La "jukebox" de John Waters

Por: | 07 de septiembre de 2011

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Todo empezó con un hurto menor a la tierna edad de nueve años en un drugstore de su Baltimore natal. El pequeño Johnny se encaprichó de un 45 revoluciones del dúo infantil Patience and Prudence, titulado “Tonight You Belong to Me”. Quedó tan fascinado por su inofensiva melodía que, en un descuido del dependiente, consiguió deslizar el preciado pedazo de vinilo en el interior de su abrigo. Los chavales de hoy en día nunca experimentarán la emoción de lo ilícito porque, según el autor de Pink Flamingos, no necesitas un abrigo para descargarte una canción, pero sí para robar discos. Y mucho mejor si tiene los bolsillos grandes; para los álbumes, claro.

A día de hoy ese mismo vinilo ocupa un puesto de honor sobre la mesa de su despacho, entre montañas de memorabilia camp y cultura basura. Encumbrado como cineasta de culto, el también actor, escritor y fotógrafo estadounidense senta cátedra en la European Graduate School y todavía se emociona al recordar su desvirgue con el rock’n’roll, su verdadero primer amor de juventud. Sometido al rigor conservador imperante en los suburbios de Maryland de principios de los años sesenta, el cine todavía tardaría años en cambiarle la vida. Pero para eso ya estaba la música; especialmente la de Chubby Checker y Little Richard, de quién adoptaría su emblemático bigotillo.

El fuerte vínculo entre el mundo del rock y el cine de John Waters es más que evidente. A poco que profundicemos en su delirante filmografía, encontraremos miles de ejemplos de su pasión melómana. Las canciones que conforman las bandas sonoras de sus películas se convierten en un personaje más, adquiriendo la misma relevancia que los diálogos o la dirección artística. “Una de mis mayores influencias cuando tenía 10 años fue “The Flying Saucer (Parts 1 and 2)” de Buchanan and Goodman.”, recordaba Waters en una entrevista“uno de los primeros discos en samplear otros discos, usándolos para narrar una historia ridícula. En eso se ha basado toda mi carrera: en usar la música para contar ridiculeces”. 

Modestia aparte, el cine de Waters ha sabido transgredir como ningún otro antes las etiquetas del trash y del punk, a costa de travestir los inmortales iconos del pop e idealizar el carácter outsider de los rebeldes sin causa“A mis padres les gustaban los Beatles”, confesaba Waters. “Cuando uno es joven, no debería gustarle la misma música que a sus padres. Algunos de mis amigos liberales están consternados porque a sus hijos les gusta el rap. Es precisamente por eso que a sus hijos les gusta el rap. Yo odiaba básicamente toda la música desde los Beatles hasta el punk. El punk devolvió el peligro a la música.” 

Es por esto que, aprovechando su inminente visita al Teatro Lara de Madrid de la mano del Festival Rizoma 2011, es un placer detenerse en “A date with John Waters” (New line Records, 2007), una selección del sensacional imaginario musical del director de “Polyester”, generosa en ironía kistch y anomalías bizarras. Empezando por la ya citada “Tonight You Belong to Me”, Waters articula un perversa relectura de las canciones de amor tradicionales. 

 

A un paso del guiño cinéfilo y el chiste personal, incluye citas a su admirado Douglas Sirk (el “Imitation of Life” de Earl Grant) y perlas envenenadas de mala leche marca de la casa: el lamento de Josie Cotton, “Johnny, Are You Queer?” (power-pop a lo girl group) y esa oda al calentón de la abnegada ama de casa, “If  I Knew You Were Comin' I'd Have Baked A Cake” de Eileen Barton

 

Aunque para platos fuertes, la reconversión de Elton Morello del clásico de Plastic Bertrand en himno gay nueva-olero (“Jet Boy, Jet Girl”) y las sorprendentes aportaciones de dos de sus actrices fetiche, Mink Stole emulando a Peggy Lee (“Sometimes I Wish I Had a Gun”) y la irrepetible Edith Massey (“Big Girls Don’t Cry” popularizada por Frankie Valli & The Four Seasons).

 

“Durante años, si un espectador vomitaba viendo una de mis películas, yo lo interpretaba como una ovación”, declaraba Waters. Pero la verdad es que escuchando maravillas del calado del “All I Can Do Is Cry” de Ike & Tina Turner (una de las canciones favoritas de Glenn Milstead, la inmortal Divine) o “(Night Time Is) The Right Time” de Ray Charles, sólo cabe rendirse ante el criterio del autoproclamado Rey del Mal Gusto. 

 

Hay 1 Comentarios

Muy buen articulo y buenos videos,un saludo compañeros.

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Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

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