"Una vez al año, en la noche embrujada / Es Halloween y ¡qué susto! / chavales y monstruos cubren sus pieles / y ocultan sus ojos bajo disfraces maléficos / Cometes un gran error al salir / con los fantasmas merodeando / ¡Es Halloween... nuestro momento de pasar miedo!". Según una nota de prensa publicada en 2005 por la NAHPI (Iniciativa para la Prevención del Halloween Norteamericano), la publicación del single benéfico Do They Know It's Halloween? obedecía al sentimiento de frustración generado por la condescendencia etnocentrista de campañas similares. "¡Ayudadnos! ¡Ayudadnos! ¡Salvad nuestras almas! / Nos estamos muriendo de miedo y ni siquiera se han enterado / Piensan que lo tenemos todo / Pero necesitamos formar una piña / para conseguir olvidarnos, olvidarnos de Halloween!". Basta ya, decían, de ceñir nuestra visión del mundo a parámetros exclusivamente occidentales. Mejor dicho estadounidenses, si me permiten la apreciación; porque poco (más bien nada) resta ya de los ritos celtas de Samhain, exportados a Norteamérica por los primeros emigrantes irlandeses del siglo XVIII. Por no hablar ya de los orígenes paganos de lo que hoy conocemos por Todos los Santos, y cuya traducción, All Hallow´s Eve, dio orígen al actual Hallowe'en.
NAHPI - Do They Know It's Halloween? (2005)
Pero no se dején engañar por el aparente rigor de las demandas de la NAHPI. Tras sus siglas se escondía un colectivo de músicos encabezado por Adam Gollner (We Are Molecules), Nick Diamonds (Islands) y Steve McDonald (Redd Kross), decididos a hacer mofa del Do They Know It's Christmas? de Bob Geldof para recaudar fondos para UNICEF. "El resto del mundo no comparte nuestra preocupación / por erradicar este gran problema / Letonia, Laos, Chad, Perú... ¡necesitamos vuestra ayuda! / De lo contrario nunca entenderéis / el temor al que nos enfrentamos una vez al año / ¡Tenemos miedo a la Noche de Todos los Santos!". Una cáustica llamada a la solidaridad que les honra y de la que todos salimos beneficiados, al menos, en lo estrictamente musical. El divertimento contó con la colaboración de primeras espadas del indie internacional como Win Butler y Régine Chassagne (Arcade Fire), Beck, Devendra Banhart, Feist, Thurston Moore o Karen O (Yeah Yeah Yeahs) entre otros y a los que hay que sumar la presencia de dos iconos de tintes mefistotélicos: Malcom McLaren y Elvira, la Reina de las Tinieblas.
A continuación, les propongo un repertorio acorde a las circunstancias, no sin antes advertirles que muchos nombres ilustres han sido obviados: Bobby Boris Pickett, Screamin' Jay Hawkins, Misfits, Ramones, The Cramps, Bauhaus... La lista era demasiado larga, por lo que pueden aplicar a su gusto lo de no están todos los que son, pero sí son todos los que están; que ya es algo.
Louis Amstrong - Skeleton in the Closet (1936)
En 1936 Bing Crosby protagonizó Pennies From Heaven, un entrañable melodrama musical sobre los tiempos de la Gran Depresión que poco tiene que ver con la joya maldita que Herbert Ross dirigiría en 1981, más allá de su ambientación y de la pieza titular interpretada por Crosby e inmortalizada por Billie Holiday. Mientras el director de la primera, Norman Z. McLeod, hacía un llamamiento al optimismo frente a la adversidad, Ross tomaba como punto de partida una asombrosa miniserie de la BBC, bautizada en honor de los compositores Arthur Johnston y Johnny Burke, para entonar un poético canto del cisne a mayor gloria del musical clásico.
Ahora bien, aunque sólo sea por la puesta en escena del número de El esqueleto en el armario, la cinta de McLeod cuenta con todos los números para hacerse con un hueco en el corazoncito de los amantes de lo macabro; sobre todo si tienen sentido del humor o son melómanos practicantes. Presten atención a la pantalla y podrán disfrutar de la plana mayor del jazz de la Costa Oeste de aquellos años: desde el trompetista y discípulo aventajado del propio Amstrong, Teddy Buckner, pasando por el saxo de Caughey Roberts –uno de los habituales de Count Basey– o el futuro contrabajista de Nat King Cole, Wesley Price. Especialmente memorable resulta la performance final del colosal Lionel Hampton, marcándose un solo de vibráfono sobre los huesos del esqueleto bailarín y un Satchmo convertido en el alma de la fiesta: “cuando el esqueleto del armario empezó a bailar / las brujas, de puntillas, los dedos empezaron a chasquear / y casi soltaron las escobas al empezarse a menear”. Antológico es quedarse corto.
