Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

Los sonidos negros de Primavera Sound

Por: | 31 de mayo de 2012

The-Weeknd

Ante la ausencia en nuestro país de un evento en la línea del norteamericano Rock The Bells o del alemán Splash!, el aficionado español al hip hop y a la música negra urbana vive a expensas del interés que el género pueda despertar en los principales festivales musicales españoles. Y en un enclave geográfico en el que la inmensa mayoría de estos festivales están dedicados casi en exclusiva al pop-rock indie, al metal o a la electrónica de baile, las posibilidades de ver a algunos de los grupos y artistas más significativos del momento se reducen drásticamente a dos opciones: Sónar y Primavera Sound. El primero, por su condición de referencia dedicada a las múltiples vertientes de la música electrónica, siempre ha reservado un hueco en su programación para que el rap estuviera bien representado; el segundo, y a pesar de tener unas bases fundacionales claramente ligadas al rock independiente, ha manifestado un interés y una atención in crescendo por la materia que en esta edición que arranca hoy alcanza su máximo apogeo. Y todo ello con el agravante de las malditas cancelaciones de El-P y, sobre todo, de la reunión de Ultramagnetic MCs, que para muchos iba a convertirse en la materialización de uno de los sueños húmedos más recurrentes de nuestra particular carta a los Reyes Magos de cada temporada. Incluso con estas dos bajas el programa de este año del Primavera Sound contiene argumentos más que suficientes para motivar que el b-boy y el urbanita de gustos exquisitos se dejen caer por el Parc del Fòrum de Barcelona.

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¿Quién le canta a esta generación?

Por: | 29 de mayo de 2012

John-lennon-peace

En una pieza publicada en el New York Review of Books al respecto del estreno de ‘La red social’,  la escritora británica Zadie Smith, que fue profesora en Harvard cuando Mark Zuckerberg se enroló en esa universidad, escribía: “En un futuro recordaré mi cercanía con Zuckerberg del mismo modo que la gente que vivió en Liverpool en los 60 recuerda que conoció a John Lennon”. El artículo llevaba el título de Generación Por qué y, aparte de defender que los jóvenes son mucho más interesantes de lo que Facebook puede sugerir, apuntalaba la idea de que los desajustes del film provenían del hecho de que fuera una película sobre la gente 2.0 creada por personas muy 1.0 (Fincher, Sorkin, Reznor), además de recordarnos la forma en que el advenimiento de grandes estrellas a las que apelar se ha ido alejando del pop hasta llegar a otros terrenos anteriormente poblados por gente a la que no darías ni fuego en público por miedo a arruinar aún más tu ya maltrecha vida social. Pero desde el estreno del film, esta generación 2.0 parece haber finalmente tomado conciencia de sí misma y, sobre todo, las riendas de su verbalización, algo que hasta hace un rato parecía improbable, considerando que ésta era la gente convencida de que cada uno es único, especial e intransferible, incapaz de ser resumido en ningún discurso aglutinador. Pero las cosas se han torcido, y de golpe vuelve a ser necesario ser parte de algo, y ya que formar parte de una clase social no combina con comprar en H&M (Hegel & Marx), el concepto generacional, que siempre implica ese punto de nostalgia tan a la moda –que si Espinete por aquí, que si Naranjito por allá, que si ET, que si ‘boys, boys boys’…-, se antoja el más adecuado para atrincherar sentimientos e incluso algún que otro pensamiento. Como es menester, los medios apresuradamente han corrido en busca de productos culturales que sirvan para entender lo que los siempre insondables jóvenes piensan. Esta vez, por primera vez en no se sabe cuándo, los han encontrado en la series de televisión (Girls, bien), la tecnología (Pinterest, caca) o incluso la literatura (Tao Lin, Ben Brooks, Marie Galloway, bueno….). Pero no en la música. ¿Es porqué la música ya no es relevante como lo fue antaño, o porqué, de alguna manera, vive tan acomplejada que se ha obligado a pensar en pequeño, y hoy más que nunca necesitamos gente que piense en grande? (Si las palabras Coldplay, Lady Gaga o Killers acaban de pasar por su cabeza como ejemplos de músicos que le llegan al tuétano con su preclara visión de la sociedad actual y de los anhelos de la gente que la conforma, vaya a la casilla de la cárcel y quédese allí hasta que los dados saquen Joe Strummer o, al menos, James Murphy).

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Delicias turcas

Por: | 22 de mayo de 2012

Derdiyoklar Ikilisi, el desembarco del 'anatolian rock' en Alemania

A principio de los años sesenta, el rock'n'roll comenzaba a abrirse paso timídamente en las emisoras de radio de Estambul, desplazando en las preferencias de la juventud a las inofensivas melodías napolitanas y las primeras muestras de chanson francesa que dominaban las ondas. En un proceso similar al experimentado en otros países como España o Irán, la sociedad turca se sumaba al cambio democrático y aparcaba los valores más conservadores de la tradición musulmana, continuando con la transición progresista iniciada por Kemal Atatürk en 1924.

