Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

La autenticidad ya no vive allí

Por: | 27 de agosto de 2012

Sharon_jones_3

Hasta 1533, la palabra sinceridad era solo utilizada para referirse a objetos inanimados. Una espada, un vino o una piedra preciosa podían ser sinceros, pero jamás un ser humano. El primero en utilizar el término en referencia a una persona fue el reformista británico John Frith, quien definió a John Wycliffe como un hombre con “una vida muy sincera”. Meses más tarde fue quemado por hereje en Smithfield, Londres, acusado de defender la conciencia del hombre por encima del dogma de la iglesia. La trágica historia de Frith nos la cuenta R. Jay Magill Jr. en su último libro, ‘Sincerity’ (Sinceridad), que trata de “cómo este ideal moral nacido hace 500 años ha inspirado guerras religiosas, arte moderno, el chic hipster y la curiosa noción de que todos tenemos algo que decir, por muy aburrido que sea”. El libro de Magill coincide con el anuncio en algunos medios de que la autenticidad ha vuelto al mundo de la música popular. Tim Simpson, director del Museo Stax de la Música Soul Americana, declaraba recientemente a The Economist que “la gente lo vuelve a desear. La autenticidad está volviendo y es obvio que el público está interesado en el talento”. Mientras, Neil Sugarman, capo de Daptone Records, nos recordaba que “incluso en Rehab, su mayor éxito pop, Amy Winehouse siguió siendo auténtica”. ¡Incluso en su mayor éxito pop! ¡Habrase visto! ¿Qué será lo siguiente? ¿Un avistamiento de Lady Gaga ayudando a un ciego a cruzar la calle? ¿Rihanna cediendo el asiento a una vieja en el autobús? ¿Un hipster prestándole dinero a un perro abandonado? En su libro, Magill nos recuerda que la sinceridad es algo que debemos pedirle al individuo, no a la sociedad. Así, si consideramos la sinceridad como autenticidad personal, mientras que la autenticidad cultural no es más que una forma de ser fiel a la tradición, no existe ningún motivo para pensar que Sharon Jones es más auténtica/sincera que Grimes. Simplemente, es más conservadora, y ha decidido consagrar su talento a la tradición.

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Pussy & Riot: una apología del punk uterino

Por: | 15 de agosto de 2012

Pussy & Riot

Durante dos semanas hemos sido testigos del juicio al que se han visto sometidas las integrantes del grupo de punk moscovita Pussy Riot, acusadas de "incitar al odio religioso" tras su performance en la Catedral de Cristo Redentor del pasado mes de febrero. Nadezhda Tolokonnikova, Maria Alyokhina y Yekaterina Samutsevich comparecieron ante el tribunal tras una mampara de cristal, como unas criminales de guerra. O enemigas del Estado, que para el caso es lo mismo. Se enfrentan a duras penas de hasta tres años de cárcel en lo que ellas mismas han calificado como "un proceso estalinista", amparado por la alianza entre la ortodoxia eclesiástica y el Kremlin. 

La fotogenia de Tolokónnikova, posando puño en alto con una camiseta de "¡no pasarán!", ha contribuido al impacto mediático de la campaña en favor de la amnistía, situando al gobierno de Vladimir Putin en el punto de mira de la mojigata opinión pública, que suele confundir el activismo con recogidas de firmas digitales y esporádicas quedadas de flashmobA la espera de conocer el fallo del tribunal previsto para este viernes, las tres feministas han recibido el apoyo incondicional de artistas como Tom Morello (Rage Against the Machine), Alex Kapranos (Franz Ferdinand), Red Hot Chilli Peppers, Mike Patton (Faith No More), Björk o Madonna. Esta última, con el frente todavía abierto de su polémica con la ultraderechista francesa Marine Le Pen, les dedicó un explícito homenaje a su paso por Moscú con Like a Virgin.

 

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Diez veranos de libertad

Por: | 10 de agosto de 2012

Tenfreedomsummers

Con toda la música que hay ahí fuera, resulta osado decir cosas como “el mejor disco del año”. Como si uno pudiese escucharlo todo. Aún así, cuando llega diciembre, críticos y publicaciones varias sacamos el carnet de listillo, hacemos memoria e intentamos llegar a conclusiones más o menos sólidas. El consenso está mal visto, porque no le da a uno la oportunidad de ponerse ese peldaño por encima de los demás en el que, demasiadas veces, se basa este tipo de elucubraciones.

Sin embargo, muy de vez en cuando aparece un disco que se revela como algo ineludible, rotundo, fuera de toda discusión. Una obra magna que se alza sobre otras por una simple cuestión de grandeza. Grandeza en el concepto, en el desarrollo y en la ejecución de su contenido, desde la composición de los temas al orden de los mismos; el más mínimo detalle tiene importancia.

Esa certeza se muestra con claridad ante la escucha de “Ten Freedom Summers”, la última obra del trompetista y compositor Wadada Leo Smith. Hay que llamarlo obra antes que disco, sí, por varios motivos. Para empezar, porque se compone de nada menos que cuatro cedés, casi cuatro horas y media de música original repartida en diecinueve composiciones. Pero también porque el motivo principal e hilo conductor de las mismas es la historia del movimiento por los derechos civiles en EE.UU., aunque el autor también habla de conceptos más universales y básicos, como la justicia y la libertad. El punto de partida es, efectivamente, conceptual, aunque el resultado va más allá del homenaje o la memoria histórica.

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