Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

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'Acordes rotos' (2): Charlie Parker, bello y frágil pájaro del jazz

Por: | 27 de julio de 2011

Charlie Parker

“Demasiado frágil para durar”. Así lo definió su amigo, el trompetista Dizzy Gillespie. Era Charlie Parker, el hombre del alma resquebrajada, el maestro de la improvisación sonora y revolucionario del saxo que a pleno pulmón impulsó el bebop en la década de los cuarenta. A Bird le bastaron solo 34 años de vida para cambiar el curso del jazz tradicional y avanzarlo hacia la modernidad. También para ganarse un lugar inamovible en la memoria de los aficionados. Poco después de su muerte, el 12 de marzo de 1955, fueron muchas las pintadas que aparecieron en Nueva York con una simple frase: “Bird lives (Bird vive)”. Aunque descansa en el olimpo de los genios del arte musical, su espíritu parece encontrarse desde entonces en cualquier emotivo instante de la interpretación libre, en el caudal de notas abrasivas que prenden el corazón. 

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Dejad que los niños se acerquen al POP

Por: | 26 de julio de 2011

The Langley Schools Music Project

¿Puede ser la música un juego de niños? En 1930, Carl Orff estableció las bases para un nuevo sistema pedagógico enfocado a la enseñanza musical infantil. Para Orff el “schulwerk” (trabajo escolar en alemán) debía potenciar la creatividad a través de la interacción entre profesor y alumnos, haciendo del juego una herramienta educativa. En sus propias palabras, “desde el albor de los tiempos, a los niños no les ha gustado estudiar. Prefieren jugar, y si se quiere lo mejor para ellos, hay que permitirles aprender jugando”. Eso mismo pensaba un profesor de música de una escuela de primaria canadiense que, a mediados de los años setenta, decidió predicar con el ejemplo: improvisó un rudimentario estudio de grabación en el gimnasio del colegio para dar salida al talento natural de los chavales, sirviéndose de un repertorio de grandes éxitos de la música popular de los años sesenta para “jugar a hacer música”. 

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TriEZ, patrimonio nacional

Por: | 25 de julio de 2011

TriEZ CD

En un país en el que no se escucha demasiado jazz, en el que, con respecto a ese tema, la prensa se muestra abiertamente desinformada y –peor aún– desinteresada, en el que gran parte de la escena es pobre, poco formada y, por si fuese poco, se encuentra completamente desvalida, el hecho de que exista un grupo como TriEZ es como ver crecer una hermosa flor en el rincón más inhóspito de Central Park, en el invierno más duro de Nueva York. Un milagro.

Es duro, y ha sido duro. Llegar hasta aquí, llevar a cabo un proyecto tan apabullante en un entorno tan hostil, tan pasivo. ¿Frustrante? Tal vez, pero siempre por aspectos ajenos a la música. ¿Gratificante? Sin duda. El camino recorrido por Agustí FernándEZ, Baldo MartínEZ y Ramón LópEZ hasta el momento de juntarse en este proyecto se puede definir de muchas formas, pero hay dos palabras que resumen de forma rotunda todas ellas: honestidad y compromiso. Parece fácil, ¿verdad? Pues, créanme, no lo es. Y tocando jazz en España, todavía menos.

Si alguno de ustedes está leyendo esto y acaba de llegar al punto en el que se dice para sí, “esto va de jazz, y el jazz no es lo mío”, deténgase. No se vaya aún. Lea un poco más, no por mí, sino por usted mismo. Los miembros de TriEZ le dirán, sin demasiada convicción, que ellos tocan jazz, o jazz libre, por concretar. En realidad, lo que hacen es música, en abstracto y en concreto. Música improvisada y música compuesta, siempre con un pie en la tierra y la mirada en el infinito. “Eso ya lo toqué mañana”, dijo Johnny Carter, reencarnación de Charlie Parker en “El Perseguidor” de Cortazar. El jazz en España, y en muchas partes del mundo, está institucionalizado, condenado a vivir en jaulas construidas por músicos mediocres, promotores ignorantes y prensa iletrada. TriEZ son un brote de esperanza en el jazz y la música de nuestro país; auténticos y geniales, ofreciendo siempre lo que “tocaron mañana” para ellos mismos y para quien quiera escucharles. 

