Hace unos días pasó por España Mykki Blanco, uno de los personajes más llamativos de la actual escena musical neoyorquina, que ha conseguido trascender más allá de la Gran Manzana por distintos motivos, todos ellos interesantes: primero, por convertirse involuntariamente en la cabeza visible del queer rap, etiqueta con la que tratamos de englobar al floreciente rap gay, con todo lo que ello conlleva de ruptura de prejuicios y conceptos establecidos del género; segundo, por reivindicarse como un artista que más allá de sus vínculos con una escena presenta credenciales expresivas y creativas que llaman la atención y despiertan algo más que curiosidad; y tercero, porque su explosión mediática viene a constatar el estado de efervescencia que vive la escena musical de Harlem. En los últimos dos años se ha intensificado la sensación de que en su barrio de origen ha estallado toda una nueva corriente de artistas negros confabulados para llevar hasta sus últimas consecuencias una idea de renovación y cambio en el panorama sonoro actual dispuesta a traspasar fronteras y conquistar el mundo. Y Mykki Blanco, que actuará en junio en el festival Sónar, es uno de ellos. Definitivamente, esto sí es un ‘Harlem shake’.