No he venido aquí a hablar de mi libro

Por: | 25 de enero de 2014

No he venido aquí a hablar de mi libro

(Fotografía: Alberto Roldán)

En la solapa de El puño y la letra (66 Rpm, 2013) puede leerse: "Luis Boullosa (Madrid, 1975) es escritor periodista y músico. Ha escrito varios poemarios no publicados y una novela, Ceniza, reiteradamente rechazada por diversos editores. Ha colaborado con medios como Ruta 66, El Confidencial, Perfect Sound Forever, La Razón o Arraianos, publicación cultural, esta última, en la que aparecieron algunos de sus poemas de juventud. Mantiene en solitario desde 2006 el blog musical KAPUT, que en algún momento lejano fue un fanzine en papel. Ha sido miembro de un número no determinado de bandas underground que incluyen nombres tan oscuros como Vodka Drunkers, Goodbye Mass, La Camada, Masters Disaster Gang, 5 Cobras o Molestones. Actualmente compone y toca el bajo en la banda Gog y Las Hienas Telepáticas y trabaja en su segunda novela".

- La última vez que nos vimos fue en la presentación de tu libro. ¿Qué tal acogida está teniendo?
No me quejo, pero seamos realistas: un primer libro solo sirve para ponerte en el mapa. Si llegas a vender mil copias ya te puedes dar con un canto en los dientes, lo que significa que te vas a llevar unos dos mil pavos. Eso me lo fundo yo en tres farras. Los de la editorial se lo están currando mucho dentro de sus posibilidades y el libro está rulando bastante, porque trabajan con una distribuidora bastante potente. Al final lo de las presentaciones es como irte de gira. Aprovecho que me voy a tocar a algún sitio con mi banda y me llevo unos cuantos ejemplares. Unas veces sale bien y otras incluso pierdes algo de pasta.

- ¿Cómo interpretas entonces el auge editorial en materia musical en un país donde cada vez se lee menos y apenas se escucha música? 
Eso tendríamos que preguntárselo a los editores, pero si se publica tanto será porque hay mercado. En cuanto a si la gente lee más o lee menos... personalmente creo que eso depende de lo que entiendas por leer. En el metro puedes ver a un montón de gente enfrascada en “Cincuenta sombras de Grey”, pero para mi no se diferencia mucho a tomarte una copa en un bar en el que suena música de fondo. Leer es una actividad que requiere una cierta profundidad y, en ese sentido, pienso que en este país se lee poco.

- Es decir, la misma diferencia que existe entre "escuchar" y "oír" música…
Efectivamente. Falta una reflexión de fondo, más allá del mero entretenimiento. No me fascina especialmente Greil Marcus, pero en Mistery Train utiliza la historia del rock como pretexto para un ensayo de tintes sociológicos, lo que como lector me parece estupendo aún a riesgo de caer en su propia trampa.

- ¿La coartada intelectual?
Tampoco quiero que me malinterpretes, pero está claro que existe un público potencial para este tipo de libros, que se ha criado con el rock’n’roll y, al llegar a cierta edad, se adocena en un cierto conformismo burgués. Dejan de comprar discos e ir a conciertos y se alejan de la línea del frente. Lo que no tiene porqué ser necesariamente malo, salvo cuando se trata de un acto de esnobismo. Entiendo que alguien de sesenta años eche la vista atrás y se siente tranquilamente a leer una biografía de Elvis Presley o los Rolling Stones. Para mi, ese señor está contemporizando. Lo que me parece terrible es escuchar a uno de treinta lamentándose porque “ya no quedan bandas como las de antes”.

 

- ¿Ves a la música rock como una víctima propiciatoria de esa clase de esnobismo cultural?
Vivimos en un mundo donde puedes reconocer abiertamente que no has leído un libro en tu puta vida, e incluso enorgullecerte de ello. Al principio parecía que la democratización de la cultura daría sus frutos, pero seguimos en la misma tesitura de hace cincuenta años, o peor. La Constitución ampara nuestro derecho a la educación, pero el acceso real a la cultura sigue siendo mínimo. Tenemos la oportunidad, pero ya no la aprovechamos. Quienes normalmente lo hacemos pertenecemos a esa clase media -llamémosla “luchadora”- que cada vez estamos más cerca de terminar viviendo debajo de un puente. A la clase alta, que antiguamente gozaba de un barniz cultural, sólo la mueve el dinero; mientras que la clase obrera -por decirlo así- ya no considera que la cultura le vaya a beneficiar para alcanzar el siguiente nivel.

