Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

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La imposibilidad de un revival

Por: | 30 de diciembre de 2011

Motleycrue_cruefest2

Una de las máximas que podemos aplicar al pop desde hace prácticamente dos décadas es que cualquier cosa puede volver. De hecho, se recomienda a los grupos cuyos años de gloria ya pasaron quedarse quietos, pues si tienen suficiente paciencia, la moda, cual coche escoba, volverá a pasar por dónde ellos se quedaron para depositarlos en el cartel de algún festival que los anunciará como un gran nombre. Especialmente en los últimos años -cuando la velocidad de la tendencia y la voracidad del público hipster han requerido de nuevos viejos impulsos cada ciertos meses- parece que a cualquier cosa se le puede organizar un revival. Cualquier música, central, tangencial o desterrada de los libros de historia del rock, puede ser reivindicada. ¿Cualquiera? No exactamente. Existen movimientos que parece que jamás serán recuperados. Y es que hay cosas que ni siquiera la ironía posmoderna o las marcas de moda se atreven a reivindicar. La más obvia: el hair rock.

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Adiós a Sam Rivers, el vanguardista tranquilo

Por: | 29 de diciembre de 2011

Sam Rivers

El fin de año está siendo particularmente trágico para el jazz. En poco más de un mes, han fallecido tres figuras clave de las últimas décadas: Paul Motian, Bob Brookmeyer y, hace un par de días, Sam Rivers. La desaparición de éste último, lamentablemente, no hará tanto ruido como otras (aunque la de Brookmeyer, con todo lo importante que fue, tampoco ha tenido demasiada repercusión).

Outsider vocacional, Sam Rivers nunca se adscribió a ninguna corriente, a pesar de ser emparentado habitualmente con el free-jazz. En realidad, su música siempre fue muy pura, ajena a cualquier contaminación estilística o tendencia imperante, dentro o fuera del underground jazzístico. El término que mejor le define es “avanzado”. No importa la época de su carrera, Rivers siempre sonó vanguardista y libre, aunque su capacidad de adaptación también era extraordinaria: tan pronto estaba registrando el incendiario “Sizzle” durante el frío diciembre neoyorquino como, unos pocos días después, en el soleado Kingston grabando un solo para el “Stingray” de Joe Cocker.

Rivers tocó con Billie Holiday, Joe Gordon y Gigi Gryce en los años 50, con B.B. King y T-Bone Walker a primeros de los 60 y se dio a conocer al gran público como uno de los reemplazo de George Coleman en el quinteto de Miles Davis (antes de Wayne Shorter), etapa que quedó inmortalizada en el muy recomendable “Miles In Tokyo”. Pero el saxofonista era demasiado avanzado para Miles, y enseguida empezó su carrera como líder en el sello Blue Note, en el cual también tiene fabulosas sesiones como sideman, como “Life Time” y “Spring” de Tony Williams, “Dialogue” de Bobby Hutcherson, “Into Something” de Larry Young y varios registros junto a Andrew Hill, todos ellos magníficos.

Pasamos ahora a seleccionar cinco discos que, de forma más vana e ilusa que probable, pretenden definir a pequeña escala la impresionante obra de un improvisador indómito e irrepetible.

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Los cadáveres de la industria musical

Por: | 28 de diciembre de 2011

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No es ninguna novedad el derrumbe y la caída en picado de la industria musical, pero cada vez que cambiamos la página del calendario anual es irremediable tener la sensación de que cada año que transcurre supone un año menos de vida para este tinglado tal y como ha estado organizado hasta la fecha. La desaparición de Arista, Jive y J, tres firmas de prestigio que dependían de RCA y que la multinacional ha decidido integrar en un único catálogo general a partir de este invierno, apenas ha cogido por sorpresa ni ha inquietado en exceso al público, acostumbrado ya a todo tipo de maniobras de absorción, fusión o recolocación en las altas esferas empresariales, pero supone una seria estocada para los amantes de la música negra por dos razones: la primera, de perfil eminentemente emocional y nostálgico, pues hace unos cuantos años la simple mención de Jive Records, por ejemplo, equivalía a firmes criterios de calidad y apuesta decidida y consciente por el soul o el hip hop; la segunda, ésta ya más artística, porque en este proceso de integración de catálogos diversos en uno solo es evidente, a pesar de lo que digan ahora sus responsables, que no habrá espacio para todos y que muchos grupos o cantantes en nómina se verán en la calle a corto o medio plazo.  

