La fotografía que ilustra la portada de "Oar" (Columbia, 1969) fue tomada en el pabellón psiquiátrico del Bellevue Hospital de Nueva York. En ella, Albert Lee “Skip” Spence posa bajo los efectos de la torazina, entre sonriente y sedado. Una imagen que ha devenido en icónica con el paso de los años y que ilustra a la perfección la trágica historia de este Ícaro de la era lisérgica; la de un tipo que “voló” tan alto que se acabo quemando.
Según sus compañeros de Moby Grape, las malas compañías y los excesos alcohólicos y psicotrópicos empujaron al músico canadiense al abismo de la esquizofrenia, en un proceso análogo al de Syd Barrett. Durante su convalecencia psiquiátrica y bajo el efecto de los fármacos, el que fuera miembro fundador de Quicksilver Messenger Service y Jefferson Airplane, esbozó el esqueleto de un puñado de canciones que cristalizarían un año más tarde en “Oar”: dolorosa cumbre de folk psicodélico e introspectivo que supone el punto más álgido de su malograda carrera. Y de paso, la obra maestra que consolidaría su legado artístico.
En 1968, después de un concierto de los Grape en el Fillmore East, Spence destrozó a hachazos la puerta de la habitación de hotel de sus compañeros Jerry Miller y Don Stevenson en un arrebato homicida. Horas después y todavía en pleno cuelgue de ácido, se presentó en el edificio de la CBS con similares intenciones, siendo finalmente reducido por los guardas de seguridad. El productor David Rubinson presentó cargos contra Spence, que fue recluido durante los seis meses siguientes y sometido a un agresivo tratamiento con antipsicóticos.
Tras recibir el alta, Spence se mudó a Nashville con su mujer e hijos. Escudándose en el posible efecto terapéutico de su vuelta al trabajo, el propio Rubinson le consiguió un permiso de grabación en los estudios de Columbia Records en Nashville, donde le asignaron a Mike Figlio como técnico de sonido. Haciendo acopio de profesionalidad y paciencia, Figlio siguió a rajatabla las indicaciones de no intervenir en el proceso creativo, limitándose a registrar en cinta todo lo que allí ocurriera. A lo largo de una semana, Spence se encerró en la pecera y grabó la totalidad de los instrumentos que suenan en el disco con la única ayuda del tres pistas de Figlio y sin que el productor se presentase ni un solo día por el estudio para evitar posibles distracciones.
Al igual que ocurriría con “The Madcap Laughs” (Capitol, 1970) de Barrett, el excéntrico concepto músical de Spence se estrelló contra la incomprensión generalizada de la industria. El disco fue retirado del catálogo de Columbia apenas un año después de su publicación; ni el bajo coste de su lanzamiento, ni el talento visionario de las composiciones sirvieron para convencerlos de lo contrario. Quién sabe; tal vez en un mundo más justo, el hipotético single “Little hands” hubiese sido un superventas. A pesar de haber padecido en sus propias carnes el fin de la era de Acuario, Spence todavía conserva parte del optimismo hippy de sus composiciones más luminosas para Moby Grape. Pero ciñéndonos a la cruda realidad y en palabras de Rubinson, “se trataba de un álbum demasiado extraño y deprimente para ellos; así que decidieron esconderlo donde no molestase, bajo la alfombra.”
Presididas por una temática oscura, entre mística y surrealista, sus canciones evocan los complejos pliegues de una mente al margen de la realidad. Un mundo de paradojas y dobles sentidos, donde la tragedia es cómplice de la bufonada (“Lawrence From Euphoria”, “Margaret Tiger-Rug”) y no existe cura para la melancolía (“Diana”, “All Come To Meet Her”). Según lamenta Rubinson, “había demasiado dolor y demasiada belleza conviviendo bajo la misma sesera.”
A lo largo de su metraje convergen diferentes facetas compositivas que reflejan los cambiantes estados de ánimo del artista: minimalismo acústico, tradición folk y vanguardia eléctrica. Como obedeciendo a una indescifrable lógica interna, las baladas country se alternan con collages experimentales: “Broken Heart”, “Weighted Downy”, “Crippled Creek” son más Fred Neil que Johnny Cash, mientras que “War in Peace”, “Grey/Afro” o “Books of Moses” remiten tanto a Barrett como a Lennon.
Han tenido que pasar varias décadas para que la obra maestra de Spence sea unánimemente reconocida como uno de los álbumes más importantes jamás grabados por un artista en solitario. De hecho, parece como si desde su publicación original en 1969 su reputación aumentase con cada reedición, gracias a las sucesivas incorporaciones de material adicional y documental. Tal vez impulsada por el culto a la figura del marginado, una nueva generación de fans lo han encumbrado a su Olimpo particular, junto a Nick Drake, Tim Buckley y Rory Erickson Una lástima que él ya no esté aquí para verlo.
El 16 de abril de 1999, dos días antes de cumplir 53 años, Spence fallecía de una dolencia hepática en Santa Cruz, California. Incapaz de sobreponerse al fracaso comercial, pasó los útlimos años de su vida malviviendo en caravanas y albergues para indigentes, víctima del recrudecimiento de su enfermedad y sus múltiples adicciones.
Un selecto puñado de admiradores le rindieron sentido recuerdo en “More Oar: A Tribute to the Skip Spence Album” (Birdman, 1999), con homenajes a cargo de Robert Plant, Mark Lanegan, Tom Waits, Greg Dulli, Robyn Hitchcock y Beck entre otros. Cuentan que el mismo Spence le dio el visto bueno con un pie en el otro barrio. Tal vez por eso se decidieron a incluir como bonus-track la toma póstuma de “Land of the Sun”, en realidad un descarte del “Songs in the Key of X” (Warner, 1996), aquel recopilatorio para mayor gloria (crematística) de la televisiva “Expediente X”. Así que ya me dirán si a esto se le puede llamar justicia.
Hay 4 Comentarios
Gracias, Ferrán. La verdad es que lo de Spence lleva consigo un halo de malditismo que no le resta ni un ápice de genialidad al disco.
Una obra maestra subterránea que me alegra comprobar que muchos sabéis apreciar. Espero que ese sea también tu caso, DannyQ.
Un saludo a ambos.
Publicado por: David Bizarro | 27/09/2011 17:45:42
De hecho el nombre de Skip Spence me resulta famoso por el hecho de haber sido fundador de la mítica Jefferson Airplane, sin embargo nunca he escuchado su placa en solitario, pero ahora lo haré.
Publicado por: DannyQ | 26/09/2011 0:49:35
Hola de nuevo David,
Es triste que tu rescate de ese excepcional y hermosísimo disco no haya generado más comentarios, pero lo estoy escuchando ahora mismo por tercera vez consecutiva y creo que has clavado la entrada.
Muchas gracias por tan buena recomendación
Publicado por: Ferrán Blasco | 23/09/2011 12:46:10
Hola David,
Me gusta que me sorprendan con discos que debería conocer y me resultan totalmente desconocidos, es una sensación fantástica la de descubrir música nueva para mis oídos y que ha permanecido ignota. Por la entrada que has escrito estoy convencido de que será toda una experiencia, la referencia al The Madcap Laughs de Barret es todo un reto.
Saludos y felicidades, una vez más, por el blog.
Publicado por: Ferrán Blasco | 21/09/2011 17:55:02