- Me he perdido un poco, ¿estás planteando la cultura como una cuestión de estatus? 
Volvamos al señor que lee a Greil Marcus. Bastaría con echar un vistazo a su colección de discos para saber de qué pie cojea realmente. Seguramente encontrarías un par de discos de Van Morrison, algo de Tom Waits y unos cuantos recopilatorios de jazz. El tipo de música que resulta imprescindible para no desentonar con su círculo social. Elegante, pero sin estridencias. ¿Crees que de verdad este señor escucha música? No digo que no lo haga de vez en cuando, pero para mi es el equivalente a comprar una enciclopedia… que luego resulta que está hueca por dentro. 

- Tiene gracia que menciones el jazz, porque mi novia siempre me dice que es como las perlas o los abrigos de visón: debería estar prohibidos a los menores de cincuenta años. 
Pues coincido con ella en que el jazz -igual que Napalm Death o John Zorn- hay que escucharlo o muy pronto o muy tarde, pero nunca en el medio. Como aficionado, me parece sintomático que precisamente el jazz, una de las músicas más vanguardistas del siglo XX, llegase a convertirse en una de las más retrógradas del XXI. Charlie Parker era Charlie Parker, pero osar decir que lo que algunos llaman jazz tiene algo que ver con eso…

 

- ¿No podríamos decir lo mismo de cierta prensa musical?
¡Que conste que lo has dicho tú! (risas) Debido a que el volumen de material resulta inabarcable, la labor de filtrado del crítico musical me parece muchísimo más importante ahora que hace diez años. Para estar al día ya no basta con comprarte el Ruta 66 o la Rockdelux religiosamente cada mes, como hacíamos de chavales. En ese sentido, la prensa musical española cada vez me parece más conservadora. 

- No creo que sea un mal exclusivo de nuestro país. Fíjate en las portadas de Mojo, Uncut o NME, por ejemplo. Cada mes anuncian nuevos especiales sobre David Bowie, Bob Dylan, The Beatles, The Smiths…
Es verdad que en el caso del Reino Unido resulta mucho más exagerado. Desde mi punto de vista, ese tipo de periodismo está muerto porque reincide en aspectos sobre los que ya se ha dicho todo. Es puro revival para hacer caja, como los box-sets o las reediciones del 50 aniversario de los Beatles. Nos venden nuestra infancia y la compramos. Pertenecemos a una generación a la que le han vendido su pasado cuando apenas hemos cumplido los treinta.

 

- ¿Buscamos entonces el relevo en canales cada vez menos alternativos, como blogs o redes sociales?
A día de hoy existen publicaciones en internet con criterio y calidad, que son objeto de animadversión por parte de la prensa establecida. El clásico argumento del viejo rock critic, que afirma que cualquier indocumentado puede escribir en un blog, es una patraña. Alguien debería decirle que los verdaderos ignorantes están sentados a su lado en la redacción, sirviendo contenidos de mierda para publicaciones obsoletas. Un tipo, como yo, que mantiene un blog durante siete años, no se lo toma como una terapia ocupacional para dar salida a sus pajas mentales.

- Eso suena a ajuste de cuentas. Recuerda que muchos de esos "rock critics" pertenecen a la vieja escuela del fanzine.
Cierto. Cuando decimos que los blogs ocupan el espacio de los fanzines, se nos olvida que también han heredado sus mismas contradicciones. Lo que ocurre es que todos esos blogs acaban convirtiéndose en medios “generalistas” -hasta cierto punto underground- y poco a poco se corrompen. Es un rollo cíclico.

- En el fondo, todos solemos pecar de autocomplacientes a la hora de intelectualizar la música.
En este país la palabra “intelectual” ha sido empleada tradicionalmente como insulto, para definir a un engreído que se cree que es mejor que los demás. Un señor amargado y con gafas que vive encerrado en su casa, como yo. (risas) Reflexionar sobre la música que escuchamos no nos impide disfrutar de ella, más bien todo lo contrario. Nos permite llevarla a otro nivel y, desde mi punto de vista, ampliar tu perspectiva sobre algo siempre es positivo. Con demasiada frecuencia pasamos por alto que las canciones son construcciones intelectuales con una carga narrativa y emocional poderosísima. En una canción de Dinosaur Jr, por ejemplo, los solos de guitarra de J Mascis transmiten sentimientos que no pueden expresarse con palabras. Su verdadero poder reside en esa dualidad fascinante que difícilmente podrás encontrar en otras formas de escritura.

