Rap y religión, la extraña pareja

Por: | 19 de enero de 2012

Shyne

Han pasado más de veinte años desde que Ice Cube exclamara aquello de “Life ain’t nothin’ but bitches and money” (algo así como ‘La vida se reduce a putas y pasta’), uno de los aforismos más célebres de su grupo, N.W.A., y, por ende, de la filosofía vital del gangsta-rap, pero aún hoy son muchos los que siguen pensando que el hip hop es ese estilo musical estadounidense que habla, única y exclusivamente, de billetes, drogas, pistolas, sexo explícito y violencia. El bosque es más profundo, rico y denso que todo eso, pero es difícil luchar contra la parafernalia y el gancho estético y mediático del nihilismo materialista, de la misoginia explícita y de la violencia caricaturesca cuando se trata de acaparar flashes, titulares y repercusión. Quizás por ello el gran público desconoce que en paralelo a los canales más reconocibles y célebres del género discurre una escena independiente de rap cristiano, bien organizada y en constante proceso de crecimiento, que desmiente el tópico y los lugares comunes e intenta por todos los medios inyectarle inquietud espiritual y debate religioso al rap del siglo XXI.

Aunque la idea de Dios es un elemento recurrente y omnipresente en las canciones de rap desde sus inicios, la militancia religiosa y su exposición consciente y efusiva en un discurso lírico siempre ha transcurrido en un segundo plano, marginada u ocultada por la industria y los medios. El rap cristiano, surgido a modo de antítesis del rap convencional pero también a modo de protesta por la pérdida de valores y el ‘mal ejemplo’ que predican en sus canciones los grandes iconos del momento, lo tiene realmente complicado. Difícil pensar que a un adolescente medio pueda resultarle atractivo o llamativo un artista que solo habla de redención, fe y renuncia; y casi más difícil pensar que un adolescente católico pueda llegar a asociar algún día el rap, algo así como la música del diablo, con sus ideas y modus vivendi. Y a los críticos y los medios de comunicación tampoco parece interesarles una escena que no genera escándalos, polémicas, controversia o enfrentamiento. Pero es real, existe. Y diré más: algunos de sus más consolidados representantes tienen talento.

 

El sello Reach Records es uno de los epicentros de este movimiento, focalizado mayoritariamente en la zona del Sur de Estados Unidos. Lecrae, Pro, Trip Lee o Tedashii son algunos de sus artistas emblema, un núcleo pequeño pero muy activo y comprometido con su causa que está animando esta corriente en los últimos años. Es innegable que su propuesta es extraña, naïf y desconcertante –imaginémonos el sonido cien por cien sureño de T.I., Lil Wayne o Young Jeezy pero sazonado con estribillos como “el Evangelio es lo que me salvó / lo que me mantuvo / lo necesito a diario, lo necesitas a diario, lo necesitamos a diario, ellos lo necesitan”–, y en cierto modo sigo pensando que su discurso moralista no encaja ni tiene mucho sentido en el contexto sonoro que ha promovido el hip hop, siempre más pendiente de retratar con el máximo realismo posible las contrariedades y las dificultades del día a día en el gueto que de juzgar y reprobar la mala vida, pero también es comprensible la opinión de aquellos que ven en las letras y, sobre todo, en los videoclips de estos artistas una vía de escape positivista y aleccionadora para las nuevas generaciones.   

 

 

En cierto modo es lo que también se pensaba del rap musulmán a finales de los 80 e inicios de los 90, cuando la proliferación de bandas y artistas como Public Enemy, X-Clan, Brand Nubian, Two Kings And A Cipher, Paris o Poor Righteous Teachers, todos ellos cercanos a la Nation Of Islam, organización religiosa fundada en 1930, propició la introducción firme y continuada en la cultura popular de la época de doctrinas, ideas y argumentos del Islam, y no solo con fines espirituales, sino también con intención socio-política. El tono aguerrido y de confrontación que mostraban las letras de algunos de ellos –uno de los más radicalizados, el rapero de San Franciasco Paris, incluso se atrevió a titular un disco “Sonic Jihad” dos años después de los atentados del 11-S– fue entendido entonces como una medida de protesta y rebelión contra el Gobierno y la situación de precariedad que sufría la comunidad negra. No era una violencia endogámica entre miembros de un mismo entorno, que en cierto modo era lo que empezaba a patrocinar el gangsta-rap, sino que apuntaba hacia fuera del barrio y mostraba ambición e inquietud ideológica.   

