Muro de sonido

Sobre el blog

Conciertos, festivales y discos. Auges y caídas. Y, con suerte, sexo, drogas y alguna televisión a través de la ventana de un hotel. Casi todo sobre el pop, el rock y sus aledaños, diseccionado por los especialistas de música de EL PAÍS.

Eskup

Viaje (cante y baile) con nosotros: Buenos Aires

Por: | 19 de agosto de 2013

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Cuando cae la noche en el invierno austral de agosto o empieza a atardecer en el verano que en Buenos Aires corresponde a diciembre, la plaza Dorrego ventila a los turistas. El barrio de San Telmo se calma y los vecinos recuperan su lugar. Disponen tablones sobre el espacio principal y suena el lamento del tango entre las parejas de mujeres y hombres, hombres y hombres, mujeres y mujeres, padres e hijos que aprovechan que el turista no mira para devolver con su baile el latido de arrabal de finales del siglo XVIII. En esta esquina de la capital argentina, frente al mar que es un río turbio de Plata, comienza la excursión estival de hoy. A través de una selección de canciones recorreremos la ciudad. En lugar de recurrir a los viajeros intrépidos de Lonely Planet, Carlos Gardel, los chicos de Attaque 77, Fito Paéz y Andrés Calamaro harán de guías.

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“¡Son los malditos Blur!”

Por: | 10 de agosto de 2013

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El líder de !!!, Nic Offer, en un momento de su concierto en Sziget. FOTO: SZEMEREY BENCE

Hasta le salió redonda la profecía. “Se está acercando una tormenta”, aseguró Damon Albarn antes de lanzarse a tocar Out of time. Y, en efecto, un par de horas después ráfagas, o más bien balas de viento empezaron a abofetear la isla que acoge Sziget y levantar una suerte de Sahara. Así, una buena parte de la masa descomunal que había acudido al certamen húngaro para ver a Blur se largó para su hotel o fue a esconderse en su tienda. Aunque, a la sazón, ya llevaban consigo el recuerdo de la noche mayúscula que les había regalado el conjunto británico.

Se suele decir que los revivals, los regresos, no acaban de funcionar. Ya sea en lo sentimental o en lo deportivo, volver a juntar lo que en su día se separó tiene a menudo fecha de caducidad. Tal vez Blur también la tenga pero mientras hay que agradecerle que volviera, por lo menos por conciertos como el de anoche.

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Las mañanas no matan

Por: | 09 de agosto de 2013

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Foto: Csudai Sándor

Ser Torrente. O, por lo menos, encontrárselo. Resulta que entre las aspiraciones de los festivaleros antes de morir hay algunas muy terrenales. También hay quien pide simplemente “vivir” o “una cita con un soldado”. Y quien contesta, una línea más abajo: “Soy un soldado. Nos vemos aquí a las 19.38”. Estas y más frases aparecen en un muro negro que el festival de Sziget ha dedicado a todo aquel que quiera expresar con un yeso y algo de fantasía su principal deseo antes de abandonar este planeta.

La pared de la esperanza es una de las atracciones para pasar el rato en el enorme certamen de Budapest a la espera de que, a las 16.00, el gran círculo de la música se ponga en marcha otra vez. Hoy, en concreto, el cabeza de cartel es Blur. Aunque, en realidad, las notas nunca paran ya que cada hora y cada pequeño escenario valen para reunir a un puñado de asistentes e improvisar un concierto de rockabilly, montar un dj set o tocar algún remake.

Sin embargo, por lo demás, la mañana en esta isla gigantesca de bosques y mosquitos en medio del Danubio fluye con cierta tranquilidad. Los pies que se asoman de decenas de tiendas dejan constancia de que algunos aun no han superado la noche anterior. Otros, los más espabilados y pacientes, acuden a un área de juegos de lógicas, para volcar las energías que les quedan en un tablero de ajedrez. O en resolver ese cacharro infernal y frustrante llamado cubo de Rubik. Asegura Barnabas Turi, uno de los que trabaja en el estand, que él ahora tarda 30 segundos en recomponerlo y que el primer paso es conseguir dibujar una cruz.  También cuenta que muchos de los que se sientan a aprender acaban arrojando la toalla. O apostándose una cerveza para acrecer el desafío. 

A escasos metros, se puede asistir a un curso de danza o recibir un masaje tailandés. Y, caminando un poco más, es posible -aunque no recomendable, sobre todo antes de comer- probar un pastis, el licor con sabor a anís típico de Marsella. Es una de las peculiaridades que ofrecer el campamento de los franceses, los únicos junto con los italianos en tener una zona de tiendas y estructuras exclusivamente dedicada a ellos. “Te hablan francés, puedes recargar el móvil y hay wi-fi, seguridad, croissants y baguettes”, aclara algunas de las ventajas András Derdá, promotor de Sziget para los países francófonos. Aunque, para acampar aquí hacen falta 45 euros más respecto al precio original (49 euros para un día,  229 una semana).

