Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

La música que carga el Diablo

Por: | 28 de mayo de 2013

Lords of Salem

En palabras de Benedicto XVI, la renuncia bautismal del pecado pasa por el rechazo a "los grandes espectáculos crueles, en los que la crueldad se convertía en diversión, en los que matar a los hombres era una cosa espectacular: era un espectáculo la vida y la muerte de un hombre. Estos espectáculos crueles, esta diversión del Mal es la pompa del diablo, donde irrumpe con aparente belleza y, en realidad, se muestra en toda su crueldad". Antes de colgar los hábitos, el Santo Pontífice contratacaba "a un tipo de cultura que es una anticultura, contra Cristo y contra Dios", denunciando las mentiras y calumnias de la sociedad del espectáculo. Unas declaraciones que vienen al pelo para recomendarles un visionado responsable de Lords of Salem, la última película del cineasta y rockero Rob Zombie. Porque el polifacético líder de White Zombie entronca con una larga tradición de proscritos que se remonta a la Edad Media; la de aquellos juglares, tildados de "ministros de Satanás" y "gaiteros del Diablo", que fueron perseguidos antorcha en mano por "inculcar el vicio en el espíritu a través de los oídos y los ojos". 

En la última década, Robert Bartleh Cummings ha conseguido reconducir su vocación de cineasta sin desvincularse del rock más estrambótico. De hecho, podríamos repasar su filmografía haciendo acopio de referencias discográficas: House of 1000 CorpsesThe Devil's RejectsWerewolf Women of the SS... y The Lords of Salem, que previamente había visto la luz en su tercer elepé en solitario, Educated Horses (Geffen, 2006). Tras el descalabro comercial del díptico Halloween (2007) y Halloween II (2009), su trasunto cinematográfico se ha hecho demasiado de rogar, defraudando las expectativas de unos fans que nunca le perdonarán la asuencia de sangre. Asi que olvídense de los agujeros de la historia y déjense atrapar por esta herejía audiovisual de primer orden: una opus nigrum ambiciosa y delirante que sortea la genialidad y los límites del ridículo para erigirse como el reverso maléfico del último Terrence Mallick

 

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Dejad que los niños se acerquen al festival

Por: | 26 de mayo de 2013

SonarNino

Por LUIS HIDALGO

A todo el mundo le pasa, también a los asistentes a un festival post-juvenil: envejecemos. Y los animales, antes de que este envejecimiento resulte determinante, tendemos a reproducirnos. ¿Qué hacer con la progenie cuando llega un festival de esos que quizás favorecieron que la pareja intercambiase los primeros gestos de amor?. Pues asistir al mismo con los hijos. En catalán se llama a los infantes “la canalla”, cuyo sentido en castellano también se puede aceptar para referirse a los que el intocable Serrat definió como “esos locos bajitos”.
Minimúsica, el ciclo, la idea, el proyecto que atiende a los locos bajitos en los festivales pensados para sus papás. Minimúsica el sábado a media tarde. La jornada está consagrada a hablar de los superhéroes y Nuria Muntaner, la coordinadora del asunto, viste capa roja más de Caperucita que de Superwoman, e introduce a los músicos mientras evoca posibles superpoderes, como ser fluorescente. Hay muchos niños que, lógicamente van a  su bola. Unos miran atentos al escenario, otros corretean por el espacio, los más mayores hacen preguntas de concurso, ¿papá, porqué esa guitarra tan gorda tiene sólo cuatro cuerdas?, y los hay que priorizando lo importante, maman. Todo el mundo parece estar a gusto, menos el padre que rebusca en su cerebro las cuatro cuerdas de un bajo.
Víctor Velasco, director del sello Sones que ofrece cobertura a Minimúsica, dice no creer en la música infantil y sí en la música tocada para que los niños la escuchen. Traducción: para hacer música infantil no es preciso poner cara de idiota reblandecido por la estulticia y tratar a los enanos como ídem mentales. Edu, del explosivo grupo Za!, que ya ha actuado en Minimúsica otros años, psicólogo también, precisa “hacer música para niños supone que has de considerar  sus procesos de aprendizaje y que aún no tienen sus modalidades sensoriales diferenciadas”. Traducción: los niños aún no pueden vincular sensaciones sensoriales como los adultos, no son sinestésicos. Sale a tocar L’Hereu Escampa y la clase ha de concluir. Ah, otro elemento a considerar para tocar ante niños: se ha de tocar bajito.
Laura Llamas también trabaja en Sones y habla del diferente comportamiento de la asistencia local y foránea en el tema niños, cada vez más presentes en el Primavera: “los nacionales acuden cuando hay conciertos, pero los extranjeros son los que más acostumbrados están a dejarnos los niños en los talleres de actividades para ir sin ellos a los conciertos. El años pasado nos dejaron incluso un bebé de pocas semanas”.  Laura está con un compañero, lleva un sombrero, unas gafas amarillas de plástico y viste como si la ropa se la acabase de encontrar azarosamente por la calle, cuando venía al festival. Me comporto como un niño y le confundo con un músico. Pienso que los niños no tienen tantas ideas tópicas en su cabecita.