 

– Precisamente tu libro plantea un debate sobre la naturaleza literaria del rock y la necesidad de renovar su iconografía para que continúe siendo vigente.
El problema es que concebimos el rock y la literatura como compartimentos estancos. En su momento, Leonard Cohen, Lou Reed, Bob Dylan y Nick Cave rompieron esa barrera para establecerse como referentes culturales y, desde entonces, el cupo está cubierto. Huele un poco a funcionariado: “hasta que éste no se jubile, olvídate del ascenso”. Y en el caso de Lou Reed, la consagración del establishment ha trascendido a su propia muerte.

- Sin embargo, algunos de los artistas que has entrevistado para el libro, como Gareth Liddiard (The Drones), Ryan Sambol (Strange Boys) o Brendon Humphries (Kill Devil Hills), cargan sobre sus espaldas con el peso de esa tradición. ¿Podríamos concluir que la originalidad está sobrevalorada?
En el sentido de que no quedan grandes temas por explorar: todos están ahí, esperando a que llegue alguien y los transmita de una manera acorde con nuestros tiempos. En el último disco de The Drones hay una canción en particular, Nine Eyes, en la que Gareth navega por Google Street View y se encuentra con su antiguo hogar. El tema es clásico: el desarraigo, la nostalgia, la muerte; en qué nos hemos convertido con el paso del tiempo. Pero el enfoque es absolutamente novedoso, porque incorpora una herramienta que hace menos de diez años ni siquiera existía. Inmediatamente deja de ser un refrito y se convierte en algo grande.

 

- ¿Qué criterio seguiste para seleccionar a los artistas de tu libro? Leyéndolo da la sensación de que llegaste a este tipo de conclusiones un poco sobre la marcha…
Desde el principio me lo planteé como un work in progress en el sentido más literal de la expresión. A medida que me iban contestando a las entrevistas, me replanteaba lo que había escrito hasta ese momento. A alguno de ellos tuve ocasión de entrevistarles en persona antes de plantearme la idea del libro, como a Julian Cope o Michael Gira. A otros lo hice por correo electrónico, que me sigue pareciendo el medio perfecto. El teléfono es muy frío, como dice la canción. (risas) La gente anda con prisas y te responde con desgana. Pero si les mandas un email y consigues que se impliquen lo suficiente, pueden sentarse delante del ordenador y tomarse su tiempo para responderte. En general, no fueron para nada rácanos, teniendo en cuenta que les enviaba cuestionarios de hasta setenta preguntas… Algunos tardaron porque estaban de gira y otros, como Aidan Moffat, me contestaron enseguida.

- Me siento muy identificado con lo que cuentas sobre Arab Strap. Yo tampoco fui plenamente consciente de lo turbadores que podían llegar a ser hasta que leí por primera vez las letras de sus discos...
¡Lo difícil hubiera sido que te enterases de otra forma, con el acento escocés que tiene el condenado! (risas) Philophobia es un disco muy jodido. De una lucidez estremecedora, no tanto por lo que dice, sino por cómo lo dice. Un ejercicio de estilo durísimo viniendo de un Moffat que apenas tenía veinticinco años y vivía en plena efervescencia sentimental. Sus canciones hablan de nuestras miserias cotidianas de una manera muy depurada. Son como relatos cortos con la contundencia del cemento armado.

 

- En el caso de Peter Simonelli (Enablers), sus letras tiene un componente mucho más hermético y oscuro. Su directo se acerca más a la performance que a lo que entendemos por un concierto de rock convencional. Algo que en España, salvando las distancias, encontramos en artistas como Javier Corcobado.
Me parece un buen ejemplo. La carrera de Corcobado es de lo más irregular, pero hay que reconocerle el mérito de asumir riesgos. Tormenta de tormentos es un disco estupendo que tiene más de veinte años y sobre el que habría que volver en algún momento. En La ladrada del afilador consigue hacer una canción moderna pero atemporal. Y autóctona hasta la médula, apropiándose de la tradición anglosajona de la murder ballad, que últimamente parece que se la haya inventado Nick Cave. En España hemos matado a tanta gente, y después cantado sobre ello, como en cualquier otro país del mundo.

- Entonces, ¿podríamos aplicar esa misma perspectiva a la música popular española?
Sería un buen punto de partida para otro libro. Ten en cuenta que la tradición musical de los EEUU ha evolucionado de manera natural a lo largo de los siglos. En nuestro país, por el contrario, ese proceso se interrumpió de manera traumática con la Guerra Civil y durante la dictadura posterior. El folclore popular pasó a identificarse con un contexto reaccionario del que renegaron las generaciones posteriores adoptando modelos extranjeros. Como resultado, el corpus tradicional dejó de actualizarse y se quedó ahí, calcificado; con la única salvedad del flamenco. Recientemente han surgido propuestas interesantes que intentan recuperar y actualizar ese legado, gracias a Los Hermanos Cubero o Lorena Álvarez y su Banda Municipal.

