Brad Mehldau y Jorge Rossy: Spain again

Por: | 06 de diciembre de 2011

Grenadier, Mehldau, Rossy

Decir “estrella del jazz” es como decir “banquero solidario”; resulta chocante ver ambas palabras asociadas a una misma figura. Ser una estrella y tocar jazz son cosas aparentemente antagónicas e imposibles de conjugar en el actual espectro musical. Brad Mehldau, sin embargo, se acerca bastante a ese status, sin hacer demasiadas concesiones en la música que interpreta, lo cual tiene más mérito aún. Sin llegar todavía –aunque es joven– al nivel de popularidad de otros pianistas estrella como Herbie Hancok, Chick Corea o Keith Jarrett (*), Mehldau puede presumir de llenar casi cada auditorio que visita.

Como los mencionados, Brad Mehldau ha resultado ser un pianista tremendamente influyente en su generación, lo que le ha brindado vítores bastante generalizados y aseveraciones grandilocuentes sobre su presunta genialidad. La verdad es que el pianista es bueno, muy bueno. Hilando fino, hay que decir que no tan bueno como creen sus más acérrimos fans (e incluso diría que él mismo) ni tan intrascendente como afirman sus detractores, que los tiene. Lo que es innegable es que, aunque su estilo no muestra una gran evolución en los últimos años, verle en directo sigue siendo una experiencia llena de destellos de genialidad. Imperfecta, sí, pero siempre interesante.

Mehldau acaba de visitar nuestro país para dos conciertos (Bilbao y Oviedo) con un par de detalles muy especiales. El primero, su reunión con Jorge Rossy, baterista catalán que fue durante años miembro estable del trío sobre el que el pianista cimentó su carrera. El segundo, que el concierto de Bilbao ha servido para celebrar un auténtico hito del jazz en nuestro país: el aniversario de un club de jazz que sigue al pie del cañón 20 años después de su fundación. Bilbaína Jazz Club abre sus puertas todas las semanas desde hace dos décadas, ofreciendo música en directo y peleando a la contra para brindar un espacio que se multiplica por dos: para los músicos, un lugar en donde tocar; para los aficionados, un lugar donde escuchar jazz en directo. Cada semana, que se dice pronto.

 

Por eso el concierto de Mehldau en Bilbao fue precedido de una obligada introducción por parte de Gorka Reino (fundador de la iniciativa JazzOn! y programador del club) que culminó con un cálido agradecimiento al club por parte del propio Jorge Rossy, habitual del club bilbaíno. Con Rossy y el contrabajista Joe Martin ya en el escenario, Mehldau apareció entre los aplausos incondicionales de un público que ya venía convencido.

El trío, ensamblado circunstancialmente para la ocasión, empezó con una versión del “Cheryl” de Charlie Parker que auguraba un repertorio plagado de standards cogidos con alfileres. También es cierto que, con músicos como Mehldau y Rossy, el riesgo y la sorpresa están relativamente asegurados, y el pianista se embarcó desde el primer momento su particular forma de despegarse del tiempo, revoloteando por encima del compás y fraseando de forma insultantemente libre.

 

“Always August” y “D Waltz”, dos recientes originales del pianista, llevaron el concierto a un terreno más contemporáneo, con armonías amables e improvisaciones que, como ocurre con Mehldau casi siempre, le hicieron bordear peligrosamente la autoindulgencia. La verdad es que el grupo parecía estar en una jam session en ciertos pasajes, desprendiendo relajación y falta de base a partes iguales, pero los años de Jorge Rossy junto a Mehldau se hicieron notar. Mientras el pianista tocaba para sí mismo y el contrabajista cumplía sin llegar a destacar, el baterista ofreció una clase magistral de acompañamiento, atento a todo lo que ocurría, levantando al grupo sin ceder un milímetro en personalidad o independencia. El silencio fue tan aliado de Rossy como sus sorprendentes acentos y su original forma de construir la base rítmica, en la que se escucharon ecos de bateristas tan diferentes como Paul Motian y Elvin Jones.

Brad Mehldau

Con un acelerado “Airegin”, seleccionado en directo tras una aparente falta de previsión, el trío culminó una primera mitad del concierto bastante difícil de cuestionar. El clásico de Sidney Bechet, “Si Tu Vois Ma Mère”, marcó el principio de la cuesta abajo que, si bien no demasiado pronunciada, sí hizo que el recital perdiese algo de fuelle poco a poco. Tal vez por cierta desconcentración del pianista a raíz de algunos detalles (apagaron su foco durante un solo de batería, cosa que pareció enfadarle, y ciertas teclas del piano estaban notablemente desafinadas, lo que le llevo a dejar de tocar durante unos instantes en mitad de una improvisación) provocó ese leve declive, quién sabe. Con la música improvisada pasan estas cosas.

 

Independientemente de eso, el concierto en Bilbao de Brad Mehldau fue una estupenda forma de celebrar el 20 aniversario de Bilbaína Jazz Club. Es difícil imaginar el esfuerzo que ha supuesto para una pequeña asociación de amantes del jazz el gestionar un concierto de esas dimensiones, pero la ocasión merecía la pena. BJC seguirá trayendo cada semana el jazz a Bilbao, sin grandes presupuestos y pagando cachés mucho más reducidos que el de Mehldau. Eso sí, de cuando en cuando, esos cachés minimizados nos ofrecerán actuaciones del nivel de la de este pianista estrella, e incluso mayor. El jazz, para estas cosas, es bastante democrático.

 

(*) Esa popularidad tiene poco que ver con la calidad de la música. Hoy en día Corea puede oscilar entre lo genial y lo plomizo y, mientras Jarrett se mantiene regularmente en un nivel altísimo, Herbie Hancock se zambulló definitivamente en una mediocridad lamentable hace años. Su contribución al jazz es imposible de calibrar; lo que hacen actualmente es algo completamente diferente.

Hay 2 Comentarios

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