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Aunque el hip hop nunca ha sido un género fácil de acomodar en los festivales de música españoles, Primavera Sound y Sónar se han destacado siempre por incorporar alguna muestra del género en sus programaciones, pero nunca como materia troncal de su propuesta, sino más bien como complemento exótico y testimonial que daba lustre, credibilidad y amplitud de miras a sus respectivas líneas ‘editoriales’. Lo hacen poco pero bien, con una encomiable intención pedagógica e historicista de reivindicación de aquellas figuras clave en su historia. La presencia de Wu-Tang Clan en Primavera Sound –recuerden: esta noche, en el escenario Heineken a partir de las 22 h.– puede catalogarse como uno de los platos fuertes del evento pero también como una de las citas más destacables e importantes que ha tenido nunca el hip hop norteamericano con la Ciudad Condal. Casualidades o causalidades del destino, en el veinte aniversario de la publicación de su debut el grupo parece haberse tomado en serio, esta vez sí, su gira internacional, con una puesta en escena más ambiciosa y, sobre todo, con la predisposición de todos sus miembros para respetar y homenajear su propio legado como se merece. Pongámonos nuestras mejores galas: estos Wu-Tang Clan de 2013 llegan concentrados, motivados e involucrados con su causa.

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¿Quieres ser localizado?

Por: | 24 de mayo de 2013

Por LUIS HIDALGO

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Público de la primera jornada del Primavera Sound./ GIALUCA BATTISTA

Recibo una notificación que con el alegre, juvenil  y despreocupado tono publicitario de rigor me participa de un nuevo hallazgo tecnológico que me hará feliz mediante otra brillante innovación que me ayudará a no perderme. Indago en la explicación seguro de no conocer mejor sistema que no salir de casa y me sugieren que me descargue una aplicación en mi móvil que detallará mi posición en la inmensidad del Forum a todo aquel que comparta la dichosa aplicación –app en lenguaje neo-funcional-. Puedo estar geolocalizado. Pienso en los misiles guiados del Tsahal y me entran escalofríos de palestino. Sigo leyendo y me presentan como un problema que me separe de mis amigos, sugiriendo que el gregarismo propio de los boy scouts es la mejor manera de desenvolverse en este paraíso alternativo.

Sí, debe ser cojonudo ir en grupo y discutir cual es el siguiente concierto mientras a uno le entran ganas de mear, otra se encuentra con una amiga de Palma, la de más allá se sacude un ligón de encima y el hambriento de turno piensa en comerse un menú español (tortilla de patata y cerveza) en el chiringuito del otro extremo del recinto. Pienso en lo suicida del invento, que dispone de otra utilidad, que alguien te recomiende un concierto. Me veo taladrado por el amigo metalero que no dejará de dar la chapa tecnológica con el concierto de Neurosis; o del estudiante de psiquiatría que no quiere perderse a Daniel Johnston. Horror. Es más, conjeturo lo inadecuado de un localizador cuando quieres apurar en solitario, sí es egoísmo, las últimas reservas de euforia o simplemente prefieres sumergirte en la deliciosa invisibilidad de un festival, uno de los pocos lugares donde nadie te dice lo que debes de hacer. Bueno, una vez explicado en acceso que lo que brilla en tu mochila es un bocadillo.

