California. Domingo. 15 de abril, 23.30 h. Las 8 y media de la mañana en España. En el festival Coachella, con toda probabilidad el evento musical más importante del mundo en la actualidad, Dr. Dre y Snoop Dogg llevan ya cincuenta minutos de su esperado y monumental show, uno de los grandes puntos de atracción del cartel de esta edición. Durante los días previos se ha hablado de la posibilidad de que, de una forma u otra, el recuerdo de 2Pac Shakur esté presente en el show, pero nadie, ni fans, ni periodistas, ni seguidores morbosos, ni artistas ni espectadores curiosos, son conscientes de lo que está a punto de acontecer segundos después de que la banda de acompañamiento interprete un fragmento instrumental de California love, precisamente uno de los hits más importantes del rapero desaparecido. Se apagan las luces y de la nada surge un holograma con la figura del artista neoyorquino, que empieza atacando las rimas de Hail Mary, otra de sus canciones emblema, ante el estupor, la sonrisa nerviosa y la fascinación de todos, incluso de aquellos que lo estamos siguiendo en directo a través del stream del canal Youtube que está a disposición de Coachella. No es 2Pac, está claro, pero lo parece. Mucho. Demasiado. Y la pregunta rápidamente flota en el aire: ¿estamos asistiendo al fin de una época o al inicio de una nueva y siniestra era?
La sola idea de ver a 2Pac en la pantalla asusta, pero ya no solo por todo los interrogantes éticos y artísticos que plantea una operación de estas características, a fin de cuentas estamos desenterrando a un muerto, sino sobre todo por el extraño grado de perfección técnica que alcanza la propuesta. El miedo, ese escalofrío que genera el holograma nada más verlo, estriba en el extremo grado de realismo que han conseguido sus creadores, el estudio Digital Domain, responsables del diseño del holograma, y AV Concepts, la compañía de efectos especiales encargada de proyectarlo y darle una puesta en escena. Aquí el elemento de choque no es tanto el holograma, pues no es la primera vez que se lleva a cabo una propuesta de esta índole, como el hecho de que todo el personaje haya sido creado de cero y se haya conseguido una réplica exacta del original. No estamos ante imágenes de archivo extraídas de vídeos o conciertos y proyectadas en un gran escenario y sincronizadas con la música, esto es algo mucho más ambicioso y aterrador. Le han calcado los movimientos, los tatuajes, la mirada, los gestos, la manera de andar, y en apariencia, analizado única y exclusivamente desde un prisma estético y visual, no se percibe diferencia alguna entre lo que se ve en pantalla y cualquiera de sus actuaciones reales.
Como decía, esta aventura virtual impulsada por Dr. Dre plantea muchos conflictos y debates. El primero, viejo y recurrente: la explotación comercial de los muertos. 2Pac, además, es uno de los casos más flagrantes en este ámbito: se han publicado hasta seis discos póstumos, a cada cual más mezquino y perjudicial para su legado artístico, desde que fue asesinado; todavía hoy siguen apareciendo, de vez en cuando, viejas colaboraciones que dejó grabadas y nunca vieron la luz; y a todo esto hay que sumarle unas cuantas teorías de la conspiración sobre su desaparición, desde una muerte fingida para autoborrarse del mapa a un asesinato orquestado por su propio jefe de sello, Suge Knight, pasando por planes ocultos del gobierno y el FBI y, por supuesto, por tramas perversas de los Illuminati. Este gusto por la necrofilia es muy común y está ampliamente extendido en la industria musical desde hace décadas, pero en especial en el ámbito del hip hop, quizás porque dadas sus particularidades sociales y estructurales –su apego por una cultura de la violencia y de la calle se salda con un número demasiado alto de muertes célebres para tratarse de un género musical tan joven–, su fuerte conciencia y voluntad de trabajo –2Pac o J Dilla se pasaban todo el día encerrados en el estudio grabando material, de ahí el goteo póstumo de grabaciones inéditas– y su capacidad manifiesta para forjar mitos, leyendas y mártires –no es lo mismo sobreponerse al recuerdo de una estrella en su momento de plenitud, de Big L a Ol Dirty Bastard, pasando por Biggie o el propio 2Pac, que al de una vieja gloria en sus años de crepúsculo vital– así lo han propiciado.
