Cuando, en 2012, un holograma del finado rapero Tupac Shakur se convirtió en la principal atracción del Festival Coachella, el evento que se celebra desde los 90 en el desierto californiano, un pensamiento aterrador recorrió la mente de muchos: ahora todos los festivales van a querer su holograma, preparémonos para ver a Nino Bravo actuar junto a Love of Lesbian. La idea de que el evento californiano era el que marcaba las tendencias en el devenir de los demás festivales masivos se restringía para muchos a la confección de su cartel, a ciertos detalles en la disposición de escenarios. O a lo que sea en que se fija un organizador de este tipo de montajes cuando visita los de la competencia. Tras desvelarse el cartel de Coachella se podía tener una idea de lo que se vería en Europa meses más tarde. Pero hoy, el festival californiano, como todo festival que se precie, vende más entradas antes de confirmar quién actuará. Muchos opinan que esto sucede porque el público tiene una fe ciega en la marca; otros, porque al público le importa ya un pimiento quien vaya a actuar, ellos van a ir igualmente. Vivimos ya en un mundo en el que existe tanta gente fan de las marcas como gente fan de las demás cosas de las que uno era tradicionalmente fan. A saber, grupos de música, dj’s, escritores, directores de cine, la pareja o los croissants rellenos de sobrasada. Y tiene sentido, pues en aras de la normalización post consumista, cualquiera que ose alzar la voz ante la insoportable presencia de logos de firmas comerciales en los grandes eventos es tratado como un resentido o un anticuado. Esta es la lógica de las cosas: debes saber admirar lo que no te puedes permitir y debes aprender a comprar lo que te quieren vender. Dinamiza la economía con tus números rojos. La entrada para Coachella cuesta 375 dólares (unos 100 más de media que eventos similares que suceden en EE UU). Un pase VIP sale por 799 dólares. Se puede dormir en una tienda de campaña con aire acondicionado, dos camas, conserje y carrito de golf que te lleva y trae del evento por 6500 dólares. Se ofrecen cenas cortesía de célebres chefs locales a 225 el plato, pero si te quedas con hambre puedes contratar el pack gourmet para todo el fin de semana, que cuesta el módico precio de 1024 pavos. Por 1500 puedes ir y volver de Los Ángeles en jet privado. En esto, Coachella es ciertamente admirable.