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John Scofield, como el vino

Por: | 23 de julio de 2011

Scofield A Moments Peace

Menudo gustazo llegar a cierta edad (no digamos viejo, que está feo) y poder tocar uno lo que se le ponga en las mismísimas narices. Y no me refiero a viejas glorias que viven de las rentas, ejecutando una y otra vez un show diseñado para calmar las conciencias de quienes no les han visto nunca, sin esperar mucho más que el propio acto de verles, que para eso son leyendas. Hablo de llegar a los 60 con una reputación intachable y seguir creando una carrera a base de ponerse el mundo por montera y tocar esto o aquello por que uno lo vale. 

John Scofield lleva unos años en ese plan. Si quiere tocar jazz, no hay problema, es su terreno natural. Que le da por hacer un disco de gospel, pues a ello. ¿Disco homenaje a Ray Charles? Está hecho. ¿Una gira con Medeski, Martin & Wood? Perfecto, tampoco sería la primera vez. La verdad es que parece que su prioridad es divertirse, cosa de lo más sana, e incluso podríamos decir que ha ido modificando su estilo para transmitir esa paz y buen rollo. Su fraseo siempre ha sido cabal e inteligente, aprovechando su capacidad técnica sin caer en la frialdad de tantos guitarristas de jazz pero, de un tiempo a esta parte, Scofield está cambiando su forma de tocar, basándose más en la expresividad y en el blues y dejando atrás poco a poco las acrobacias técnicas y armónicas.

En su anterior (e injustamente denostado) álbum, “Piety Street”, Scofield toca gran parte del repertorio con slide, algo a lo que ya apuntaba en sus concierto a dúo con John Medeski en 2007. Entre las virtudes expresivas de esa técnica y su habilidad para jugar con el tempo en sus improvisaciones, el guitarrista ha conseguido sonar cada vez más cool y, para algunos, también menos jazzístico. Qué sabrán ellos.

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'Acordes rotos' (1): Bessie Smith, blues del alma

Por: | 20 de julio de 2011

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“Tenía música en su alma”. Louis Armstrong definió con esta frase a Bessie Smith, la primera gran estrella femenina en el firmamento de la música popular. Conocida como la emperatriz del blues, la cantante de Tennesse es paradigma del blues clásico, aquel que durante los años veinte norteamericanos se hallaba en la duermevela de los vodeviles y el insomnio desenfrenado de los cabarets. Pero el alma de Smith se perdió demasiado pronto. Tenía 43 años cuando un accidente de coche acabó con su vida. Fue la primera gran tragedia en el siglo XX musical. 

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Rumba ácida, Hipsters gitanos

Por: | 19 de julio de 2011

Acidrum

“Acid Rumba (Spanish Gypsy Grooves 1969-1976)” es una de esas felices anomalías discográficas de edición limitada en vinilo que nacen ya con vitola de culto. Un asombroso recopilatorio que aborda el fenómeno de la rumba gitana con el espíritu propio de los “Nuggets”, ofreciendo al oyente una panorámica -por desconocida, casi inédita- de la sorprendente asimilación psicodélica de la época. Un movimiento soterrado, pero de efectos revolucionarios, que aportó modismos foráneos a la jerga caló y sirvió para allanar el camino a la nueva generación de artistas que alumbraría el gipsy rock de los setenta, popularizado por Las Grecas, Los Chorbos o Veneno.

