Que en su momento la separación de Outkast no nos generara un trauma se debe al hecho de que teníamos más o menos claro que su ruptura tenía más de hiato temporal que de despedida irrevocable. Y porque nunca hemos llegado a tener la sensación de que entre Big Boi y André 3000, los responsables del proyecto, se haya producido un cataclismo personal con influencia directa en su vertiente creativa. Los dos discos en solitario de Big Boi que han seguido a su escisión, sobre todo el primero, el espectacular "Sir Lucious Left Foot: The Son Of Chico Dusty", han relajado los ánimos de sus seguidores: ni el talento se ha diluido o evaporado ni el dúo tiene la menor intención de renunciar o renegar de su propio sonido, ejemplarmente representado y actualizado en sendas aventuras personales de su mitad más inquieta e impetuosa. Incluso así, con la calma de quienes podían intuir que tarde o temprano se volverían a encontrar, la fuerte rumorología que se ha despertado esta semana en Estados Unidos acerca de su más que posible reunión en 2014 –en principio para actuar en el festival Coachella y para orquestar una gira mundial– ha armado un revuelo considerable. Un ruido directamente proporcional a la necesidad imperiosa que tenemos todos de recibir noticias musicales importantes e imponentes en un momento de cierto bajón y aburrimiento. No hay lugar, pues, para la desconfianza, al contrario: son muchos los motivos de algarabía y jolgorío ante este reencuentro.