Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

¡Por Halloween y por Todos los Santos!

Por: | 30 de octubre de 2012

Por Halloween y por Todos los Santos

"Una vez al año, en la noche embrujada / Es Halloween y ¡qué susto! / chavales y monstruos cubren sus pieles / y ocultan sus ojos bajo disfraces maléficos / Cometes un gran error al salir / con los fantasmas merodeando / ¡Es Halloween... nuestro momento de pasar miedo!". Según una nota de prensa publicada en 2005 por la NAHPI (Iniciativa para la Prevención del Halloween Norteamericano), la publicación del single benéfico Do They Know It's Halloween? obedecía al sentimiento de frustración generado por la condescendencia etnocentrista de campañas similares. "¡Ayudadnos! ¡Ayudadnos! ¡Salvad nuestras almas! / Nos estamos muriendo de miedo y ni siquiera se han enterado / Piensan que lo tenemos todo / Pero necesitamos formar una piña / para conseguir olvidarnos, olvidarnos de Halloween!". Basta ya, decían, de ceñir nuestra visión del mundo a parámetros exclusivamente occidentales. Mejor dicho estadounidenses, si me permiten la apreciación; porque poco (más bien nada) resta ya de los ritos celtas de Samhain, exportados a Norteamérica por los primeros emigrantes irlandeses del siglo XVIII. Por no hablar ya de los orígenes paganos de lo que hoy conocemos por Todos los Santos, y cuya traducción, All Hallow´s Eve, dio orígen al actual Hallowe'en. 

  

 NAHPI - Do They Know It's Halloween? (2005)

Pero no se dején engañar por el aparente rigor de las demandas de la NAHPI. Tras sus siglas se escondía un colectivo de músicos encabezado por Adam Gollner (We Are Molecules), Nick Diamonds (Islands) y Steve McDonald (Redd Kross), decididos a hacer mofa del Do They Know It's Christmas? de Bob Geldof para recaudar fondos para UNICEF. "El resto del mundo no comparte nuestra preocupación / por erradicar este gran problema / Letonia, Laos, Chad, Perú... ¡necesitamos vuestra ayuda! / De lo contrario nunca entenderéis / el temor al que nos enfrentamos una vez al año / ¡Tenemos miedo a la Noche de Todos los Santos!". Una cáustica llamada a la solidaridad que les honra y de la que todos salimos beneficiados, al menos, en lo estrictamente musical. El divertimento contó con la colaboración de primeras espadas del indie internacional como Win Butler y Régine Chassagne (Arcade Fire), Beck, Devendra Banhart, Feist, Thurston Moore o Karen O (Yeah Yeah Yeahs) entre otros y a los que hay que sumar la presencia de dos iconos de tintes mefistotélicos: Malcom McLaren y Elvira, la Reina de las Tinieblas.

A continuación, les propongo un repertorio acorde a las circunstancias, no sin antes advertirles que muchos nombres ilustres han sido obviados: Bobby Boris Pickett, Screamin' Jay HawkinsMisfits, Ramones, The Cramps, Bauhaus... La lista era demasiado larga, por lo que pueden aplicar a su gusto lo de no están todos los que son, pero sí son todos los que están; que ya es algo.

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El último soplo de David S. Ware

Por: | 25 de octubre de 2012

DavidSWare

La muerte lo cambia todo. Es inevitable; el status de un artista y su posición respecto a los géneros en los que se mueve, y a su propia obra, quedan marcados a fuego por su condición de desaparecido. En el jazz, además, se tiende a grabar mucho más a menudo que en el perezoso mundo de músicas más populares. El jazzista se mueve rápido y siente la necesidad de documentar su obra cada poco tiempo, sabiendo que la crudeza del estilo le permite grabar con pocos medios y sin demasiados planes. Lo que importa es capturar el momento, hasta la próxima entrega.

Cuando salió el último disco de David S. Ware, nadie sabía que era “el último”. El último de verdad. Y el azar quiso que su muerte me cogiese escribiendo la reseña de dicho disco, tecleando impertérrito como si fuese uno más. El último, de momento, no el último-último. Y entonces Ware se muere, y todo cambia. Ya no puedes escuchar ese disco de la misma forma, mucho menos valorarlo. Tus oídos no te engañan, pero entra en juego la historia y la –tan difícil de controlar– perspectiva.

