Ginferno son lo más parecido a una institución del Madrid subterráneo. Una banda atípica que lleva casi una década demoliendo las fronteras del rock con una originalidad prácticamente inédita en nuestro país. Durante todo este tiempo mareando la perdiz, han estado al borde del abismo en más de una ocasión, espaciando sus comparecencias en los escenarios con periodicidad guadianesca y acumulando toneladas de material en el estudio que no acababan de concretarse.
Por eso, siete años después de su debut en vinilo, la volcánica irrupción de “Mondo Totale”(2011) supone todo un acontecimiento para los fans del funambulismo musical con sustancia, que ha precisado del esfuerzo conjunto de varios sellos independientes como Sicofonías Paganas Gramaciones Grabofónicas, Gandula y El Rancho para ver definitivamente la luz. Esta noche será presentado en sociedad en Montaña Sagrada (sala Nasti, Madrid). No hay que perdérselo; más bien hay que celebrarlo. Y con champán del caro.
Las cosas han cambiado mucho desde que Ginferno cortaron la baraja con su álbum homónimo de 2003, publicado al alimón por Alehop!, Beat Generation y Gssh Gssh. El surf de ecos morriconianos y aires post-punk de aquel bautizo discográfico ha ido evolucionando hacia nuevas vías de expresión, en parte gracias a unos cambios de formación que han terminado de cohesionar la caótica metodología compositiva del grupo. Aunque sus nuevas canciones perpetúan su espíritu polifacético y salvaje, por fin consiguen establecer puentes entre sus requiebros instrumentales y el formato canción. Si como ellos mismos aseguran, antes sonaban como si se estuviesen cayendo por unas escaleras, ahora abrazan otro tipo de estructuras en el que hacer cuadrar cada cosa en su sitio con precisión melódica. Todo un logro que desbarata los prejuicios iniciales de quienes desconfiaban de una orientación hacia territorios más “convencionales”.
Pero de eso nada, porque el nuevo paso de Ginferno es de gigante. Si antaño sabían sacar el mejor partido posible a la confrontación melódica de sus partes, ahora aciertan a pulir las melodías. Mantienen intacto el carácter iconoclasta y casi esquizofrénico, pero lo afinan con una elaboración más premeditada. Suenan más compactos que nunca, demostrando que un grupo es algo más que la suma de sus partes. Y aunque muchos echaremos en falta el cariz incendiario de la guitarra de Ramón Moreira, en “Mondo totale” existen nuevos y excitantes motivos para mantener la fe en el proyecto capitaneado por Dani Fletcher (guitarra) y Federico Levenfield (batería en el suelo). Con Kim Warsén (artista multidisciplinar y garganta aguardentosa) plenamente asentado en el núcleo duro de la banda y la gozosa incorporación del swing mutante de Javier Díez-Ena (contrabajo) y Dani Niño (saxo) se amplía todavía más el rango expresivo, abriéndose hacia unas influencias intuidas en el pasado y que a día de hoy surgen ya como plenamente asimiladas: boogie saharaui, ritmos andinos, asonancia thai, conga africana…
La versión digital del disco ya está disponible en bandcamp (próximamente lo estará también en Spotify y eMusic) e incluye un decálogo fabuloso de nuevas canciones que les consagra como un grupo más de culto que el propio Diablo. Habrá que esperar al soporte físico para redondear la faena con un doble 12” de espectacular carpeta que, además de este “Mondo Totale”, incluirá una selección de catorce temas registrados entre 2002 y 2008 que ilustran el constante proceso de ebullición creativo de la banda. Algo que, por cierto, sus fans demandábamos desde hace años.
Por fin. Copas de yate.
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