En clave de Haack

Por: | 11 de octubre de 2011

El mundo según Bruce Haack
Bruce Haack fue algo más que un pionero; un visionario. Siguiendo la estela de Joe Meek y Raymond Scott, su talento como músico y productor solo era comparable al poder de su desbordante imaginación, que le impulsó a diseñar sus propios aparatos para poder materializar la extraña música que escuchaba en el interior de su cabeza. Quienes le conocieron en vida le recuerdan como un tipo amable y divertido, aunque también demasiado reservado. La clase de persona que parecía encontrarse más a gusto trabajando en la soledad de su estudio, como un crío que se encierra para disfrutar de sus juguetes en la intimidad de su cuarto. Pero no para evadirse del mundo que le rodea, si no para construir uno mejor. A su medida.

El recopilatorio “Farad: The Electric Voice” (Stones Throw, 2010) nos permite adentrarnos en su universo privado y, en cierta medida, compartir sus sueños… pero también sus frustraciones. Porque al igual que tantos otros adelantados a su tiempo, el creador de “Electric Lucifer” (Columbia, 1970) tuvo que lidiar con la incomprensión de una industria que lo ha relegado durante décadas a la condición de artista de culto. Admirada por artistas tan variopintos como Eels, Money Mark, Add N To (X) o Mouse on Mars, la figura de Bruce Haack se merece un reconocimiento discográfico que lo acerque al gran público. El mismo, por otra parte, al que iban dedicadas sus canciones. No en vano, veleidades experimentales aparte, sus melodías electrónicas son tan divertidas como entrañables; y sobre todo, accesibles para oídos de todas las edades. 

Bruce
 
De sólida formación musical, Haack fue lo que se entiende por un niño prodigio. A los cuatro años ya se sentaba al piano y, tras formar parte de varios conjuntos de música country en su Alberta natal, se mudó a Nueva York en 1954 para cursar sus estudios en la Julliard School, donde hizo sus pinitos en materia de danza contemporánea y música concreta. Afín a la sensibilidad de Erik Satie o Pierre Henry, asimiló a su manera las enseñanzas de Varèse, Cage o Stockhausen hasta concebir el propio acto musical como el resultado de una interacción recíproca entre músico e instrumento. Un concepto muy avanzado que, aplicado al pop y a la música electrónica, le llevó a explorar la relación entre hombre y máquina, convirtiéndole en el precedente más claro de Kraftwerk. Y si nos ponemos estupendos, aportando su granito de arena al futuro advenimiento del steampunk y de la "Nueva Carne" que profetizó en los años ochenta el cine de David Cronenberg.

¿Creen que exagero? Pues puede ser, pero permítanme que se lo ilustre con un ejemplo. A principios de los sesenta, en plena "space age", Haack se convirtió en una de las atracciones principales de espacios televisivos de variedades como "I'Ve Got A Secret" o "The Tonight Show" de Johnny Carson. Durante una de sus pintorescas apariciones presentó al mundo una de sus más excéntricos prototipos, el Dermatrón, una especie de "theremin" humano. Su funcionamiento era en esencia algo rudimentario: un receptor transformaba en sonido las señales que recibía de varios sensores aplicados sobre la piel de un pianista (su colaborador Ted "Praxiteles" Pandel). Lo inaudito del asunto estribaba en hacer "sonar" al propio individuo mediante el contacto, convirtiéndolo al mismo tiempo en instrumento y ejecutante. Una alucinante aplicación de lo que posteriormente vendría en denominarse "circuit bending". 

El Dermatrón
Ahora bien, el disparatado ingenio de Haack no se detuvo ahí. Al más puro estilo del Dr. Franz de Copenhague, elaboró una larga serie de artefactos similares hasta patentar, en 1969, el que muchos consideran el primer vocoder de la historia. El Farad (bautizado en honor de Michael Faraday) se convirtió en una de sus herramientas habituales de trabajo, siendo el eje central del presente recopilatorio. En consecuencia, la revisión de su obra obvia uno de sus periodos más prolíficos y estimulantes, dejando fuera de juego sus maravillosas canciones infantiles sobre robots, viajes astrales y motocicletas, publicadas en su propio sello, Dimension 5. Por cuestión de espacio, les remito a las excelentes reediciones en CD del sello japonés King Records, advirtiéndoles que valen mucho la pena.