Rosemary Clooney - Punky Punkin (1950)
Con los fantasmas de la II Guerra Mundial todavía presentes en el subconsciente colectivo, la generación del baby boom se apropió de la noche de Halloween, una cita social hasta entonces limitada a los adultos. Desde entonces se instauró la costumbre del trick’r’treat, el pasacalles de disfraces, las calabazas y las chucherías, convirtiéndose en la celebración favorita de Norteamérica, después de Navidad y por encima de Acción de Gracias. Faltaban casi tres décadas para que John Carpenter les aguase la fiesta y empezasen a circular leyendas urbanas sobre cuchillas de afeitar camufladas en los dulces de manzana. Y tan solo siete años para que un vecino de Wisconsin, Edward Theodore Gein, personificase al Hombre del Saco.
Ajena al macabro devenir de los acontecimientos, Rosemary Clooney cantaba a los más pequeños la historia de Punky Punpkin: una calabaza agradecida por decorar el porche a modo de farolillo, en lugar de terminar sus días como relleno en una tarta. Con lo que ha llovido desde entonces, seguramente les costará ponerle cara a su voz, pero habrá a quién le suene por su intervención en White Christmas (Michael Curtiz, 1954) o alguno de sus duetos con Guy Mitchell o Marlene Dietrich. Incluso puede que su trino les resulte familiar gracias a Hey There o aquellas versiones repletas de swing que nos regaló junto a la banda de Pérez Prado. ¿Y si les dijese que, además, se casó dos veces con el actor José Ferrer? No se preocupen; con motivo de su defunción en 2002 fueron pocos los medios que se acordaron de ella por algo más que por ser la tía de George Clooney.
Pero si además son ustedes de los que leen la letra pequeña, se toparán con el nombre de Cyrus Cy Coben: un compositor de origen judío, que abandonó su New Jersey natal a principios de los años cincuenta para establecerse en Nashville, convirtiéndose en uno de los autores favoritos de Eddy Arnold, Willie Nelson o su gran amigo, Chet Atkins. A lo largo de más de treinta años bajo contrato de Columbia, Coben hizo honor a su versatilidad al trabajar para toda clase de artistas: Benny Goodman y Brenda Lee descubrieron su talento con My Little Cousin y Nobody’s Child, una de sus baladas más lacrimógenas, fue interpretada en Hamburgo por The Beatles. Actores y humoristas como Leonard Nimoy o Buchanan Brothers recurrieron también a sus servicios, consolidando su reputación de bromista para la denominada novelty music.
Bo Diddley - Bo Meets the Monster (1958)
Los “parecidos razonables” entre Bo conoce al Monstruo y Flying Purple People Eater, el éxito televisivo de Sheb Wooley, rozan lo que actualmente entendemos por plagio. Para empezar, ambas coinciden en el recurso de “voces monstruosas”, un gimmick musical a lo William Castle que se conseguía manipulando la velocidad de la cinta magnetofónica en el estudio. Más flagrante resulta el hecho de que el título provisional del remake de Bo fuese precisamente Purple People o que el Monstruo al que alude la letra sea descrito como “un devorador de gente de color púrpura”.
A efectos legales, los indicios pueden ser claros pero nunca concluyentes: al fin y al cabo, desde los albores del rock’n’roll ha sido habitual que algunas canciones surgiesen como réplicas a otras ya existentes. De ese modo, incluso los personajes de una canción podían llegar a convertirse en “estrellas invitadas” de otras sin que por ello la sangre llegase al río. Un sistema de retroalimentación que en ocasiones hacía complicado discernir qué fue primero, si la gallina o el huevo; Work With Me, Annie y Annie Had A Baby de Hank Ballard & The Midnighters, Annie’s Answer de Hazel McCollum & The El-Dorados, Annie Pulled a Humbug de The Midnights, The Wallflower (Roll With Me, Henry) de Etta James & The Peaches o I’m the Father of Annie’s Baby de Danny Taylor.
