Aunque llevan un par de años cargando con el sambenito de jóvenes promesas, Los Claveles han pasado inadvertidos al radar de las grandes discográficas. Algo que, en vista del saldo tan precario que nos ha ofrecido el panorama nacional en lo que va de año, bien podría considerarse un halago. Porque si existe algo todavía más alarmante -al menos musicalmente hablando- que la recesión económica y los recortes presupestarios, eso es la ola de conservadurismo y gazmoñería de la que adolece el pop más reciente escrito en castellano. A este respecto no creo que sea necesario sacar a relucir nombres propios; baste señalar que son los mismos que llevan un par de décadas anquilosados entre lo caduco y lo foráneo, llegando tarde (y mal) a aquello que una vez se denominó como indie y que ahora sirve para designar a toda una nueva corte de fariseos y desertores de la radiofórmula. Es lo que ocurre cuando anteponemos un criterio tan devaluado como es el de la autenticidad en detrimento a la integridad: que unos pocos hacen saltar la banca pero, a la larga, todos salimos perdiendo.
¿Y qué tendrá que ver ésto con el disco de Los Claveles, se estarán preguntando a estas alturas? Pues viene a colación de un elepé de los que ya casi no se hacen, que sorprende por su honestidad a la hora de echarse al ruedo de lo castizo por la vía de Gabinete Caligari, Los Nikis y, si me apuran, hasta Patrullero Mancuso; pero que, al igual que otros ilustres desconocidos como Montañas o ¡Pelea!, han sabido compaginar con el brío artesanal de The Monochrome Set y Beat Happening sin ver por ello menoscabada su identidad. Lo que se dice un paso al frente en toda regla, al margen de las modas y huyendo como de la peste de tanta indolencia impostada. Un trabajo, en definitiva, en el que puntúan lo mismo las virtudes que las carencias y que se gana el corazón del oyente desde la primera escucha. Así de sencillo y así de difícil.
Cuando un servidor escuchó las primeras tomas de Con el dinero en la mano (2009) y Orfidal (2010) experimentó un cosquilleo como hacía tiempo no recordaba. No se trataba de una sensación cálida ni reconfortante. Los requiebros melódicos y la ejecución, más que urgente, atropellada, le dejaban a uno a expensas de los enigmas que encerraban aquellas primeras maquetas grabadas en el multipistas de Manuel Moreno. Entre Marcos Rojas, Santos Díaz, Jordi Jiménez y Miguel Rojas habían encontrado ya las primeras respuestas y sus canciones andaban sobradas de socarronería, lucidez y cochambre. Pero también de ese aire de ternura y amateurismo casi impúdico que aún hoy se resiste a abandonarles.
También recuerdo a Sergio Fernández incorporándose para cubrir la vacante como batería cuando Miguel dejó Madrid por Barcelona. Y los indicios de Mambo Negativo que anunciaban un nuevo cambio de tercio, apenas unos meses antes de aquel compartido con los Kana Kapila que sacaron con Yoyó Industrias y donde presentaron Berna. Más o menos por entonces, empezaron a darnos la razón a quienes citábamos a Ciudad Jardín para referirnos a ellos y al tomar rumbo Nacional 42 (Gramaciones Grabofónicas, 2010) el pulso entre Jordi y Marcos comenzó a hacerse más evidente. Sonaban castañuelas en Las inquietudes de Blanca María y pintaban bastos en El fuego del recuerdo, pero al final, por aquello de que la sangre no llegase al río, Jordi acordó apearse en marcha para terminar montando Coraje, otro nombre para tener en cuenta.
El largo se hizo de rogar; tanto que quienes dicen que "el segundo es el difícil" es porque no grabaron Mesetario (Gramaciones Grabofónicas, 2012). Para un grupo acostumbrado a vivir a salto de mata, la implicación de Sergio Pérez (Thelemáticos, Pegasvs) resultó decisiva para vencer miedos y pulir aristas, respetando el ímpetu volátil de composiciones como La Pena Negra o La Ruta Destroy. Incluso les convenció para marcarse unas palmas en Estafas, un gancho ante el que merece la pena no bajar la guardia si no queremos perdernos ese par de joyas tituladas El hombre de las mil caras o Santos, el Suave. De ese modo Los Claveles consiguen redondear su mejor repertorio hasta la fecha: el más satisfactorio y equilibrado. Un debut que me resisto a asumir como póstumo incluso después de recibir hace meses la noticia de la prematura muerte de Sergio. Bastante tragedia supone ya, como para tener que encajar otra pérdida irreparable.
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Hay 2 Comentarios
Todaviía en pleno siglo XXI hay gente que hace música así. Creo que va siendo hora de que evolucionemos en la música y.
Publicado por: cauca | 18/09/2012 12:44:36
Qué bien suena esto!!
Publicado por: Yo | 12/09/2012 2:39:01