Además está científicamente comprobado que siempre te acabas encontrando con quien te tienes encontrar –a los demás les das esquinazo-. No citaremos la marca promotora de la localización sin red 3G, pero la idea de estar permanentemente ubicado  es un ataque en toda la regla a la misantropía, un activo irrenunciable en los festivales de verano.

Daughter

En los tiempos que corren bastan dos canciones para colarte en el cartel de un festival. Internet ha ensanchado tanto el filtro de posibilidades y opciones que parece que nos hayamos olvidado ya de aquellos tiempos pre-Myspace, pre-Facebook, pre-Twitter y pre-blogs de MP3 en que para poder actuar en un festival de envergadura era necesario un aval mínimo: un álbum de debut, un par de maxi-singles con mucha exposición y difusión, portadas anticipatorias en cabeceras británicas y norteamericanas o críticas elogiosas de periodistas con enchufe. O todo a la vez. En los últimos años, por el contrario, la flexibilidad que proporciona la Red ha permitido que no haya sido necesario nada de eso para merecerse un hueco en la parrilla de eventos de la dimensión artística y social de, por ejemplo, Primavera Sound. Si antes eran los medios, las radios y las compañías discográficas quienes se encargaban de hinchar y darle alas a un hype, ahora el caché y el crédito te lo dan los programadores de festivales importantes. En los equilibrios económicos, estilísticos, mediáticos y sentimentales que tiene que hacer un evento como PS para configurar su cartel cobra importancia la composición de la clase media-baja del programa, aquellas bandas sin nombre ni tirón popular –incluso en el ámbito indie– que además de rellenar casillas en un Excel le sirven al festival para lanzar sus propias apuestas de futuro. En la edición que arranca esta misma noche nos encontramos unas cuantas.

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La crítica le está tomando el pelo

Por: | 21 de mayo de 2013

Lester-Bangs-Apartamento

75-83-81-66-72-64-84-68-71-79-71-63-73-63-73-83- 72-64-62-78-77-73-75-82- 76-48-76-67-74-84… Si ustedes entran ahora en la sección de música del sitio Metacritic, un portal que se dedica a recopilar las críticas aparecidas en los principales medios anglosajones (New York Times, Guardian, NME, AV Club, Pitchfork…), extrayendo una media sobre 100 de cada producto lanzado recientemente y que, al menos, haya aparecido en tres publicaciones, estas son las notas que encontrarán en las 30 últimas referencias. Solo un artista suspende. Se trata de la banda de hard rock de Las Vegas Escape The Gate. Teniendo en cuenta que la crítica de su nuevo disco, 'Ungrateful', solo ha aparecido aún en cuatro medios es muy probable que en un par de semanas remonten el vuelo y se coloquen en la zona de seguridad, alrededor de los 65 puntos, lo que dejaría oficialmente a The Pigeon Detectives, el combo que no jamás se enteró de que The Libertines ya no están de moda, como el único grupo con relevancia suficiente como para ser tratado en los grandes medios que ha editado un mal disco en los últimos dos meses. Regocíjense, vivimos una era dorada. Se habla mucho de que se edita demasiada música, pero no se comenta lo suficiente que esta música jamás ha sido tan buena, que el trabajo de crítico musical nunca ha resultado tan gratificante. Es que llegas a casa con un encargo, enciendes el equipo, o le das al link de streaming, y a la que empiezan a sonar las primeras notas de lo último de H.I.M. (media:68), Rod Stewart (media: 63) o Lady Antebellum (media:70) no puedes más que dar gracias a Dios por no haberte dedicado a esto durante los 60 y tener que vértelas día sí, día también, con banduchas como The Kinks, The Beatles o The Small Faces, por poner solo tres ejemplos, así, a lo loco. Además, si por casualidad se te ocurre visitar otras secciones de Metacritic, la sensación de placer no hace más que acrecentarse. Por ejemplo, la gente que se dedica al hacer críticas de cine lo debe pasar fatal (y no solo Boyero, que siempre que va a un festival le llueve y le meten pelis coreanas en la sección matinal o en la de la siesta), pues de los 16 últimos estrenos, solo dos logran una media por encima de 60. Incluso los videojuegos, que iban a ser la forma de entretenimiento 2.0 por antonomasia, cuentan entre sus más recientes lanzamientos con, al menos, el doble de productos suspendidos que la música. Podría ser que en el cine o en los videojuegos se reseña todo lo que se estrena, y en la música solo lo supuestamente relevante, por lo que la media es más alta. De acuerdo, podemos aceptar cierta verdad en esto, pero eso no excusa lo siguiente... Daft Punk. 'Random access memories'. Media: 88. 'Discovery'. Media: 74. ¿No será esto más voluntarismo que otra cosa?