Con sus 4.000 asistentes diarios, Francia es de los países que más público aporta a Sziget, por detrás de Holanda e Italia. Y de este último país proceden precisamente tres chicas que cogen el puente que lleva a la república musical independiente -hasta cuenta con pasaporte y definición: los sziudadanos- de Sziget. Antes de entrar, se sacan una foto y cuentan que acaban de llegar y es su primera vez en Budapest.

Se encontrarán, a lo largo de estos días, con las más de 350.000 personas que la organización prevé acoger hasta el domingo. Y con todos los entretenimientos que el festival ofrece más allá de los conciertos. Aunque, por muchos pasatiempos que haya, algunos festivaleros preferían esta mañana el turismo. Así, al acceder a la isla se encontraba uno con horda de madrugadores que arrastraban sus gafas de sol y su andadura a lo The walking dead hacia el tren para ir a dar una vuelta por Budapest. O, quien sabe, tal vez fueran en busca de Torrente.

Ska-p sabe de húngaro

Por: | 08 de agosto de 2013

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Un momento del concierto de Ska-p en Sziget 2013. FOTO: CSUDAI SÁNDOR.

Hace 15 años Ska-p animaban a la “legalización” y gritaban convencidos aquello de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Y, ahora, también. El mundo ha cambiado, cualquiera diría que para peor, pero el grupo ska de Vallecas sigue a lo suyo. Continúan idénticos a sí mismos, defendiendo una “revolución” que jamás arrancó, a base de botes, trompas y sacudidas. Lo que, en España, les ha hecho perder fuerza y tirón. Pero resulta que en Hungría aún son capaces de convocar a miles de personas. Y así lo han demostrado hoy en Sziget.

Ante todo, un indicio: el grupo era el penúltimo en pisar el escenario principal del festival, nada más caer la tarde. Es decir, hora y marco de cierto nivel. Una alfombra roja, vamos. Por algo será, pensaba uno. Y la respuesta se hallaba en la masa que poco a poco iba acorralando la explanada ante el escenario a la espera de los maestros de ceremonia que, por cierto, el año próximo cumplen 20 años desde su nacimiento.
“Aquí estamos una vez más y todavía no tenemos ni idea de húngaro, así que vamos a hablar en español”, fue de lo primero que soltó Pipi, guitarra y segunda voz de la banda. Y, acto seguido, él y sus compañeros de toda la vida desplegaron lo que mejor se les da. Había ritmo, saltos, guitarras, vídeos sobre los abusos de la policía y el ejército y disfraces. Para los pocos españoles presentes -el festival sostiene que no llegan a 1.000 en un evento que acoge a 350.000 personas- habría, también, un profundo deja vú.
Nada que ver con el público extranjero, entregado a la utopía de Ska-p. De Mestizaje a Cannabis, pasando por Romero, el madero, el juke-box de los madrileños reprodujo todo lo más conocido de su repertorio. Y, bajo el escenario, un océano de manos, alguna bandera y decenas de tipos sin camiseta y sin pinta de haberse asomado nunca a un gimnasio les daban las gracias a gritos.
Eso sí, poco debían de comprender de los soliloquios de Pipi sobre el miedo en la sociedad actual o las invitaciones a “quemar el Vaticano”. Los asistentes, más bien, se limitaban a agitarse y corear los “oooo” de las canciones. Y así hasta el final. Con sus excesos -sinceramente, blasfemar en italiano no aporta mucho a la causa- Ska-p completó su enésima aparición por un festival como no podía ser de otra forma: con “hasta siempre Hungría” y confiando una vez más en la revolución. Ya lo saben: la esperanza es lo último que se pierde.

Fe de errores del autor del post: La crónica sobre el concierto de Ska-p en el festival húngaro Sziget sostenía que la banda tildó durante su actuación a las fans húngaras de “cerdas”. La frase real, pronunciada por un miembro del grupo disfrazado de cura en el marco de una performance destinada a criricar a la iglesia católica, fue: “La tentación está en todos lados. En Ska-p. En Hungría, con esas mujeres con esas tetas exuberantes y esos culos apretados”. Debí de escuchar mal y me equivoqué. Lamento el error y las molestias causadas. Y, por tanto, pido disculpas al grupo y a los lectores.

El enorme caos controlado de Sziget

Por: | 08 de agosto de 2013

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Asistentes al festival Sziget, de Hungría. FOTO: JORGE ALVAREZ ALTADILL

Entre España y Hungría hay varios miles de kilómetros. Los suficientes, al parecer, como para que el viaje desde la península ibérica hasta Sziget, un festival en el corazón del este europeo, no sea especialmente apetecible. De ahí que entre la marea humana que está asediando esta isla de música y jipismo en medio del Danubio y de Budapest, no habrá más de unos 1.000 españoles (los cálculos son de la organización). En el fondo, Sziget tampoco pide más: gracias a los holandeses, sobre todo, al resto de Europa y -por qué no- del mundo, el festival prevé recibir hasta el domingo a unas 350.000 personas.
Caber, desde luego, caben. Porque entre bosques, quintales de polvo y hasta 16 escenarios, la isla que acoge desde hace 21 años Sziget tiene espacio de sobra para unos cuantos ejércitos.

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