David S. Ware fue un gigante en lo suyo. Heredero directo del último Coltrane y del paroxismo espiritual de Albert Ayler, Ware mantuvo prendida la antorcha de la catársis definitiva del free jazz durante décadas hasta que, la semana pasada, falleció con 62 años. A pesar de ser una figura independiente en una música, de por sí, relativamente marginal, el saxofonista deja un hueco difícil de llenar, si no imposible a estas alturas. Representaba aquel mágico momento en el que el jazz, la lucha por los derechos civiles y las formas de expresión musical más libre se dieron la mano para mostrar a la América blanca que las cosas tenían que cambiar.

A partir de finales de los 80, el saxofonista inauguró un célebre cuarteto junto al genial pianista Matthew Shipp y al contrabajista William Parker (hubo varios cambios en la batería), facturando dos décadas de trabajos irreprochables, herencia directa del aguerrido free jazz de los 70 y de la espiritualidad exacerbada de la improvisación afroamericana. No quedan muchos expresionistas como Ware (vienen a la cabeza Charles Gayle o Daniel Carter; otros como Archie Shepp, Pharoah Sanders o David Murray cambiaron de rumbo hace décadas, mientras que Roscoe Mitchell, Henry Threadgill u Oliver Lake no pertenecen realmente a esa forma expresiva) y tampoco parece haber relevos. Toca honrar a los maestros y pasar página.

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Política, música y otros accidentes del siglo XX

Por: | 23 de octubre de 2012

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El pasado domingo fallecía George McGovern, el que fuera candidato a la presidencia de EEUU en 1972 y protagonista de la más apabullante derrota que jamás ha padecido cualquier candidato a la Casa Blanca. El senador por Dakota del Sur logró el 37% de los sufragios, venciendo solo en dos circunscripciones: Massachussets y el Distrito de Columbia (Washington DC). Años más tarde, el ganador de aquellas elecciones, Richard Nixon, se convertía en el primer presidente de EUU en pisar suelo chino. A su llegada, le preguntaron si había visitado antes un país comunista, a lo que respondió: “Sí, he estado en Massachussets”. Con un candidato a la vicepresidencia con serios problemas mentales y un apócrifo lema que rezaba “amnistía, aborto y ácido”, McGovern cosechó un sonoro fracaso, debido a lo que Hunter S. Thompson, que le siguió durante aquellas semanas, calificó como “una campaña de los 60 llevada a cabo durante los 70”. El viejo George, que en uno de los últimos mítines, cuando ya sabía que estaba todo perdido, le espetó a un seguidor de Nixon un memorable “bésame el culo”, que se ha convertido en leyenda urbana y casi sorkiniana para generaciones de norteamericanos, fue el primer político en aglutinar al mundo del rock. A su favor se celebraron los primeros conciertos protagonizados por músicos pidiendo el voto para un candidato. Carole King, James Taylor, Quincy Jones o Simon & Garfunkel actuaron para McGovern, quien estaba convencido que la reciente ley que rebajaba la edad para votar de 21 a 18, sumado al incondicional apoyo de los jóvenes le otorgaba una ruidosa ventaja ante la mayoría silenciosa de su contrincante.

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Bandas sonoras, marcianos y ratones de biblioteca

Por: | 16 de octubre de 2012

Akron, bandas sonoras para ratones de filmoteca

“En general, nunca he estado al tanto de lo que es contemporáneo a mí”, confiesa el músico barcelonés Pau Loewe. “Si en algo me influencia lo que se está haciendo hoy en día es precisamente para apartarme de ello; no quisiera ser uno más”. Una declaración de intenciones que ha guiado su trayectoria como guitarrista a lo largo de más de una década en combos como Born Losers, The Kongsmen, The Stringbones, The Fabulous Ottomans, todos ellos adscitos a las coordenadas revivalistas de los años cincuenta y sesenta. Aunque, como él mismo se encarga de puntualizar, para que algo reviva, es necesario que antes haya muerto... y al fin y al cabo, el garage y el surf son estilos musicales que han subsistido incluso al margen de las modas. 