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Las canciones que Sonic Boom nos enseñó

Por: | 18 de mayo de 2013

Peter Kember
Esta misma noche Sonic Boom alunizará en San Sebastián (Guardetxe) en compañía de Jason Holt Will Carruthers; es decir, tres Spacemen 3 a falta de un cuarto. Mañana tocarán en Madrid (El Sol) y el lunes en Barcelona (Apolo). No es que el británico necesite tirar de rentas para mirar hacia adelante. Su reciente hoja de servicios incluye a MGMT, Yo La TengoPanda BearSun Araw y Moon Duo), pero las anunciadas versiones de SuicideRed Krayola y Mudhoney se encargarán de sellar el pacto nostálgico.  

How You Satisfy Me, el primer single de Spectrum, es la clave. Treinta años de carrera cristalizados en cuatro minutos de ecos metronómicos, influencias garajeras, atmósferas psicodélicas y actitud punk que nos permiten trazar un perfil aproximado de Peter Kember (Rugby, 1965). Un visionario con alma de psiconauta, devoto de los sonidos del espacio exterior y los paraísos artificiales, que puso a nuestro alcance un corte transversal de su hipotálamo gracias al recopilatorio Spacelines: Sonic Sounds For Subterraneans (Munster, 2004). Una reveladora selección de incunables que conforman la particular Piedra de Rosetta del ex-Spacemen 3 y rinde cuentas con su estratosférico recorrido, pista por pista.

 

Para no perder el hilo retomemos la madeja a la altura de 1965, en el preciso instante en que un A&R sin escrúpulos decide filtrar Take Me For A Little While, el nuevo lanzamiento apadrinado por Jerry Leiber y Mike Stollerquienes acababan de hacer saltar la banca con The Dixie Cups y The Shangri-Las. Desgraciadamente para su cantante, Evie Sands, la canción cuenta con los ingredientes necesarios para convertirse en un nuevo superventas, por lo que Chess Records decide adelantarse para neutralizar a la competencia. Cuando el vinilo llega a las tiendas, la canción lleva varios días sonando en la radio en boca de una de las estrellas de la competencia. Las querellas judiciales no consiguieron borrar la primera impresión de los oyentes, que identificaron a Jackie Ross como la intérprete legítima del tema. 

A consecuencia de ello la carrera de la joven aspirante a estrella sufre un bache comercial del que nunca volvería a recuperarse del todo. Meses después intentará resarcirse del menosprecio con I Can't Let Go, un temazo compuesto por Chip Taylor (hermano del actor Jon Voight y autor de Wild Thing) que incomprensiblemente pasó desapercibida... hasta que The Hollies la convirtieron en Nº1 el verano siguiente. Tres décadas después la pegadiza melodía del original seguirá reverberando en el córtex de Kember, inspirándole su primer éxito con Spectrum. 

 

 

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"Triunfar fracasando": 20 años de Acuarela Discos

Por: | 09 de mayo de 2013

Triunfar fracasando

(Ilustración: Wences Lamas)

Si "resistir es vencer", Jesús Llorente (Cádiz, 1972) tiene mucho que celebrar... pero también de lo que arrepentirse. Veinte años de zozobra existencial (y profesional) a la cabeza de Acuarela Discos le hacen acreedor de un anecdotario que supera con creces el volumen de publicaciones de un catálogo por el que han asomado Sr. Chinarro, Migala, Astrud y Los Planetas; Matt Elliott, Xiu Xiu, Destroyer o Darren Hayman. "Aparte de las sempiternas y enquistadas deudas, de los retrasos en los lanzamientos de los discos, y de momentos en los que ha reinado lo que me gusta llamar el subidón del bajón, estas son las que considero  Hay errores, erratas, malentendidos, falsas corazonadas y hasta contratos verbales que no cumplí por diversos motivos, ninguno de ellos -¿lo dudan?- justificado".

