Este año viajo a Austin acompañando a The Parrots, un joven trío de garage-surf de Madrid que está presentando su single de debut. Van a ser sus primeros conciertos fuera de España (aparte de una breve actuación en una cabina del barrio rojo de Amsterdam, el verano pasado) y la ilusión y la excitación están en sus cotas más altas.
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La noche anterior a nuestra salida recibimos un correo de la organización del SXSW con el asunto: URGENT, en mayúsculas. A priori, no es más que un nuevo recordatorio del protocolo a seguir en el control de inmigración cuando entremos en los Estados Unidos (tenemos dos cartas oficiales de invitación) y el enésimo aviso por parte de la organización de que está terminantemente prohibido tocar en conciertos que no formen parte de la programación oficial del festival.
Por supuesto, The Parrots tienen tres conciertos no oficiales programados aparte del showcase oficial, como hacen todos los grupos que se precien para sacar el máximo partido a los carísimos costes de desplazamiento, alojamiento y dietas que supone participar en el festival. Algunos grupos tienen hasta tres y cuatro conciertos en el mismo día; puedes verlos llegar corriendo a la sala, justo a tiempo para hacer una rápida prueba de líneas antes de su concierto, darlo todo en media hora y desmontar a la carrera para salir hacia el próximo recinto. Estresante, quizás, pero muy efectivo si lo que quieres es que te vea el mayor número posible de gente, que al fin y al cabo es a lo que va la gente al SXSW.
Pero, esta vez, el correo de la organización consigue su efecto atemorizador. Para empezar, por la frase que lo abre: “En los últimos días, hemos notado un alto porcentaje de artistas internacionales que han sido rechazados en la frontera...”. Tenemos muy presente el caso de Mujeres, que tenían una gira programada por los Estados Unidos y han visto denegado hace pocos días el permiso de entrada tras salir a Canadá para actuar en Vancouver. Meses de preparación tirados por la borda. Me vienen a la mente también dos deportaciones injustas de músicos que venían de gira a España y fueron rechazados en Barajas de forma totalmente aleatoria: me pasó con los brasileños São Paulo Underground y, un par de años después, con las argentinas Las Kellies. Recuerdo la rabia, la frustración y la impotencia, la altanería de los funcionarios de policía y la imposibilidad de establecer un diálogo con ellos, la profunda tristeza de hablar con los músicos encerrados en la sala donde esperan hacinados a ser deportados, y siento escalofríos y vergüenza de mi país. Pero, claro, lo que más siento ahora es un miedo repentino a que nos pueda pasar eso a nosotros cuando pisemos suelo americano. ¿Y si es cierto lo que dice la organización, que si participamos en conciertos no oficiales podemos tener problemas para entrar en el país? ¿Hasta dónde llegan los tentáculos de la NSA?
Afortunadamente, todo quedó en el susto. Hemos repasado varias veces las respuestas al posible interrogatorio de inmigración, para evitar problemas, pero hemos pasado los controles de manera fluida y sin problemas. En el avión hemos coincidido con Jorge Explosión, que va a Austin para tocar con su grupo paralelo The Ripe y también para montar un estudio de grabación allí (que piensa combinar con su ya consolidado estudio Circo Perrotti de Gijón), y hace un rato hemos llegado a la casa de Mitch y Jessica, los mejores anfitriones de la ciudad. Después de veinte horas de viaje, una nevera llena de cervezas y comida y una buena conexión a internet nos han hecho sentir como en casa. Mañana toca levantarse pronto para recoger las acreditaciones y empezar a vivir la experiencia del festival.
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