El espectro "hauntológico"

Por: | 13 de septiembre de 2011

Latorre

En la Europa del siglo XIX se popularizó un macabro espectáculo visual conocido como “fantasmagoria” en el que se simulaba la aparición de un alma en pena ante el patio de butacas. Siguiendo un procedimiento similar al de la “linterna mágica”, se buscaba sorprender a la audiencia con un primitivo despliegue de ilusiones ópticas a partir de juegos de luces sobre pantallas de humo. En ocasiones, incluso se servían de acompañamientos musicales para sugestionar al público.  

Con similar vocación se celebra en Gijón este fin de semana  Phantasmagoria In Two (14, 15 y 16 de SeptiembreLABoral Centro de Arte y Creación Industrial). Anunciado como un festival multimedia dedicado al audiovisual y las nuevas prácticas emergentes, su programación gira en torno a la relación entre imagen y sonido a través de una serie de proyecciones e intervenciones con sus correspondientes acompañamientos musicales a cargo de Fasenuova, César Estabiel, Kresy y Psychocandy DJ entre otros. 

Tirando del hilo, el evento asturiano supone uno de los primeros acercamientos en nuestro país al concepto de "hauntología" aplicado a la musica experimental. Desde su polémico alumbramiento en 2006, dicha etiqueta ha ido ganando cada vez más adeptos entre la prensa especializada internacional, desbancando de los titulares al hypnagogic pop y el witch house.

Sirviéndose del término acuñado por el filósofo deconstructivista Jacques Derrida, toda una nueva generación de críticos y blogeros intenta acotar los márgenes cada vez más difusos del limbo génerico, agrupando a artistas tan variopintos como Ariel Pink, Mordant Music, Leyland Kirby, Boards of Canada, The Focus Group o Burial bajo el común denominador de la psicofonía post-industrial.

Estemos de acuerdo o no con tal presunción, existe una cierta afinidad atmosférica en la música de cada uno de ellos; un hálito evocador, como de otra época, que resuena en nuestro presente a través de la electrónica ambiental y el sampler arqueológico. Una reconversión del fantasma como proyección del pasado que entronca con cierto arquetipo cinematográfico posmoderno, poético, evocador y casi incorpóreo. El mismo que impregna los fotogramas de cineastas como David Lynch, Guy Maddin, Apichatpong Weerasethakul y que habita cotidianamente en los viejos álbumes de cromos, las grabaciones familiares y los surcos a 78 revoluciones.  

   

Los argumentos que sientan las bases del actual panorama “hauntológico” musical son ciertamente discutibles, pero al menos han servido para llamar la atención sobre una serie de artistas que de otra forma pasarían desapercibidos para el aficionado. Una gran parte del mérito mediático se lo ha llevado el sello británico Ghost Box, que desde 2004 capitaliza la vertiente más nostálgica del fenómeno “hauntológico”, erigiéndose como uno de los referentes indiscutibles del “género” a nivel mundial. Su catálogo es sinónimo de calidad, acogiendo los lanzamientos de The Focus Group, Belbury Poly, The Advisor Circle y Mount Vernon Arts Lab entre otros. Con cada nueva referencia profundizan en la estética retrofuturista, visiblemente influenciados por el folk psicodélico, la “library music” y la electrónica analógica.

Ghostst Box preview clips by Ghost Box

Sus fundadores, Julian House (diseñador responsable del maravilloso grafismo de la casa) y Jim Jupp (miembro junto a Eric Zann de Belbury Poly) se declaran devotos de las “ghost stories” victorianas y de los relatos pulp de la edad de oro de la ciencia ficción británica. De hecho, la mayoría de los títulos editados por la escudería contienen citas al universo literario de Algernon Blackwood, Arthur Machen, H. P. Lovecraft, C. S. Lewis y John Wyndham; se recrean en los pasajes paganos de “The Wicker Man” (Robin Hardy, 1973) o nos remiten a las aventuras del Dr. Quatermass creado por Nigel Kneale

   

Al falta de coartadas fantásticas evidentes, Mordant Music (el genial dúo formado por Admiral Greyscale y Baron Mordant) incide en una experimentación más contemporánea y oscura. Su sonido ha evolucionado desde las sonoridades acuosas del dubstep, la IDM y el drone hacia una visión distópica e inquietante de la música de baile, entretejiendo un tapiz conspiranoico acorde con los presupuestos de la llamada cultura del miedo. Discos como “The Dead Air” (Mordant, 2006) o “The Tower” (Mordant, 2007) y, sobre todo, "SyMptoMs" (Mordant, 2009) transmiten un escalofrío fúnebre colindante al de los mejores Current 93 y David Sylvian, al tiempo que siembra un desasosiego abstracto que los encumbra a la categoría de clásicos inmediatos a la altura de su colega Shackleton

 

Si lo de Mordant Music debe interpretarse como un nuevo eslabón en la cadena evolutiva iniciada por Aphex Twin, Black Dog, Autechre y Global Communication en los años noventa, la tercera vía -el término medio- la representa The Caretaker, el proyecto de Leyland Kirby bautizado hace ya una década en honor a Harold Pinter. Su música combina la inspiración vintage (orquestas de baile de salón, pianos agónicos, fanfarrias moribundas) con un tratamiento sonoro innovador que indaga en texturas resquebrajadas y rayazos de vinilo. Lo que comenzó como un homenaje a “The Shining” (Stanley Kubrik, 1980) ha ido adquiriendo tonalidades cada vez más personales, desarrollando un discurso que transita por las lagunas de la memoria. Su reciente “An Empty Bliss Beyond This World” (Haft, 2011) pasa por uno de sus mejores y más completos trabajos y donde la frontera que nos separa de esa dimensión desconocida de la que nos hablaba Rod Serling se hace más difusa. Y la música, se desvanece.

 

Hay 3 Comentarios

Un artículo fantástico. Da gusto leerte.

Gracias, Luis.


Subsanada la errata. En efecto, se trata de C. S. Lewis, el autor de "Las crónicas de Narnia". Aunque pueda sonar chocante, el propio nombre del grupo Belbury Poly está sacado de una de sus novelas.


Un saludo.

En primer lugar: un gran artículo como tiene por costumbre ofrecernos David Bizarro. Gracias por este trabajo tan dedicado. No me pierdo uno.

Hay un pequeño error: el enlace que lleva por título C.S. Elliot (T.S. Elliot?) lleva a C.S.Lewis.

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Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

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