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10 (+2) esenciales del jazz en 2011

Por: | 26 de diciembre de 2011

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En parte debido a su eterna condición de música tan culta como marginal, el jazz siempre va por su cuenta. La figura del francotirador musical no sólo hace referencia al improvisador que busca nadar ajeno a la(s) corriente(s), exclusivamente fiel a su arte; también representa la necesidad de registrar la propia evolución, de fotografiar con cierta asiduidad el momento musical que vive en cada momento.

Por eso, independientemente de la(s) crisis(s) en el sector de la música, el jazz siempre produce toneladas de discos al año. La mayoría humildes (desde el punto de vista de la edición), pero siempre con la cabeza bien alta. Esa enorme producción hace que sea ridículo intentar elegir de forma definitiva “lo mejor del año”, más incluso que con otras músicas que generan centenares de listas en otros tantos medios y soportes, para gozo de los aficionados que buscan recapitular, descubrir discos que se les escaparon o despedazar al crítico de turno.

Lo que aquí vamos a comentar no es necesariamente lo mejor del año, así, a lo tremendo. Lo que sí podemos afirmar es que son un puñado de discos que están entre lo muy interesante y lo condenadamente bueno, la mayor parte de ellos en esta última categoría. Lo que si se ha buscado es presentar una selección variada y moderna, jazz que sea, en mayor o menor medida, hijo de la segunda década del siglo XXI. ¿Para todos los públicos? Algunas cosas más que otras, pero eso depende de cada uno. Os invito a que escuchéis y decidáis, siempre con las orejas bien abiertas.

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¿En tu año o en el mío?

Por: | 23 de diciembre de 2011

Lykke

Hace unos meses le preguntaban al escritor británico Howard Jacobson cuál era su opinión al respecto de la supuesta falta de alternativas reales propuestas por el movimiento Occupy St. Paul. El ganador de Booker de 2010 ilustraba con un ejemplo gastronómico el sinsentido de criticar a un grupo de jóvenes desempleados y cabreados por no haber dado en unas semanas con la solución a los problemas que aquejan a la economía global desde hace un puñado de años: “Es como si vas a un restaurante, pides carrillera de buey y no te gusta. Tú no le dices al camarero que el plato está mal porque a la carne le falta una semana de curación y cinco minutos de cocción. Simplemente, lo devuelves”. Hoy, consensuar una política monetaria para la eurozona se antoja menos complicado que lograr que media docena de personas se pongan de acuerdo sobre cuál ha sido el disco del año. Igual siempre ha sido así y no nos hallamos más que ante otro caso del ya clásico ‘es la primera vez en la historia…’, esa frase que no paramos de escuchar y casi nunca es cierta. Tal vez no todos tenemos las claves para reactivar el crédito, pero parece que sí sabemos cuál ha sido el disco del año.

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The Weeknd: sexo, drogas y R&B

Por: | 22 de diciembre de 2011

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Si recopilamos las listas del año que han ido apareciendo estas últimas semanas en todo el planeta no tardaremos en darnos cuenta de que en las primeras posiciones de casi todas ellas se repite por sistema la presencia de “House of balloons”, la mixtape de debut de The Weeknd, proyecto liderado por el cantante canadiense Abel Tesfaye. En el universo de la crítica musical apenas hay casualidades, y esta incontestable unanimidad para señalarle como uno de los artistas revelación de la temporada supone una agradable y reconfortante sorpresa por dos motivos: primero, porque el R&B no es un género especialmente recordado ni valorado en este tipo de balances, y esto todavía le da más valor a su omnipresencia; y segundo, porque tampoco es habitual que una mixtape, o lo que es lo mismo, un disco gratuito que el propio autor cuelga en su web sin ningún fin económico, luche en igualdad de condiciones en este tipo de listados. Sin ningún sello o multinacional respaldándole, con Internet como principal herramienta de difusión y expansión y con una actitud vital pero también profesional en las antípodas de la ortodoxia, The Weeknd nos ha engatusado a todos. Y lo que es 'peor': no conseguimos quitarnos sus canciones de la cabeza.    

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Navidades bizarras (II)

Por: | 21 de diciembre de 2011

Tres Reyes Magos

(Ilustración original de Wenceslao Lamas

El recientemente fallecido Clarence Clemons rememoraba su trauma infantil cuando, en lugar de un tren eléctrico, le obsequiaron con un saxofón por Navidad. "Ese tipo de cosas le marcan a uno de por vida", bromeaba en una entrevista. Tampoco David O. Selznick, guardaba un buen recuerdo de estas fechas. "Me ponen melancólico; son incluso peor que los domingos", sentenciaba el productor de Lo que el viento se llevó. Desengaño y depresión son sentimientos incómodos, pero también inspiradores, que parecen estrechamente ligados con el retorno al hogar cuando se avecina estas fechas.