Pero si nos ponemos quisquillosos al respecto, el bueno de Bo debería haberse llenado los bolsillos a costa del robo sistemático de sus inconfundible riffs de guitarra, dejándonos huérfanos de clásicos incontestables como Not Fade Away, Heartbeat, I Want Candy o Hey Little Girl. Y sí, también de How Soon Is Now? de The Smiths o Desire de U2, que lo cortés no quita lo valiente. Porque, por si fuera poco, Bo era un héroe de los que ya no abundan, capaz de plantarle cara al monstruo guitarra en ristre, aún a riesgo de dejar a su chavala, sola e indefensa. “Mi chica se quedó en la puerta, gritándome bien alto: / ¡Bo Diddley, Bo Diddley! ¡No me dejes en casa! / Yo le dije: Tranquila, nena, sabes que tengo ir / Le dije: cierra todas las ventanas y echa el cerrojo”. Pero como en las moralejas del peor cine de terror, al volver a casa se topa con que el espíritu del rock’n’roll se la ha llevado para siempre. Es el precio que hay que pagar por haberse pasado la friolera de cincuenta y siete años en misa y repicando, Dios le bendiga. Porque el propio Bo era un verdadero monstruo: “Ooh-ooh-ooh / bluh-bluh-bluh-bluh”
Donovan - Season of the Witch (1966)
Con La estación de la bruja, incluida en su tercer álbum, Sunshine Superman (EMI, 1966), el escocés de corazón californiano inauguraba su memorable racha de himnos psicodélicos, poco antes de ser encarcelado por posesión de marihuana. Al salir del talego reincidiría con similar fortuna en el consumo de LSD, firmando un par de nuevas obras maestra con Mellow Yellow (Epic, 1966) y colaborando con el guitarrista Jimmy Page en The Hurdy Gurdy Man (Epic, 1968). Es un secreto a voces que Led Zeppelin solían probar sonido antes de su concierto con esta canción, que llegaría a ser versionada por Stephen Stills, Vanilla Fudge, Joan Jett o Luna entre otros.
Fue Bert Jansch quien le enseñó el acorde sobre el que se asienta la melodía, durante una de sus visitas a la casa que el genio del folk tenía en el norte de Londres. Según recuerda el propio Donovan en una entrevista para la revista Mojo, estuvieron repitiéndolo a modo de bucle durante casi siete horas: “Ya por aquel entonces se respiraba la sensación de que algo no iba del todo bien en el Jardín del Edén. Los camellos rondaban los ambientes bohemios y las drogas duras se almacenaban en las despensas. Aunque tardaría años en darme cuenta, aquella canción resultó ser profética. Trataba sobre echarse a perder”. Con una lucidez impropia de su edad, el joven Donovan utilizó la brujería como un símil poético de los cambios sociales que le tocaron vivir: “Cuando miro por mi ventana / ¿Qué crees que veo? / Cuando miro por mi ventana / hay tanta gente extraña / Es extraño, te aseguro que es extraño”. Debía de ser cosa de brujas; que se lo pregunten si no al Tim Burton de Dark Shadows.
Alice Cooper - The Black Widow (1975)
A Vincent Damon Furnier, más conocido como Alice Cooper, siempre le ha gustado mucho hacer el canelo. Tres décadas antes de que el director de Frankenweenie le invitase a hacer un cameo en su sátira vampírica, ya había compartido plató televisivo con el mismísimo Vincent Price. El Maestro del Horror atravesaba un momento financiero cuanto menos delicado y estuvo de acuerdo en participar en la sonrojante astracanada The Nightmare, con la que el padrino del shock rock promocionó su lanzamiento como solista, Welcome to My Nightmare (Atlantic, 1975). Un disco ecléctico y chirriante como pocos, donde el folk psicodélico, el hard rock de peluquería y la lentejuela glam se combinaban en un superventas sin precedentes.
Pero por más que el vinilo hiciera saltar la banca, su trasvase catódico se saldó con un descalabro de audiencia. Y no era para menos, porque por mucho encanto que un servidor le encuentre a Cold Ethyl, Department of Youth o Only Women Bleed, no queda más remedio que reconocer que, al menos como espectáculo televisivo, aquello no había por dónde cogerlo. Lo que no quita que el cutrerío de la dirección artística termine por resultar atractivo para los amantes de excentricidades surrealistas, siendo mil veces más disfrutable que, por ejemplo, el monumental trompazo de los Kiss en su salto a la gran pantalla con la ignominiosa Kiss Meets The Phantom of the Park (Gordon Hessler, 1988).