- Eso no es del todo cierto. Hasta donde yo recuerdo, ese trasvase folclórico siempre ha existido, en mayor o menos medida, en muchos grupos de Cataluña, Asturias, Galicia o País Vasco…
Hombre, tú escuchabas a Milladoiro y, por muy de puta madre que estuviese, no dejaba de ser música medieval. Naturalmente estamos hablando de un asunto infinitamente más complejo que todo esto, con intereses lingüísticos y políticos de por medio sobre los que pesan una serie de prejuicios muy arraigados. Resulta sintomático que prefiramos mirar para otro lado. Por ejemplo, yo nunca he estado en EEUU, pero sé más de la historia de ese país que del mío propio. Soy como el paisano que vivía en Mérida en los tiempos del Imperio Romano y pensaba “¡coño, yo lo que quiero es saber más de Roma, que mola mogollón, con sus carreras de cuadrigas…” (risas)

- ¿Achacas eso a una crisis de identidad o a un complejo de inferioridad?
Una cosa es consecuencia de la otra. Tenemos una capacidad acojonante para autodespreciarnos. Es como cuando, a mediados de los noventa, les preguntaban a los grupos españoles porqué cantaban en un inglés tan malo. Al hacerlo en castellano te expones muchísimo más; con la dificultad añadida de depurar tu lenguaje para conservar la urgencia sin sacrificar la metáfora.

 

- En bachillerato tuve un profesor de literatura que explicaba las figuras poéticas con ejemplos sacados de canciones de Esclarecidos, Golpes Bajos, Esclarecidos y Los Enemigos.
Bien por él. Josele Santiago me parece esencial para entender de qué estamos hablando. La cuenta atrás, La vida mata y Tras el último no va nadie son obras de un letrista finísimo, que era más de barrio que los parquímetros, pero contaba con un bagaje intelectual y unas referencias lo suficientemente cuajadas para que no chirriasen. Mucho menos engolado que Corcobado o Fernando Alfaro con Surfin’ Bichos pero, como ellos, oscilando siempre entre el mito y el bar. Al final, lo más jodido es saber despojarte de los vicios literarios. Los Planetas, que no son precisamente santos de mi devoción, lo consiguen en Un buen día. Para hacer una canción en apariencia tan simple, y que encima te salga bien, tienes que ser muy bueno.

- Volviendo al libro, pocas bandas han ilustrado mejor el equilibrio entre urgencia y metáfora que Hüsker Dü. Y ahí tienes a Grant Hart, con su álbum conceptual sobre El paraíso perdido de Milton. ¿Interpretas la madurez como el detonante de su ambición artística?
Con respecto a ese disco, Grant reconoce que a veces se siente frustrado por carecer de una formación más académica a la hora de abordar temas, digamos, más elevados. A simple vista puede parecer algo contradictorio que alguien que viene del do it yourself lamente no haber ido a la universidad, cuando resulta obvio que el punk es el género más intelectualizado que existe. Cuando se piensa en él, todo el mundo saca a colación a los Ramones; pero, ¿qué pasa con Patti Smith y Richard Hell? ¿Se puede ser más pretencioso que eso? Difícilmente. 

 

Luego tienes a Julian Cope y Michael Gira que están dando lo mejor de sí mismos con casi sesenta años. Naturalmente se trata de un par de individuos excepcionales. Más que por su faceta como letrista, Cope me interesaba por su carácter multidisciplinar. Responde al prototipo de artista excéntrico, que escribe ensayos sobre rock psicodélico y los antiguos druidas y se declara discípulo de los MC5 y de Robert Graves. Un activista pagano e iconoclasta, que odia a los predicadores pero se apropia del discurso mesiánico. En cuanto a Gira, sus discos con Angels Of Light me parecen al mismo nivel o incluso mejores que cualquier cosa que haya grabado con Swans. Lo que pasa es que se mueven en un registro más austero, más seco… Y prestando atención descubres que su discografía completa se reduce a dos acordes y medio. No necesita más. ¿Te lo has cruzado alguna vez en persona?