Manu Ferrón, El Faro y A Veces Ciclón se encargarán este sábado de poner banda sonora a la fiesta de cumpleaños del sello en la madrileña sala Siroco, mientras ComeJulie DoironThe Orchids y Sr. Chinarro ejercerán de embajadores en la jornada de clausura del Primavera Sound, el próximo 26 de mayo. Tan solo un par de días después, podremos disfrutar de Bored Spies y los sendos pases de Julie Doiron y  Antonio Luque en el Teatro Reina Victoria de Madrid. Asi que, más que un ajuste de cuentas con el pasado, lo que sigue es un ejercicio de expiación que trasciende la épica del fracaso. O un prólogo, si se prefiere, a la deriva de los próximos veinte años de quien ha sido definido por el propio Luque como "el Rompetechos del indie".

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Jazz + Rock: agitado, no revuelto

Por: | 04 de mayo de 2013

MonknRoll

Ay, el jazz-rock. Empezó con la mejor de las intenciones, y como idea era perfecta. Sólo hay que escuchar de nuevo "Bitches Brew" o "Jack Johnson" de Miles Davis para ver el potencial del invento. Después de que el jazz perdiera el favor del gran público en beneficio de las nuevas formas de música popular, se hicieron muchos y variados intentos de llevar a primera fila de nuevo la gran tradición norteamericana (como si el blues y el jazz no estuviesen en la raíz de todo lo que vino después). Y un buen día, allá por los años 70, apareció el jazz-rock, una etiqueta asociada inmediatamente a un buen puñado de artistas que llevaban lo hortera en las venas. Buena gente, talentosa y con habilidad para la síntesis, pero irremediablemente horteras. Hay cierta carga generacional en esto que ahora tenemos claro, pero la perspectiva siempre llega tarde. Al fin y al cabo, hablamos de una sociedad a la que, llegado el caso, también le parecieron bien las hombreras desmedidas o la riñonera frontal. Nadie duda que estos y otros accesorios sonrojantes volverán tarde o temprano, como no debemos descartar un nuevo auge de las sandalias de río como gadget veraniego. Pero parece que el jazz-rock, tal y como se conoció en su momento, no volverá. Irá desapareciendo junto a sus históricas figuras, y poco a poco se apagará esa llamita nostálgica en los corazones de quienes, en su momento, eran tan fans de Supertramp como de Spyro Gyra o Lee Ritenour.

Pero, cuidado, la comunión entre jazz y rock, como tal, es otra cosa. Superada la pátina estética y promocional aplicada cuando se fabricó para venderse al por mayor, la unión de estos dos importantes géneros se antoja cada vez más inevitable y natural. Los jóvenes talentos del jazz –una música a la que uno se dedica más premeditadamente, por lo general– han crecido escuchando a Jimi Hendrix, Abba, Iron Maiden o Eminem tanto como a Charlie Parker, Hank Jones, John Coltrane o Brad Mehldau. Cualquier joven jazzman no sólo ha estudiado las composiciones de Duke Ellington, Thelonious Monk o Charles Mingus, sino también las de Dylan, Cobain o Lennon y McCartney. Por eso cada vez es más normal ver trazas de rock en la producción jazzística contemporánea, quedando atrás los fantasmas integristas del neotradicionalismo y los complejos de un purismo que, en los tiempos que corren, ya no tiene mucho sentido. Es más probable que un músico actual cocine algo interesante poniendo varios ingredientes en la olla que intentando tocar bop ortodoxo y académico. En eso jamás superará a los maestros, aunque sólo sea por una cuestión coyuntural. La música no la hacen sólo los músicos: la época y el lugar tienen mucho que ver.

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El País

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