieren su verdadera y más aconsejable expresión. A todo volumen.  

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