Lo que es bastante jodido es que para colgar un episodio de Venga Monjas tenga que aparecer yo en él. En realidad pienso bastante en estas cuestiones. En la responsabilidad que tenemos los que ya nos beneficiamos de un cierto reconocimiento, para con los que vienen por detrás dando patadas y tirando trastos. ¿Tenemos una obligación moral de escucharles y hacernos eco? O lo que es más relevante ¿Nos necesitan?
Lo nuevo puede generar placer o no, en función de su energía, de su sentido de la oportunidad, o de la valentía a la hora de replantear su propio modelo. Lo que sí que genera de forma garantizada en algunos sectores son dos sentimientos de otro tipo: El odio y la indiferencia.
El odio porque lo nuevo remite a lo que ya no lo es. Evidencia que el tiempo sigue fluyendo, y que los representantes de lo malo conocido están condenados a compartir planeta con un número creciente de agentes de lo bueno por conocer. Y este desplazamiento, a partir de un punto, sólo sirve para reírse de él o enterrarse en él.
En otras palabras, lo nuevo es odiado porque, pretendiéndolo o no, señala con el dedo a lo viejo.
La indiferencia porque hay un sector de la población humana, mayor del que lo acepta, que sólo sabe reconocer lo nuevo cuando ya no lo es. Cuando ya ha sido legitimado por otros. Cuando ya no es nuevo.
Siento más simpatía por el odio que por la indiferencia. El odio es necesario, es una fuente de energía, un agente de cambio, sin saberlo. En el fondo, necesitamos los búnkers de nostálgicos, es más fácil esquivar las balas que vienen desde la misma y previsible dirección. Y es más fácil disparar.
La imagen de un viejo arrinconado agitando su cachava al aire es, después de todo, la representación de un acto vital.
Pero la indiferencia me da mala espina. Porque todos podemos caer en ese error, por desorden vital, por pereza, por torpeza o confusión.La primera vez que vi un video de Venga Monjas, hace dos años, no le presté la debida atención, o la atención equivocada. Se trataba del capítulo titulado El circo viene a la ciudad. En su desenlace, uno de los personajes acaba poniéndose una careta de mí (sí, es bastante jodido). Yo atravesaba un momento delicado, más víctima del odio que de la indiferencia.
A lo mejor estoy dramatizando. A lo mejor la noticia es otra, y es buena (a quién le afectan los achaques de un viejo prematuro como yo): A lo mejor la novedad es que los Venga Monjas son cada vez mejores. Quizá se trata de eso, cada vez nos flipan más porque cada vez son más flipantes. Ahí está la belleza como un pasillo con trampa. Ahí está el champán y el dentrífico.Y el gigantesco Miguel Noguera (que también lleva tiempo por ahí). Y el salto cualitativo: De la misma manera que los Chanantes escaparon de lo Pythonesco, los Venga Monjas escaparon de lo Chanante. Y ahí está el sentido del humor, actualizado cada mañana. Y la poesía. Sí, qué se pensaban. LA POESÍA.
Y todo esto hay que celebrarlo a tiempo. Y si no es así, moléstense en odiarlo.
La entrevista (ya es obligado) con Chico Santamano.
El blog de Venga Monjas.
El de Noguera.