 

 

 

A diferencia del rap cristiano, que puede resultar ingenuo, cómico o entrañable, según se mire, el que promovían todo estos grupos del sector más airado del género en los 90 era temible e intimidante, y quizás por ello también fue pertinentemente ignorado o incluso vilipendiado en público por los medios blancos, que lo entendían como un vehículo de confrontación racial, y también por una parte de la sociedad negra, que veía en la influencia por la vía de la música de la Nation Of Islam una seria amenaza que convenía frenar.  El éxito comercial del gangsta-rap, que invitaba a soñar con dinero rápido, mujeres fáciles y celebridad y se olvidaba por completo del activismo político y la disciplina espiritual, acabó convirtiéndose en el antídoto más efectivo contra este movimiento, que a mediados de los 90 ya estaba neutralizado y reconvertido en una versión más ligera y conciliadora, la que han promovido otros raperos musulmanes de peso como Q-Tip, Mos Def, Talib Kweli, Lupe Fiasco o Rhymefest, entre muchos otros.

 

Y entre estas dos grandes representaciones religiosas, en su propio terreno de juego pero con una mirada mucho menos involucrada en la causa espiritual, los raperos judíos también han tenido una parte relevante y presente en el género. Hace un mes la revista Forbes publicaba en su página web un curioso artículo dedicado a éstos, precisamente, que incluía una lista de las personalidades más célebres de esta exótica categoría. El leitmotiv de esta compilación era el estallido popular que experimentó en 2011 Mac Miller, un rapero del que ya hablamos en su momento en Muro de Sonido cuando fantaseábamos con los posibles relevos de Eminem en el futuro y presentábamos la nueva hornada de MC blancos con posibilidades de triunfo, y que, en cierto modo, se ha convertido en el rostro más reconocible del rap judío en la actualidad. En el caso de Miller, Beastie Boys, Drake, Asher Roth, Non-Phixion o el gran Mc Serch, el que fuera miembro de 3rd Bass, su implicación es más cultural y racial que religiosa, y todos ellos han mostrado con orgullo de dónde vienen y qué representan, pero en sus discursos es difícil rastrear una apología tan clara y meridiana del judaísmo como en los otros casos que hemos desarrollado. Para dar con ello tenemos que acogernos a la propuesta de Matisyahu, judío ortodoxo que mezcla reggae y rap en su discurso, o, sobre todo, a la figura de Shyne, ahora conocido como Moses Levi, uno de los personajes más fascinantes de la historia del rap. Nacido en Belice pero criado en Brooklyn, se convirtió en el niño mimado de Bad Boy Records, el sello de Puff Daddy, donde publicó un esperanzador debut homónimo que prometía catapultarle al estrellato antes de verse involucrado en un tiroteo que le obligó a cumplir nueve años de cárcel –cargando con un muerto que supuestamente le correspondía a Puff Daddy–. A su salida de presidio fue deportado de Estados Unidos a su país natal y actualmente vive en Jerusalén, ya como judío ortodoxo reconvertido, donde estudia el Talmud y prepara dos discos para el sello Cash Money Records. Incomprensible cómo todavía no existe una película basada en su vida.

 

     

Hay 5 Comentarios

Yo estoy de acuerdo con muchos de los que han hablado ya en agredecer el aporte que hace este posto, yo también he descubierto grupos de los que no había oído hablar. Siempre es bueno culturizarse. Un saludo!!!

Hola David,
Me ha parecido una entrada muy buena, he podido acceder a unos cuantos Mc que no conocía y es una visión diferente sobre el hip hop al que de siempre he percibido como el legítimo heredero del rock más rebelde. Pero una par de matices, no es novedosa la asunción de formas musicales por los integristas, ha pasado desde siempre y supongo que seguirá pasando y a Matisyahu "no me lo toque" porque me encanta.
http://ferranblasco.blogspot.com/2011/12/el-reggae-en-yidish.html
Saludos

Muy interesante, y además bien escrito.
Gracias por el aporte, señor Broc, no conocía algunos de estos grupos y, aunque no profeso sus creencias, también es cierto que no escucho gangsta-rap y otras variantes porque necesariamente me identifique con el mensaje.
Es, a fin de cuentas, música. Y me gusta.

y aqui mismo en españa hay bueniiisimos del hiphop como unodetantos, o praxiz

Unas entradas y un blog magnífico. Artículos de fondo muy analíticos, completos y divulgativos. Lo mejor que ha hecho PRISA en música popular durante mucho tiempo . Para recomendar.

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Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

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