 

Daniel Johnston - Rock Around The Christmas Tree

Pero más allá del consumismo voraz, las falsas apariencias y los sentimientos disfrazados, la Navidad despierta en algunos un júbilo -casi naif- de esperanza. Y aquí está el Rock Around The Christmas Tree de Daniel Johnston para constatarlo, reconciliándonos de una vez por todas con el árbol y el espumillón gracias a su entrañable voz aflautada y los tres acordes destartalados de siempre. Así que no se dejen llevar por la añoranza y olvídense de Brenda Lee. El bueno de Daniel nos invita a su fiesta privada; asegura que durará toda la noche y se armará un buen belén. Y estamos todos invitados. 

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Cuando el abismo te devuelve la mirada

Por: | 17 de diciembre de 2011

Records

Cada fin de año llega el momento en el que todo crítico musical afronta uno de esos retos tan inútiles como divertidos (de confeccionar y de consumir): las listas del año. A golpe de tedio, quienes escribimos sobre música nos vemos empujados a buscar otros puntos de vista, enfoques o factores comunes, en pos de un proceso de selección fresco y que evite el mimetismo con otros periodistas y publicaciones musicales. Es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo.

Viéndome en estos menesteres, en los últimos días me he encontrado una vez más con largos listados de los discos publicados en 2011, tanto nacionales como internacionales, rastreando ganadores o inequívocos merecedores de un lugar en esas místicas votaciones que, al final, sólo servirán para que algunos lectores refuercen sus gustos y que muchos otros consideren que soy un imbécil que no sabe nada de música.

Partiendo de que es imposible que alguien haya escuchado todos los discos editados en 2011, todo el proceso es una pantomima desde su propio origen. Además, gran parte de los críticos musicales que corren por ahí sólo tienen en cuenta lo que han escuchado en su trabajo (que no suele rozar el eclecticismo ni de pasada, créanme), es decir, lo que han recibido en su buzón, su redacción o de mano de algún promotor/manager/músico de piernas largas. A eso hay que añadir los dichosos perfiles editoriales que encorsetan lo que puede, o no, estar en la lista de lo mejor del año de tal o cual publicación. Una farsa, vamos.

Volviendo a mi fruncida revisión de lo editado este año, les contaba que me puse a repasar listados de novedades con ánimo conciliador y espíritu de buscador de tesoros. A medida que chequeaba iba recordando y seleccionando: “el disco de Jonathan Wilson estaba genial, y el de Twilight Singers, fantástico, y qué maravilla el disco acústico de J Mascis” pero, según iba haciendo esa preselección, no pude evitar pensar en varias ocasiones: “madre mía, qué cantidad de basura” o “todo esto es la misma mierda de siempre”. Los yankis lo llaman “the big picture”, Nietzsche, interpretado de forma libre, lo llamaba el abismo.

Repasando una buena parte de lo editado en 2011, sólo queda una conclusión posible: la producción discográfica, en general, apesta. Todo es prefabricado y teledirigido, productos diseñados para encajar en tal o cual grupúsculo sociocultural (desde la choni al gafapasta, el neo-festivalero o el viejo rockero trasnochado) y aspirar a recrear tópicos de la historia del disco, como el grupo que crece con el boca a boca, el fenómeno descubierto en MySpace, el viejo songwriter que alcanza la plenitud en su madurez o el descarado grupo de jovencitos jodidamente cool. Todo basura. Hasta muchos de los supuestamente infalibles parecen estar en una huida hacia delante en la que tienen que conjugar lo que hacen, lo que espera la gente que hagan y lo que realmente querrían hacer. Claro que hay cosas buenas, y discos fantásticos pero, ¿no está todo, no sé, diluido, rebajado con unos cuantos dedos de mediocridad?

More records

Xavi Sancho escribía hace unos días, en estas mismas páginas, sobre la negativa general a apoyar los destellos de modernidad, y la vuelta a formas musicales basadas, más que en la inspiración, en la pura imitación; y tiene razón. Pero, ¿qué modernidad? La mirada a los clásicos es inevitable porque, la verdad, poca cosa podemos hacer ya a la hora de crear música, aparte de alterar y desordenar factores. El problema llega cuando uno no recurre a escuchar a Crosby, Stills, Nash & Young pero flipa con unos petardos como Fleet Foxes o cuando se deja fascinar por Kitty, Daisy & Lewis sin haber escuchado en su vida a Bill Haley, por ejemplo. Revival ha habido siempre pero, de ahí a contar la vieja película como nueva, hay un trecho.

