“Demasiado frágil para durar”. Así lo definió su amigo, el trompetista Dizzy Gillespie. Era Charlie Parker, el hombre del alma resquebrajada, el maestro de la improvisación sonora y revolucionario del saxo que a pleno pulmón impulsó el bebop en la década de los cuarenta. A Bird le bastaron solo 34 años de vida para cambiar el curso del jazz tradicional y avanzarlo hacia la modernidad. También para ganarse un lugar inamovible en la memoria de los aficionados. Poco después de su muerte, el 12 de marzo de 1955, fueron muchas las pintadas que aparecieron en Nueva York con una simple frase: “Bird lives (Bird vive)”. Aunque descansa en el olimpo de los genios del arte musical, su espíritu parece encontrarse desde entonces en cualquier emotivo instante de la interpretación libre, en el caudal de notas abrasivas que prenden el corazón.
Tuvo una corta existencia pero su legado es histórico. Nadie puede dudar de la contribución de Charlie Parker a la historia de la música popular. Para cuando a mediados de los cuarenta tocaba en Nueva York, alternando la calle 52 y Harlem, su prodigioso talento al saxo había cambiado el sonido del jazz de un modo hasta entonces desconocido. Con su ataque agudo y su espíritu indomable, fue capaz de traducir en tiempo real un discurso complejo y coherente sobre un ritmo vertiginoso. Era la forma de superar las limitaciones de la conocida era del swing, desarrollada en Estados Unidos durante la década de los treinta. La época de las grandes bandas, de las melodías que se silbaban camino al trabajo, de las superestrellas como Artie Shaw o Glenn Miller y de la conquista blanca del jazz, género afroamericano por excelencia junto al blues. Parker rompió todo ese empaquetado, hizo trizas las convicciones artísticas imperantes, poniendo dinamita sonora allí donde había un muro de rigidez rítmica, muy regular y de elaborados compases. Puso el jazz al servicio del individuo y lo devolvió a las salas de conciertos.
“No aguantaba las armonías estereotipadas que cualquiera tocaba entonces. No paraba de pensar que debía de haber algo diferente. A veces lo podía oír, pero no lo podía tocar…”, decía el saxofonista al referirse a su salida de la orquesta del pianista de boogie-woogie Jay McShann. Parker, el perseguidor, como se llamaba el célebre relato que le dedicó Julio Cortázar, oía la pureza del jazz e iba en su búsqueda. Como desvistiendo al maniquí de prendas plomizas que era el swing comercial, buscaba el nervio sonoro, el auténtico contacto con la melodía aunque solo fuera en un fragmento, como un roce ardiente e inesperado, frágil e inolvidable. “Todo lo que se sobreentiende se deja fuera”, era la premisa bop, recogida en el libro El jazz de Joachim E. Berendt. En la experiencia del propio Parker: “Improvisé durante mucho tiempo sobre ‘Cherokee’ -standard del jazz-. Mientras lo hacía, me di cuenta de que, al utilizar los intervalos superiores de las armonías como línea melódica, colocando debajo armonías nuevas más o menos afines, podía tocar de repente aquello que por tanto tiempo había oído dentro de mí. Me llené de vida”.
La misma vida que llegaba al oyente, aunque aquella música nueva no fue bien acogida. Demasiada tensión para los orquestales primeros años cuarenta. Tal y como señala Historia del jazz, de Ted Gioia, en un artículo de la época se proclamaba: “No se puede cantar. No se puede bailar. Puede que ni siquiera se pueda soportar. Es el bebop”. Tampoco las estrellas de vieja escuela, puntales del jazz tradicional, lo admitieron. Louis Armstrong o Benny Goodman lo rechazaron por extraño. El vocalista Cab Calloway llegó a definirlo como “música china”. Pero, en la calle 52 y en el Milton’s de Harlem, el bebop no estaba pensado para el baile de salón, era un reflejo del alma, y además era verdadera música negra.
Desde el final de la Guerra de Secesión, la sociedad norteamericana se había caracterizado por sus fuertes controles. La generación que había pasado las penurias de la Gran Depresión y la brutalidad de la Segunda Guerra Mundial hizo estos controles aún más férreos. Muchos de los pensamientos secretos, de los sentimientos latentes, tuvieron que encontrarse en las artes. Y así sucedió en la sociedad negra. Si el blues guardaba el desencanto, el jazz escondía la rebelión. El bebop anticipó el latido afroamericano que se plasmaría más tarde con el movimiento de los derechos civiles.