Siguiendo a pies juntillas la narrativa –ejem– conceptual del elepé, Cooper interpreta a Steven, el protagonista de su delirante descenso a los infiernos del subconsciente de bajo presupuesto: bailarines travestidos de tarántulas, rimel a granel, postizos imposibles y mallas de ballet. Puede sonar trasnochado (y ciertamente, lo es) pero la producción de Bob Ezrin y el sense of wonder al más puro estilo de la serie Z, hacen de esta Viuda Negra un espécimen único e inimitable. “¿No es encantadora?... Su beso es quince veces más venenoso que la mordedura de una serpiente de cascabel. Lo que más me gusta de ella es su innata necesidad de dominar, de poseer. De hecho, inmediatamente después de la consumación de su matrimonio mata y devora al macho, más pequeño y débil…”. Por su parte, el Sr. Price pareció cogerle el gusto al reclamo discográfico, patentando las carcajadas de ultratumba que acompañarían el Thriller de Michael Jackson. Visto lo visto, no es de extrañar que un tipo que se presenta a sí mismo como la reencarnación de una bruja del siglo XVII, se haya convertido con el paso del tiempo en un referente de culto para freaks como Rob Zombie o Marilyn Manson.
Hot Blood - Soul Dracula (1977)
Existen indicios que atribuyen la autoría original de este clásico de la euro-exploition discotequera de finales de los años setenta a Larry Melwing, alias masculino de la musa francesa de origen egipcio Jacqueline Misrahi (aka Michaële), responsable del Gigi L’Amoroso de Dalida. Sin embargo, la presencia en créditos del músico alemán Stefan Klinkhammer (Steve Hammer), a quien debemos la mayoría de los arreglos de Boney M, hace sospechar que pudiera tratarse de una obra conjunta. Afincado en Munich, como productor Klinkhammer se hizo rodear de los mejores músicos de estudio para dar salida a desfachateces del calibre de este Soul Dracula (Dynamo Records, 1977), firmando bajo el apropiadísimo pseudónimo de Hot Blood junto a Keith Forsey a la batería, Gary Unwin al bajo y el español Pepe Solera al saxo, flauta y armónica. La trama se complica todavía más debido a la existencia de un precedente directo titulado Soul Frankenstein (Maximus, 1976) y en el que unos tales Red Blood fusilan inmisericordemente el Put Your Money Where Your Mouth Is compuesto por Norman Whitfield, estrecho colaborador de Barrett Strong en tiempos de la Motown. Finalmente nos topamos con un sospechoso Disco Dracula (Maximus, 1977), que resulta ser la edición italiana del tema de marras y donde figura el nombre del yeyé canadiense (¡!), Gerry Bribosia.
El caso es que, a pesar de haber sido publicado por un oscurísimo sello independiente como Dynamo Records, el single original copó las listas de media Europa gracias a la coartada calenturienta de turno. Basta con fijarse en la portada del disco, en la que la modelo de Calvin Klein, Lisa Taylor, posa al estilo de las vampiras lesbianas de Jean Rollin con el pelo bien cargado de laca. En lo estrictamente musical, nos dejamos abrumar por unos coros femeninos que llegan a resultar cargantes y un subtexto lúbrico malogrado por la típica pronunciación transilvana a lo Bela Lugosi. Nos encontramos, en definitiva, ante un subproducto que hará las delicias de los aficionados al sapphic disco estilo Saint Tropez y del trash entre amigos, que nos sigue maravillando por la total ausencia de sentido del ridículo de sus coreografías televisivas. Atención a la pavorosa puesta en escena del Ballet Zoom de Valerio Lazarov para Esta noche...Fiesta: realmente hiela la sangre.