Esas infuencias son inevitables y, desde luego, no incompatibles con hacer algo fantástico. Reescuchando el “Songs For Beginners” de Graham Nash es imposible no detectar grandes similitudes con lo que hace Wilco, lo que no quiere decir que esto último sea un paquete. Lo mismo podríamos aplicar a Violent Femmes y Wave Pictures, sin cargarnos a estos últimos por exceso de inspiración. Otra cosa es que el 80% del rock americano de raíces no es sino un fusilamiento masivo de Tom Petty, Bob Dylan, Neil Young y tantos otros, al igual que todo el moderneo, el tecnopop, etc, hace lo propio con Ian North, Talking Heads, Eyeless In Gaza, Ultravox, o cualquier vieja referencia del catálogo de Cherry Red, Factory, 4AD, etc. Hasta el primer disco de Duran Duran suena más moderno que el paripé que hay que aguantar de algunos grupos “modernísimos”, de esos con cantante afectado y tecladito de doce teclas.

El problema no es que las nuevas bandas beban, se inspiren e incluso imiten, eso ha ocurrido desde tiempos de Chuck Berry. Siempre será mejor copiar con gracia que ser original y ser un ladrillo, pero la mayor parte de copias que se producen en la era líquida en la que vivimos, se basan en conceptos estéticos, reproducción banalizada y muy poca sustancia. No queremos algo nuevo, queremos algo bueno y, a poder ser, de verdad.

Por eso, últimamente, enfrentarse a las listas de lo mejor del año, acaba siendo algo realmente deprimente. Hagan la prueba, echen un buen vistazo a todo lo editado este año, y piensen cuantos grandes discos encuentran. Grandes de verdad, no buenos o disfrutables. Miren al abismo y verán que el abismo les devuelve la mirada con cientos de referencias que, probablemente, dentro de unos años no se encuentren ni en la caché de Google.

Diez decepciones sonoras de 2011

Por: | 16 de diciembre de 2011

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Cuando se hace balance e inventario del año, ese trabajo ‘sucio’ que tanto nos gusta hacer a críticos y medios especializados, siempre parece mucho más fácil evocar los mejores momentos de la temporada que recordar con claridad los grandes chascos. Estos días están saliendo a la luz las listas de los mejores discos, las mejores canciones o incluso los mejores debutantes que nos ha dejado 2011, y aunque todas ellas se elaboran a partir de criterios subjetivos de quienes votan, al final la sensación es que en los resultados generales se acaba imponiendo un criterio objetivo y bastante democrático que responde a un gusto más o menos común acorde a la línea editorial de la publicación correspondiente. Pero cuando toca arremangarse la camisa y meter las manos en el barro para desenterrar los álbumes fallidos de la reciente cosecha, cuando se echa la vista atrás en busca de esos títulos que nos han provocado más de un quebradero de cabeza y más de una discusión acalorada, entonces ponerse de acuerdo puede llegar a convertirse en una pesadilla. La decepción es una sensación mucho más personal e íntima, ajena por completo a postulados racionales y razonamientos de consenso, y quizás por ello el listado de los discos más desilusionantes del año puede llegar a ser más controvertido y discutible que su antónimo.

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Las cenizas y el fuego de Ryan Adams

Por: | 15 de diciembre de 2011

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“¿Qué tal el nuevo disco de Ryan Adams?” Esta pregunta, según el año en que se formulase, parecía tener una respuesta determinada. A principios de la pasada década, lo difícil era no encontrar buenas palabras, halagos y adjetivos positivos ante los discos del músico de Jacksonville. Pasado el 2005, tras un año de sobreexcitación compositiva con tres álbumes de distinto pelaje, se acabó el encumbramiento. Desilusión, indiferencia o desinterés giraban en torno a su figura. Su tiempo parecía haber pasado.

Como otras temporadas, este año 2011 se despide con un reguero de discos, muchos de ellos interesantes, otros sobresalientes y otros decepcionantes. Y este año 2011 se despide con un reciente álbum de nuestro protagonista. Su nombre: Ashes & Fire (Capitol Records). ¿Se perderá entre la avalancha discográfica? ¿Vuelve a ser un disco de simple paso? ¿Podemos volver a creer en Ryan Adams? Seguramente, ninguna de las preguntas tenga una sola respuesta pero lo único cierto es que el músico, al margen del ruido mediático, con un perfil más bajo que hace un lustro, ha sacado un nuevo y precioso disco. Con sus medios tiempos hipnóticos y sus baladas desgarradoras, Ashes & Fire nos invita a lo contrario a lo que nos piden estos tiempos de consumo nervioso, incluso enfermizo.

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