- Todavía no, pero espero hacerlo pronto. Actuará en Madrid el próximo mes de marzo.
Es un tío extraño. Muy educado, pero que cuando lo tienes delante… (risa nerviosa) ¿Sabes cuando alguien suelta una carcajada porque algo le ha hecho mucha gracia… pero le miras a los ojos y no se está riendo? No es lo que solemos entender por una persona cordial, pero tuvo mucha paciencia conmigo y se mostró muy comunicativo... Lo de Jarboe sí que son palabras mayores. Tiene ese punto alterado, de no saber si realmente está hablando contigo o tiene la cabeza en Raticulín. Pero es realmente encantadora y muy cariñosa. Pero, claro, la tienes delante con su rollo de hechicera y no puedes evitar imaginártelos a los dos cuando eran pareja. ¡Aquello debía ser un aquelarre continuo!

- Hace poco estuvo de gira por España.
Yo la entrevisté hace tiempo. Estuvimos hablando durante una hora y al llegar a casa, cuando puse la cinta en el equipo, resultó que no se había grabado nada. Y te juro que antes me aseguré de que la grabadora funcionaba; de hecho, todavía la conservo y lo sigue haciendo. Si me llega a ocurrir con otro no pasa nada, pero tratándose de ella… (risas) ¡Como para no rallarse!

  

Hay 11 Comentarios

Nacho, asumida la errata. En cuanto al ejemplo que pongo del disco de SunnO))), si le pegas una escucha a "Alice" (en homenaje a Alice Coltrane) entenderás a qué me refiero.

bizarro, se escribe Charlie HADEN, uno de los mejores bajistas de jazz de la historia. Yo junto a los discos de The Drones y Swans tengo también los de John Zorn y los de Ken Vandenmark (que me parece un coñazo por cierto) y para hablar de jazz no basta con citar nombres a lo loco, hay que hablar de modos y escalas mixolidias, tónicas, etc...si es que sabéis algo de eso, como las que usa SunnO))) (que no usan jajajajajaja) es penoso cómo lo mezcláis todo sin saber ni gota de teoría musical. digamos que hay buenos instrumentistas que aburren a cristo y malos instrumentistas que molan. es una cuestión de actitud la música, TODA, de ACTITUD, no sólo el punk, es lo que no os entra en la cabeza. Los músicos de jazz son equivalentes a un profesor de secundaria de colegio privado, no tienen actitud: aburren aunque la teoría la dominen, siguen aburriendo, a no ser que seas un puto profesor de secundaria con ínfulas intelectuales. salud

El propio Luis Boullosa se pronuncia al respecto: http://kaputmagazine.blogspot.com.es/2014/01/jazz-y-abrigos-de-vison.html

¿Le sirven como ejemplos pues Pauline Oliveros, Borbetomagus o Peter Brötzmann? Si hablamos de los derroteros "free" también tendrían cabida Sunn O))) (escuche, si es que no lo ha hecho ya, "Monoliths & Dimensions"), Kevin Drumm o Lightning Bolt.

SÍ, claro fíjese usted, la historia, en lo que a las formas libres se refiere, comienza con Lennie Tristano en el 49.......he hablado de centenares de nombres, los que Ud. usa son elementales....pero no hablaría solo de jazz/impro....también de maravillosos músicos creativos actuales como Fred Hersch o Jessica Williams o Eric Alexander o ......por favor, eso del visón y lo retrógrado lo que refleja es una falta de conocimiento sedimentado. Lo que me llama la atención es el atrevimiento(supongo que será una licencia literaria).

Javier, en tu lista incluiría a Ornette Coleman, Archie Shepp, Albert Ayler, Miles Davis, Charlie Hayden, Don Cherry... y podríamos seguir así hasta pasado mañana. No saquemos las cosas de quicio. Por cierto, este bizarro -aunque joven- ya está calvo.


Un saludo

Escuchen a Cecil Taylor, Sun Ra, Steve Lacy, Anthony Braxton, AACM, Derek Bailey, Bill Dixon, Julius Hemphill, David Murray,Tim Berne, John Zorn, Ken Vandermark, Mathew Shipp, Marylin Crispell, Evan Parker,Peter Broztman y centenares de músicos extraordinarios y dejen de pontificar sobre lo que no saben......mucho bizarro de medio pelo

Lo hace con cierta ironía, Miguel. Recordemos que Hell es el autor de una novela titulada "Endiosado" y que al autor de "Blank Generation" sus aspiraciones poéticas le han jugado más de una mala pasada. En el caso de Patti Smith, nada que objetar al respecto, ¿no? :)

Un saludo

La guerra secreta en Libia: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/01/la-guerra-secreta-en-libia.html

curioso que este tipo llame pretenciosos a Patti Smith y Richard Hell.........

Gracias a los dos por la entrevista.

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