La vanguardia liderada por Parker tenía conciencia racial. El saxofonista, formado durante su juventud en el blues que oía casi a diario en Kansas City, conseguía armonizar en su música los contrastes entre la cultura negra y la blanca mientras desprendía una actitud existencial. Con el bop, una nueva generación de jazzmen negros se negaba a mostrarse sumisa ante los blancos. Estos jóvenes músicos querían ser considerados artistas y culturalmente afroamericanos, abandonando definitivamente el clásico papel de mero entertainer negro, que hacía de intérprete popular y cómico. Este papel lo habían llegado a asumir verdaderos maestros como Armstrong o Fats Weller. Los boppers aparecían como revolucionarios insolentes y Parker estaba a la cabeza de aquel movimiento. En palabras de Thelonious Monk: “Queríamos hacer música que ellos no pudieran tocar”. Y ellos eran los blancos.
En el Milton’s, en el 210 West de la calle 118, se originó el movimiento bebop, que ha tenido en Parker a su embajador universal, junto con Dizzy Gillespie, pero contó con numerosos músicos a partir de mediados de los cuarenta, como Thelonious Monk, Bud Powell, Fats Navarro, Miles Davis, Dexter Gordon, Max Roach o Art Backley, entre otros. Todos se dedicaban simplemente a tocar pero empezaron a buscar algo radicalmente nuevo por el exceso de estilización del swing, lo que de pronto convirtió al bop en una alternativa atractiva y sorprendente pero poco comercial. No dio mucho dinero ni se puso de moda pero fue más influyente que ninguna otra escena conocida hasta entonces, llegando a alumbrar a toda una generación de hipsters y los siguientes beats de Kerouac y compañía. Bird, que llegó a tener el club Birdland dedicado a él, se convirtió en una leyenda viva entre sus compañeros. El saxo alto Gigi Gryce, uno de sus mejores amigos, afirmó: “Parker es un genio natural. Si hubiese sido plomero, creo que también hubiera logrado algo extraordinario”.
Pero el problema de Parker fueron las drogas, que acentuaron cada vez más un carácter tormentoso, originado por su timidez, desconfianza y los traumas de una difícil infancia sin padre. “Estar cerca de Bird podía ser muy divertido, porque era un auténtico genio de la música y, al propio tiempo, más excéntrico que un hijo de puta, hablando con aquel acento británico que generalmente usaba; pero también era difícil tenerle cerca porque constantemente intentaba sablearte, cuando no estafarte, para conseguir el dinero que necesitaba por culpa de su afición a las drogas”, escribió en su autobiografía Miles Davis, su alumno más aventajado. Parker conoció los estupefacientes al mismo tiempo que la música. Según contaba él mismo, empezó a consumir heroína a los 15 años. Exagerado o no, la única verdad fue que al tiempo que hacía volar a más gente con su jazz incendiario más caía al vacío de la autodestrucción. Nunca pudo librarse de su drogodependencia. Cada vez más desmejorado y abandonado, fue una lucha desigual que terminó por perder en 1955. Se encontraba viendo la televisión en el apartamento neoyorquino de su amiga la baronesa Nica de Koenigswater cuando murió de un colapso cardíaco. El médico dijo que el fallecido parecía que tener el cuerpo de un hombre entre 50 ó 60 años. Como su música al saxo, Charlie Paker había vivido frenéticamente, como a mordiscos, con una voluntad ciega por hallar la nota más bella pero también la más frágil. Demasiado frágil para durar, demasiado bella para olvidar.
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Hay 22 Comentarios
Gracias por este libro, que nos envuelve de una maravillosa lectura.
Publicado por: paco | 05/02/2012 21:47:28
parker como toda una generacion de virtuosos en el arte desde q nacen son seres distintos y hasta las condiciones q rodean su vida contribuyen a formar un ser con caracteristicas de genial ,la pobreza ,el hambre ,el abandono y hasta la tez de su piel en esa epoca eran factores determinantes hoy su nombre es leyenda y su legado cada dia da muestras de modernidad en una epoca donde fue solo un incomprendido humana y artisticamente
Publicado por: juan moreno | 04/01/2012 2:58:41
Un grande de la musica Jazz. merece a pena escucharle una y otra vez... algo eterno. Muy recomendable como digo
Publicado por: Freddy - Animaladas | 28/11/2011 21:58:33
Hay cosas, musicalmente hablando, que no consigo llegar a entender.
Una de ellas es la poca difusión entre el público general (al menos en España) del Jazz.
No consigo entender como todo el mundo conoce a The Beattles o The Who y pocas personas han podido disfrutar de Dizzy Gillespie o Charlie Parker
Publicado por: Mullin | Tiendas Muebles | 08/08/2011 9:37:27
Un gran maestro del Jazz que no puede faltar en una buena discografia.
Publicado por: Fiesta | 06/08/2011 10:43:44
Pobre pero que muy pobre!!!
Publicado por: GRAMSCIEZ | 31/07/2011 21:23:00
¿Qué son las CONVECCIONES que se mencionan en el segundo párrafo? ¿Transferencias de calor? ¿Convenciones + Convicciones?