“Tampoco quiero parecer el típico fan que se pone rabioso porque algo que le gusta se ha convertido en tendencia”, se excusa, ante la apremiante necesidad de los medios por subirse al carro del último grito. “Gracias a internet, por ejemplo, puedes bajarte discografías enteras y descubrir cosas que te llevarían años por ti mismo... Pero las modas vienen y van, asi que tampoco les doy mucha importancia. Llegaremos a un punto en que absolutamente todo esté de moda a la vez y aún así seguirá siendo algo efímero”. Un razonamiento que entronca con lo expuesto por Simon Reynolds en su revelador ensayo Retromanía: la adicción de la cultura pop a su propio pasado, recientemente publicado en castellano por Caja Negra y donde reflexiona sobre el poder de fascinación que ejerce el pasado sobre nuestro presente (y futuro) musical más cercano. “¿Te refieres a ese rollo Ghost Box y Trunk Records?”. Efectivamente. Llámalo como quieras: crate diggin, hauntology o library music; el caso es que, hoy más que nunca, lo retro sigue llamando a nuestra puerta. 

 

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Christian Scott y la conexión Treme

Por: | 09 de octubre de 2012

Christian scott

Si ustedes han tenido oportunidad de ver la serie Treme (si no, se lo recomiendo encarecidamente), sabrán que es un colorido mosaico de personalidades, muchas de ellas con un gran componente musical, que confluyen en el Nueva Orleans post-Katrina. Considerada la cuna de varios estilos y una de las capitales musicales del mundo, Nueva Orleans es un escenario ideal para dejar cristalizar fusiones y crossovers, un entorno que, si no realmente mágico (obviemos todo esoterismo), sí tiene ciertos tintes mitológicos en cuanto al desarrollo de la música negra.

En Nueva Orleans, además, se cultiva la estirpe como credencial musical, poniendo un foco virtual sobre quienes portan determinados apellidos. Tal vez no sea tanto una cuestión sanguínea como de pura tradición, macerada y traspasada generación tras generación. La genética confirma que el talento no es hereditario y que la sangre o el origen no predisponen a generar aptitudes musicales de ningún tipo pero, el entorno es, sin embargo, un condicionamiento enorme. La mejor forma de que una persona desarrolle su potencial respecto a la música es hacer que se críe entre ella, rodeado de músicos en un ambiente creativo.

Eso es lo tuvo el joven Christian Scott, un entorno privilegiado. Como uno de los protagonistas de Treme, el trompetista Delmond Lambreaux (Rob Brown), se crió en ese Nueva Orleans que sigue siendo considerada la cuna del jazz. Scott, sin embargo, representa la nueva generación de una ciudad cuyos mayores exponentes jazzísticos siguen siendo conservadores neoclasicistas (capitaneados por los omnipresentes hermanos Marsalis). Con su último disco, “Christian aTunde Adjuah”, el trompetista cierra un círculo familiar que tiene en Treme cierta representación: empezó hace 20 años en Nueva York y culmina hoy, con algunos personajes de la serie y el paso adelante de un joven músico que, con todo el respeto por la tradición de la ciudad que le vio nacer, pretende seguir avanzando hacia el futuro. ¿Y qué tiene que ver el último disco de Scott con Treme? Aquí van las claves.

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Los efectos de un virus llamado Burial

Por: | 02 de octubre de 2012

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Ahí van algunos de mis discos o lanzamientos favoritos editados en lo que va de 2012: “Total Loss”, de How To Dress Well; “Held”, de Holy Other; “Love Is Hurting Us”, de oOoOO; “III MMXII”, de Clubroot; la dupla formada por “Sunshine Girls” y “The Night Before”, de Stumbleine; y, en menor medida, a una distancia considerable pero con apuntes interesantes, “They!Live”, de Benjamin Damage & Doc Daneeka, “High Road”, de Dusk + Blackdown, o “Vacation EP”, de Shlohmo. Y bueno, por encima de todos ellos, en el Top 3, “Kindred”, de Burial, que en cierto modo tiene mucho que decir y asume parte de culpa en la confección de esta lista selectiva, pues de una forma u otra, unas veces más acusada, otras más tangencial, en algunas incluso testimonialmente, tiene influencia directa en el pulso expresivo y emocional de todos ellos y resulta difícil, por no decir imposible, disociarlos de lo que ha conseguido el misterioso productor londinense con apenas seis años de trayectoria. No me parecen simples imitadores, sino más bien artistas con talento y ambición que en la búsqueda de su propio camino artístico han tomado a Burial como una referencia importante de la que poder extraer ideas y, sobre todo, sensaciones.

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