Warren Zevon - Werewolves of London (1978)
En cierta ocasión, Elvis Costello le confesó a un periodista: “Warren Zevon es todo lo que quiero ser y nunca seré. Soy un pálido reflejo de la libertad que tiene a la hora de componer y cantar”. Bob Dylan, Neil Young y Bruce Springsteen tampoco escatimaron en elogios y, asi y todo, su obra ha pasado desapercibida a oídos del gran público; por lo menos fuera de los EEUU, donde se le considera una figura de culto. Mordaz por definición e irónico hasta la propia autodestrucción, Zevon escribía tal y cómo vivía: de manera irregular y accidentada. Divorcios, alcoholismo e intentos de suicidio mediante, encontró un verdadero filón creativo entre tanto sufrimiento y oscuridad; esa delgada línea que separa el humor negro de la ternura y que pocos como él han sabido transitar. Cuando su viejo amigo David Letterman le preguntó en su programa qué pensaba hacer tras haberle sido diagnosticado un cáncer de pulmón, Zevon se limitó a contestarle: "supongo que disfrutar de cada sandwich que me tome".
Hombres Lobo de Londres nació de un chiste privado entre Warren y Robert Waddy Wachtel, cuando ambos trabajaban como músicos de directo de The Everly Brothers a principios de los setenta. La gracia se convirtió en algo más serio durante las sesiones de grabación del tercer álbum de Zevon, Excitable Boy (Asylum, 1978), producido por Jackson Brown. Para el autor de I'll Sleep When I'm Dead, Splendid Isolation o Hit Somebody (The Hockey Song) el costumbrismo era ésto: "Vi a un hombre lobo con un menú chino en la mano / caminando bajo la lluvia por las calles del Soho / Estaba buscando un sitio llamado Lee Ho Fook / para hacerse con un gran plato de chow mein de ternera / Si le oyes aullar junto a la puerta de la cocina / mejor no le dejes entrar / Una viejecita fue mutilada anoche". Entre aullido y aullido, el cineasta John Landis corroboró que versos como "es el caballero de manos peludas que sembró el pánico en Kent / Últimamente ronda por Mayfair / Es mejor mantenerse alejado de él" inspiraron el argumento original de su clásico de 1981, Un hombre lobo americano en Londres. La cinefilia de Zevon reservaba además un guiño final a Lon Chaney Jr: "Me gustaría conocer a su estilista / Vi a un hombre lobo beberse una piña colada en Trader Vic / y su pelo era perfecto".
Rockwell - Somebody's Watching Me (1984)
Berry Gordy, sumo pontífice del sonido Motown, no albergaba demasiadas esperanzas en el talento de su hijo pequeño, Kennedy, fruto de su antigua relación con Margaret Norton. Con apenas veinte años, el aspirante a estrella tuvo que labrarse un hueco en la industria sin recurrir al nepotismo, así que empezó por cambiarse el nombre por Rockwell. “Suena bien. Es lo suficientemente corto; como Prince o Madonna”, le dijo su padre. “Ahora veremos si además sabes cantar”. En cuanto escuchó la maqueta en la que su hijo había invertido un mes de trabajo, su olfato le dijo que tenían un hit entre manos. Su tesón había encontró un aliado perfecto en Curtis Nolen, uno de los productores que pujaban por destacar dentro del sello: Alguien me observa llegó al número uno de las listas, pronosticando una prometedora carrera que nunca llegaría a despegar.
“Lo único que quiero es que me dejen en paz / Entonces, ¿por qué me siento como si estuviese en The Twilight Zone?” Habla el propio Rockwell, pero bien podría suscribirlo Michael Jackson, quien accedió generosamente a hacerle los coros. Ambos se sentían muy unidos desde la infancia y, por si fuera poco, el hermano mayor de Michael, Jermaine, acababa de casarse con la hermana pequeña de Rockwell. Todo quedaba en familia y sin tener que salir de la Motown. Como la celebridad a nivel mundial que por aquel entonces ya era, Jacko no fue el único en verse reflejado en versos como “siempre me siento / como si alguien me estuviese observando / no tengo intimidad”. Su público no pudo evitar la tentación de interiorizarlo como una proyección del creador de Billy Jean, menospreciando el peso de Rockwell en el resultado final. Pocos meses después, el lanzamiento de su segundo sencillo, Obscene Phone Caller, contraatacaba en una línea similar: ¿paranoia urbana, manía persecutoria? ¿Miedo al éxito o pánico al fracaso? Terrores, todos ellos, muy cotidianos que son retratados de manera desenfadada en un videoclip que aprovecha las alusiones cinematográficas: “a veces las duchas / me recuerdan demasiado a Psicosis”. Condenado al ostracismo, lo suyo siempre será preferible al oportunista de Ray Parker Jr.