 

Puede parecer algo extraño que sea precisamente un sello especializado en hip-hop como Stones Throw el encargado de acercar la música de Haack a las nuevas generaciones. Sin embargo, como se encarga de constatar en la contracubierta su máximo responsable, el DJ Peanut Butter Wolf, su influencia no entiende de límites genéricos. Tanto el malogrado J Dilla como Madlib han declarado en repetidas ocasiones el impacto que les produjo escucharlo por primera vez. Por otra parte, basta con recuperar al Haack de "Party Machine" (a medias con Russell Simmons, magnate de Def Jam), para elucubrar sobre a quién corresponde la paternidad del electro-funk

Apurando el rango de alcance, el sonido expansivo y psicodélico de sus producciones ha calado hondo en la cultura del sampler y grupos actuales como Air o Daft Punk tiran con frecuencia de la inventiva retrofuturista del canadiense. No son los únicos, por supuesto; sumen a la lista a Jean Michel Jarre, Mike Oldfield, Herbie Hancock, George Clinton, Stevier Wonder, Trans Am, Kanye West... Todos ellos (en mayor o menor medida) deberían rendir cuentas ante el denominado "King of Techno", aunque solo sea por aquello del vocoder.

 

Al profundizar en el meollo de este "Farad", nos encontraremos ante una muestra muy representativa de la época de plenitud creativa del autor. Se suceden los pasajes de sus obras maestras, empezando por el ya citado "Electric Lucifer" (y su secuela de 1979, "Electric Lucifer Book 2", publicada a modo póstumo en 2001) y "Together" (Dimension 5, 1971) pasando por el oscurísimo "Haackula", el disco de la controversia que le enfrentó al mainstream ("the lies I've to listen to / nearly made me quit / the more I grew / the more I knew / the world was full of shit" canta en "Lie Back") y que supone el súbito recrudecimiento de su música, en consonancia con sus problemas personales con el alcohol y los paraísos artificiales. 

 

Rechazado por las discográficas, el talante misántropo de temas como "Man Kind" encontraría continuidad en "Bite" (CAN, 1981), donde la decepción hacia el género humano se hace todavía más palpable, puesta en boca de un niño de su vecindario, Ed Harvey, de tan solo 13 años. Cada vez más distorsionado, el luminoso espíritu casi hippy presente en "Incantation", "National Anthem to The Moon" (puro Byrds en versión sintética) o "Maybe This Song", da paso a la "noche oscura del alma de metal" ("Snow Job") dotando a su música de una pesimista carga de profundidad sobre las inclemencias de la vida adulta y la alienación de la sociedad moderna.

Tras su muerte en 1988, la obra de Haack continúa inspirando a toda una nueva ola de artistas que comulgan con su peculiar utopía electrónica. Como él mismo vaticinó en su momento, con la llegada del siglo XXI su música se ha abierto paso hacia nuevas audiencias. “Estoy agradecido y orgulloso de que hayas venido por aquí”, reza su epitafio. En nuestras manos está que sus enseñanzas no caigan en saco roto.

Bruce Haack - Stand Up Lazarus (Peanut Butter Wolf Remix) by stonesthrow

Hay 2 Comentarios

Muchas gracias por el apunte, Pablo. Habrá que echarle un ojo.

Nos leemos...

Enhorabuena!! Buen artículo sobre la trayectoria de Bruce Haack, otro de esos pioneros de la música electrónica tristemente olvidados.

Respecto al vocoder, el Farad obviamente no fue el primero ni muchísimo menos, ya que existen vocoders desde finales de los años 30 en usos militares y un año antes que Haack, Bob Moog ya hizo pruebas con un prototipo. No obstante, estoy de acuerdo en que Haack fue el que mayor provecho le sacó al invento.

Para todos aquellos interesados en la apasionante historia del vocoder os recomiendo el libro How to Wreck a Nice Beach: The Vocoder From World War II To Hip-Hop. The Machine Speaks, de Dave Tompkins. En este enlace tenéis un análisis del mismo. http://www.audionautas.com/2010/09/how-to-wreck-nice-beach-dave-tompkins.html

Un saludo

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