El segundo gran debate que nos deja Coachella es de índole artística. Es evidente, y no tiene mucho sentido darle vueltas al tema, que no se puede comparar la intensidad, emoción y espontaneidad del 2Pac vivo con el holograma, obvio, pero este experimento, que se ubica a medio camino entre un capítulo de Black Mirror y un ensayo de Howard Rheingold, ha encendido algunas alarmas. ¿Qué sucedería si a Dave Grohl y Krist Novoselic se les ocurriera algo parecido con Kurt Cobain?¿Y si la familia de Amy Winehouse diera su consentimiento a una gira póstuma?¿Queda tan lejos la reunión de The Beatles o Queen?¿Es tan descabellado imaginarse a Tommy Ramone rodeado de tres hologramas? ¿Qué diablos podría aportar, ya desde un prisma estrictamente musical, este revival en formato 3D? Técnicamente es espectacular y sería absurdo negar la capacidad de ruptura y sorpresa del proyecto, aunque también es cierto que en Japón ya están más que acostumbrados a este tipo de propuestas y no les cogería por sorpresa. Por lo pronto, Dr. Dre, que podría haber invertido la friolera de 400.000 dólares en la creación del invento, ya ha anunciado, y cuenta con el beneplácito de la familia del difunto, que habrá gira con el holograma a cuestas. Hay que rentabilizar el dispendio y, según el propio artista, rendir tributo al autor de All eyez on me. Genio visionario o ladrón de guante blanco, que cada uno extraiga sus propios juicios de valor, el ex miembro de N.W.A ha logrado su objetivo: que estos días no se hable de otra cosa, que ya circulen parodias, bromas y comentarios de todo tipo y que el universo hip hop se esté manifestando, en la mayoría de casos de forma positiva –Nas, Raekwon, Scarface o el propio Snoop han confesado su admiración por la idea–, y opinando sobre el tema.
Pero quizás es el conflicto moral que acarrea toda esta historia el más interesante y profundo de todos. Porque se podrá criticar más o menos la iniciativa de Dr. Dre de querer convertir esta aventura puntual en una gira, pero aquí el verdadero dilema ético lo tenemos nosotros, el público, que ante la perspectiva de un show protagonizado por un holograma de 2Pac tendremos que debatirnos entre el morbo y la curiosidad que genera y el cargo de conciencia de estar contribuyendo a una deformación perturbadora y casi perfecta de la realidad en pos de no se sabe exactamente qué. Es una experiencia contradictoria, deshumanizada y casi apocalíptica, porque en cierto modo invita a la defunción del modelo clásico de actuación en directo y promueve un nuevo concepto artificial y programado, dos atributos que están en confrontación evidente con la idea de lo que es o debería ser un concierto. Pero incluso con todos estos condicionantes, será difícil resistirse a la tentación de asistir en primera persona a este demencial ejercicio de necrofilia 3D.
Hay 7 Comentarios
Yo creo que esta es una idea increible, pues 2Pac es mi cantante favorito y yo nací poco después de que este muriera por lo que nunca tuve oportunidad de escucharle en vivo.
Una cosa que no me ha gustado del articulo es que los albumes postumos del rapero sean catalogados de mezquinos y perjudiciales, ¿En que te basas para hacer semejante afirmación?
Publicado por: @AlvaroVaqueroo | 06/06/2013 19:40:12
Muy buenooo!!!
Publicado por: Diseño de Pagina Web | 06/09/2012 21:25:00
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Publicado por: designer handbags | 20/04/2012 10:04:33
Como siempre, será el cliente el que dictará sentencia: si el holograma encuentra suficientes clientes como para ser rentable, el uso de hologramas se hará realidad. Ya cambiaremos nuestra idea preconcebida de lo que se supone que deben ser los conciertos, al igual que hemos hecho con miles de ideas preconcebidas a lo largo de la historia.
Publicado por: Daniel Cañueto | 20/04/2012 9:26:11