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Miles Kane: vuelve el hombre

Por: | 15 de julio de 2011

MILESKANE

O este chico es muy listo o tiene unos asesores de aúpa. O ha leído muy bien la historia del reciente pop británico o le han contado muy clarito en lo que no debe caer si desea que en breve se hable más de la kanemania –traje y música no están reñidos en menores de veinticinco- que de historias personales. Miles Kane pertenece, digamos, a la generación Arctic Monkey. Les distinguirán porque a los diecinueve años ya se comían los escenarios, sin necesidad de esas “tablas” que hace poco dignificaban al veterano frente al novato. A los veinticuatro ya se lucían en traje. Y a los veinticinco se miraban al espejo y veían a Scott Walker. Porque, aunque confiese admirarle, para sentirse Serge Gainsbourg hace falta cargar peso en la arrogancia. Y en eso Miles Kane aún está en pañales.

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Desmontando a John Maus

Por: | 11 de julio de 2011

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Hace un par de semanas se publicaba uno de esos discos que altera la rutina del que escribe de música. “We Must Become The Pitiless Censors Of Ourselves” (Upset! The Rhythm) llegaba a su destino tras una larga travesía de dos años, tiempo que le ha llevado a John Maus (Austin, Minnesota, 1980) imaginar, componer y diseñar uno de los discos más modernos de lo que va de año. ¿Moderno? Para evitar malos gestos, intentaré explicar lo que entiendo por ello: más que ser original a cualquier precio, aportar algo novedoso ofreciendo una síntesis del momento actual con la suficiente claridad para servir de referencia futura. Es obvio que otros manejarán otros conceptos –quizás más llamativos- de lo moderno, pero bajo esta idea no cabe duda que este profesor de filosofía instalado en Hawai ha sabido colocarse en la pole del pop más inquieto. Sometida su figura a una relajada autopsia, he aquí el despiece obtenido.

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La "sidrerurgia" de Fasenuova

Por: | 08 de julio de 2011

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En una reveladora entrevista para Mapa Sonoro, Roberto Lobo y Ernesto Avelino bromean -muy en serio- sobre la progresiva domesticación del panorama musical. Al igual que hizo en su momento William Bennett (Whitehouse), los de Mieres reivindican el poder transgresor de la música industrial como legítima heredera del espíritu vandálico del rock’n’roll original. Así dicho parece simple, pero su excitante concepción del ruidismo va un paso más allá, tendiendo puentes entre la tradición y la vanguardia, retroalimentándose de un sentimiento atávico y esencial: el peligro.

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La alegre melancolía de Herman Dune

Por: | 04 de julio de 2011

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He visto a los más duros doblegarse ante ellos. Personas serias, herméticas y oscuras que se han resquebrajado en unos pocos minutos. Tipos con camisetas de Hatebreed, Cannibal Corpse o Mayhem, gesto asqueado, ceño fruncido y puños apretados, que se han visto con la lágrima al borde del párpado, mal que les pese, a cuenta de una canción de Herman Dune.

La música del dúo tiene la capacidad de transmitir optimismo y una cierta alegría. No esa alegría descerebrada y bobalicona de la cancioncilla tarareable, sino auténtica joie de vivre, como una película de Tati, una novela de P.G. Wodehouse o una tira cualquiera de Mutts. Por mucho que me reviente –que me revienta–, debo reconocer lo acertado de la reciente campaña de Estrella Damm, que ha utilizado la canción “I Wish That I Could See You Soon” en un spot protagonizado por Ferrán Adriá y los propios Herman Dune. El contenido del anuncio es el que es (delirante y buen rollista hasta la naúsea), y hay tantos precedentes de grandes canciones prostituidas por la publicidad que lo normal es desconfiar pero, ¿no sería maravilloso que se convirtiese en la canción del verano?

Tal vez sea un poco tarde para un tema de hace 5 años pero, otro que merece un puesto como ese es “Tell Me Something I Don’t Know”, primer single del nuevo disco de Herman Dune, que viene acompañado de un fascinante videoclip (en dos versiones, la original de 6 minutos y una más corta de 4) coprotagonizado por el protagonista de Mad Men, Jon Hamm , y un pequeño Yeti de peluche azul. Resulta complicado verlo en su totalidad sin apelar al corazoncito que, más o menos escondido, todos tenemos.

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