Trish Keenan, vocalista de Broadcast, falleció en enero del 2011 debido a las complicaciones derivadas de una neumonía que había contraído durante un viaje a Australia. La tragedia llegaba de manera súbita y prematura, apenas dos años después de la publicación de Broadcast & the Focus Group Investigate the Witch Cults of the Radio Age (Warp, 2009), un mini-elepé que suponía un prometedor punto de inflexión tras quince años de carrera. Por primera vez las texturas primaban sobre la melodía, culminando las experiencias previas en materia de cut-up y minimalismo ambiental de Tender Buttons (Warp, 2005). En palabras de su compañero James Cargill, "la muerte de Trish nos sorprendió en un periodo especialmente creativo, lo que hizo que su pérdida resultase todavía más dolorosa e irreparable". Al volver a escuchar el disco, el oyente experimenta una sensación de ausencia y desasosiego, por lo que pudo ser... ¿y nunca será? "Trish había dejado grabadas un montón de canciones que espero vean la luz en el futuro", anunciaba Cargill recientemente en una entrevista. "Todavía requieren de mucho trabajo, así que no sé para cuándo estarán listas... Pero habrá un nuevo álbum de Broadcast con Trish, eso puedo asegurarlo".
Mientras uno espera a que llegue ese momento, conviene acercarse a la banda sonora de Berberian Sound Studio, el último trabajo de Broadcast firmado en vida de Keenan. Escrita y dirigida por el cineasta británico Peter Strickland, se ha convertido en una de las triunfadoras de los British Independent Film Awards de este año, incluyendo los premios a mejor director, mejor actor y mejor diseño de sonido. Precisamente es en este último apartado donde se encuentran las mayores virtudes de una película audaz -incluso fascinante- que discurre como una pesadilla metafísica y en la que la clave del misterio no reside tanto en lo que se ve, como en lo que se escucha.