R.E.M. - Furry Happy Monsters (1991)
Tras la calurosa acogida internacional de Losing My Religion, los de Athens (Georgia) volvieron a arrasar las listas de medio mundo con Shinny Happy People, el segundo sencillo de Out of Time (Warner, 1991). Una canción presuntamente luminosa y vitalista, que ocultaba una puya dirigida al gobierno chino, dos años después de la brutal represión de las protestas estudiantiles en la Plaza de Tian'anmen. Esa "gente radiante de felicidad cogiéndose de la mano" sobre la que cantaba Michael Stipe para referirse a la iconografía propagandística del régimen comunista responsable de aquella matanza.
La versión de 1998, Monstruos felices y peludos, se nos antoja todavía más inquietante al constatar el grado de bipolaridad que puede adquirir un pedazo de felpa. Kate Pierson, vocalista de B-52's, es sustituida en los coros por su correspondiente marioneta y la voz de Stephanie D’Abruzzo, fan confesa del grupo. Contemplar a las monstruitos de Barrio Sésamo ejecutando sus bailes en torno a la banda, entre la carcajada y el llanto, se convierte en una experiencia mucho más adulta de lo que se pretende a simple vista. Y resulta mucho más efectiva –y catártica– que la perspectiva freudiana de Donde habitan los monstruos (Spike Jonze, 2009). "¡Vamos, monstruos, no hay que llorar!", les arenga Stipe. "¡Podemos ser felices!". Pues si es así, que baje Jim Henson y lo vea...
Hay 10 Comentarios
Si hubieras creado una lista de spotify con esta canciones le metemos caña en estas fiestas! Seguro!
Salu2
Publicado por: Disfraz de bruja | 19/09/2013 19:05:55
Muy buen artículo sobre la fiesta de Halloween y su relación con la música, norteamericana sobre todo, por lo que veo.
¿Habrá una segunda parte este año?
Gracias! Un saludo!
Publicado por: Disfraces de Halloween | 30/08/2013 18:36:22
Gracias David. El artículo que me recomiendas no es sólo interesante, es excelente. Está bien nutrido de información, humor y muy bien escrito. Seguiré tus trabajos.
Publicado por: ManoloTolosa | 06/11/2012 13:48:38
Los niños actuales no entienden esto. No entienden la esencia de la vida. Yo he renunciado, pese a ser muy rico, a mujeres, champagne, política, coches y puros en la vida, todo a cambio de tener un entierro muy lujoso. tengo contratada una carroza fúnebre con 12 tiros de caballos que dará envidia al mismo Dracula.
Publicado por: carlos | 31/10/2012 13:55:25
/-*★★Porque 99% de LAS DIETAS NO FUNCIONAN: http://su.pr/1xuU15
Publicado por: ★★BLOG ENCUENTRA TU DIETA+★★ | 30/10/2012 23:39:00
Estimado Manolo: hace un año, por estas fechas, escribí un artículo más acorde con el Día de Difuntos. Una investigación sobre los oscuros orígenes de una de las canciones más castizas de Todos los Santos: el Raska-yú.
Aquí le dejo el enlace: http://tentaciones.elpais.com/2011/10/tr.html
En cuanto a su texto, razón no le falta, como yo mismo me encargo de cuestionar en la introducción.
Un saludo.
Publicado por: David Bizarro | 30/10/2012 21:23:00
Jalogüín (Halloween): Una hermosa tradición española (y catalana) http://manueltolosana.blogspot.com.es/2012/10/hermosas-tradiciones-espanolas-jaloguin.html
Publicado por: ManoloTolosa | 30/10/2012 12:32:03
Teresa, si te fijas bien cito a Screamin' Jay Hawkins al comienzo del artículo, junto a Misfits, Ramones, The Cramps y compañía. Si haces click sobre sus nombres, te llevarás unos cuantos videoclips más de propina.
Un saludo.
Publicado por: David Bizarro | 30/10/2012 9:20:23
Os faltó la canción de Halloween por antonomasia:" I put a Spell on You" de SCREAMIN' JAY HAWKINS!
Publicado por: teresa | 30/10/2012 8:37:50
Hablando de Bo Diddley: a mediados de los 60, un grupo de chicas de Liverpool, The Liverbirds, adoptaron el típico sonido de Bo, y lo hacían muy bien: http://www.popthing.com/pop_thing/noticias/the_liverbirds_60s_mersey_girls.php
Publicado por: Wool Hat Nesmith | 30/10/2012 8:17:03