Publicado por: Convecciones | 28/07/2011 0:35:54
¿Qué son las CONVECCIONES que se mencionan en el segundo párrafo? ¿Transferencias de calor? ¿Convenciones + Convicciones)
Publicado por: CONVECCIÓN | 28/07/2011 0:34:30
Fats Waller, no Fats Weller.
Art Blakey, quién es Art Backley?
Además hubo unas cuantas estrellas de vieja escuela que sí se acercaron a los jovenes boppers (Coleman Hawkins y Roy Eldridge, entre otros).
Y nombrar Charles Mingus o Clifford Brown o Sonny Stitt o J.J.Johnson no hubiera sido mala idea...
muchas imprecisiones y omisiones.
Publicado por: Ezra Dracma | 27/07/2011 23:16:05
Hermoso e ilustrativo artículo de uno de los más grandes músicos que ha tenido el jazz. Espero que siga escribiendo con la clarividencia que le otorga sobre estas "almas" del jazz. Auténtico gustazo
Publicado por: Savinio | 27/07/2011 19:29:17
Muy bueno, sr. Navarro. (¡Y cuánto me gustaría ver esta clase de artículos impresos en papel, en el periódico del día, con sus fotos, manchándome los dedos de tinta, sentado en mi butacón favorito, mi vaso de whisky en la mesita baja, mientras suena en el tocadiscos -con ese sonido de huevo frito- "Cool Blues", por ejemplo. Uno, que es un antiguo). Y lo dicho, muchas gracias por el artículo. Hasta el próximo.
Publicado por: Manuel | 27/07/2011 16:26:25
Es la historia misma del Jazz. Ritmos sincopados, de difícil escucha, pero de inmenso placer al sumergirse en sus notas.
Sin duda, Charlie Parker es el adalid de ese Jazz de culto, ese Jazz que constituye la música afroamericana por excelencia, con sus mestizajes enriquecedores de música caribeña, swing, latinas, etc.
Publicado por: Segunda Mano | 27/07/2011 12:57:17
buen, perdón.
Publicado por: Negrucio | 27/07/2011 12:42:35
Muy bien artículo si señor
Publicado por: Negrucio | 27/07/2011 12:42:03
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Publicado por: SELENA | 27/07/2011 12:36:05
Hacía tiempo que no leía un artículo tan vibrante sobre el jazz en general y sobre Charlie Parker en particular. Maravilloso. Creo que la música de Parker es excesivamente compleja. Yo no me atrevería a dar una opinión formada sobre él. Lo que está claro es que supuso una revolución total al lenguaje del jazz.
Eso sí discrepo en eso de que el jazz junto el blues es la música afroamericana por excelencia. Puede que el swing fuera la conquista 'blanca' (discutible) pero considero que el jazz -a diferencia del blues- más que música afroamericana es un música americana, sin más, con sus influencias negras, blancas, latinas o caribeñas... (tema complejo por cierto)
Por último, veo que ambos tenemos la Historia del jazz de Ted Gioia como un libro de referencia ;)
Saludos!
Publicado por: Manu | 27/07/2011 12:17:32
"Varonesa" (Luis Herranz | 27/07/2011 10:36:49) debe de ser la versión femenina de "varón", o eso o es una mujer muy hombruna. Habrá que aprovechar para escuchar "Charlie Parker at Storyville" y atacar "Las armas secretas" de Cortázar, que además de "El perseguidor" incluye "Las babas del diablo", relato que inspiró al cineasta Antonioni.
Publicado por: mangstadt | 27/07/2011 11:05:19
La relación Gillespie-Parker es una buena forma de entender lo que significó el Bop en la época en términos de identidad racial y de trascendedcia cultural de la música jazz. Las dos caras de una misma moneda... interesantísimo oiga.
Publicado por: Torcuato | 27/07/2011 11:01:11
Fernando, por lo menos podrías haber puesto un poco más de originalidad y no copiar literalmente el comienzo de un artículo escrito por otro hace dos años, y presentarlo como propio...
Publicado por: Etienne | 27/07/2011 10:54:33
"Revolucionario", es un adjetivo muy extremista, y demasiado usado en todas las disciplinas,y por desgracia, mucho más en el terreno musical. Debería usted racionarlo, si no quiere que con el tiempo acabe devaluado.
Un saludo
Publicado por: M.A. | 27/07/2011 10:43:24
Gran artículo, que no desmerece cualquiera que se haya escrito sobre él en cualquier publicación, o los libros, como el de Reisner, que se han escrito sobre su vida.
Siempre es un placer saber que hay gente que también le apasiona Charlie Parker.
Publicado por: Dani | 27/07/2011 10:42:59
Muy intereseante.
Visitad también el blog La Habitación del Jazz donde hay publicado una interesante serie de 6 entradas sobre el swing y dos sobre la varonesa Pannonnica de Koenigswarter muy relacionada con la vida de Parker
Publicado por: Luis Herranz | 27/07/2011 10:36:49