No obstante, los principales responsables de la paulatina infiltración de estos nuevos sonidos en la vida cotidiana no serían The Beatles, The Animals o The Rolling Stones, sino los también británicos The Shadows, quienes se erigieron como los embajadores idóneos del rock en un país con una tradición milenaria en materia de música instrumental. Una vez superada la infranqueable barrera idiomática del inglés, el pueblo turco asimilaría los ritmos extranjeros  hasta integrarlos en su acervo cultural, alumbrando lo que los anglosajones denominan como anatolian rock o anadolou pop.

  

(Garage turco: Mavi Işıklar versionando a Paul Rever & The Raiders)

Sumándose a la política de reediciones iniciada por Grey Past, Bouzouki Joe o Finders Keepers, el sello catalán Guerssen nos sorprende con una excelente selección de títulos que reivindican la era dorada de la psicodelia turca de los años setenta. Un puñado de lanzamientos absolutamente imprescindibles para interpretar la evolución de un género que discurre en consonancia con los cambios sociales de una época convulsa, en la que folclore y experimentación convivieron en inesperada armonía para dar forma a uno de los capítulos más excitantes (y desconocidos) de la música popular del siglo XX. Sirva pues este artículo como carta de presentación para aquellos lectores que todavía no estén familiarizados con un movimiento tan heterogeneo como, a ratos, desconcertante: la punta de lanza del rock progresivo otomano.

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La cultura de la efeméride y el derecho a olvidar

Por: | 15 de mayo de 2012

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Se cumplen 40 años de ‘L.A. Woman’ de The Doors. Hay edición conmemorativa, y se ve que trae unas rarezas la mar de interesantes. Para celebrar su 50 aniversario, Beach Boys se han vuelto a juntar y han arrastrado al pobre Brian Wilson en una gira que promete convertir todos los auditorios yanquis con nombre de línea aérea o de cadena de supermercados en enormes bailes de fin de curso de macramé en el geriátrico. También llegan los 50 años de los Stones, y como de momento no parece que haya gira, pues nos conformamos con artículos hagiográficos o libros de fotografías para que jóvenes diseñadores cojan ideas. Afrika Bambaataa ha sacado de gira su ‘Planet rock’ en el año en que se conmemora su 30 aniversario. Se cumplen 20 del ‘Slanted and enchanted’ de Pavement, un disco que cuando salió prometía echarse unas risas a costa de los manierismos del rock, solo para dos décadas después verse engullido en la misma vorágine que este año celebrará hechos tan dispares como las tres décadas de la banda WASP, los 21 (¿?) años del ‘Seamonsters’ de Wedding Present -con su gira y todo-, el cuarto de siglo del ‘Graceland’ de Paul Simon, o los, dios nos coja confesados, 50 años de ‘Love me do’ de los Beatles. 2012, pues, será recordado no por el disco de Grimes, el de Beach House o Allo Darlin’, sino porque celebra el 40 aniversario de Ziggy Stardust y Pink Floyd han reeditado ‘The Wall’ en un pack de siete discos, que es exactamente lo que uno siempre pensó que duraba un tema de la banda. Y será así porque vivimos bajo el yugo de la cultura de la efeméride, gracias a la voracidad necrológica de la industria musical y al periodismo cultural de agenda. Nos hemos preocupado tanto por honrar la historia que nos hemos olvidado de hacer historia. Es hora de reclamar el derecho a ignorar, o si ya es demasiado tarde, por lo menos, el inalienable derecho que todo ser humano tiene a olvidar.

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Adam Yauch (MCA), un rapero como tú y como yo

Por: | 08 de mayo de 2012

Adam.yauch.beastie.boys

El hip hop es un género en el que la autenticidad, la sinceridad y la credibilidad se dan por supuestas y asumidas, pero la realidad acostumbra a ser menos halagüeña. Género teatral, hiperbólico y desmesurado por inercia, sobre todo en sus dos últimas décadas de actividad, tristemente entregado a una competición del ‘yo la tengo más grande’ que ha derivado en autoparodia y gag cómico, el rap vive estos días con especial tristeza la pérdida de Adam Yauch, MCA, precisamente porque el miembro de Beastie Boys, fallecido el pasado viernes 4 de mayo, representaba con inmaculada precisión todos esos valores que tanto añoramos en la actualidad. No solo por las virtudes artísticas exhibidas en más de veinticinco años de trayectoria, nueve álbumes de estudio y otras tantas giras por todo el mundo, su legado puro y duro, sino por la desaparición de alguien que en todo este tiempo respetó con fidelidad espartana esos preceptos de autenticidad y fidelidad a uno mismo. El mismo día de su muerte en Twitter mucha gente se preguntaba a qué venía el aluvión de hashtags dedicados a una figura que desconocía por completo. Para los historiadores de la música, la explicación era fácil y cristalina: MCA y los Beastie Boys fueron el primer grupo de rap blanco de la historia y uno de los estandartes del sello Def Jam. Pero para los que crecimos y nos educamos musicalmente escuchando rap, MCA y los Beastie Boys fueron nuestros Beatles, nuestros Stones o nuestros Doors, pero con una diferencia: a ellos nunca les vimos como mitos o divinidades inalcanzables, sino como a tres colegas que se juntaban para rapear y que podían vivir en la casa de al lado.

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